Rostros de los vecinos impresos en piedra para luchar contra el olvido y la despoblación

Madalina Panti

25 de septiembre de 2021 02:09 h

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Caminar por la calle San Roque, la Plaza de España o por la Avenida Virgen del Campo Alavés de la localidad de Torrijo de la Cañada ahora también es conocer a los torrijanos y torrijanas que levantaron el pueblo, crearon sus costumbres y convivieron con la tierra. Más allá de su arquitectura y su historia, su mayor tesoro son sus mayores “porque son los que han ido construyendo todo eso y han estado ahí desde el principio”, cuenta Eduardo Sisamón de la asociación cultural “¿Por qué no en Torrijo?”.

Para preservar su memoria en la localidad se les ha dedicado una exposición permanente con 25 retratos fotográficos impresos en piedra en ocho puntos estratégicos del casco urbano. “El arte es para compartirlo y va más allá de una galería o del interior de una casa y esto se podrá observar siempre y hará que la gente se interese por el pueblo y su gente”, reconoce Sisamón. Representa una nueva forma más amena de recorrerlo “porque se han incluido unos códigos QR para seguir las entrevistas y un mapa”, valoran desde la asociación. La elección de la piedra no es aleatoria, sino pensada precisamente para no ser una exposición más y que pueda permanecer en la localidad del valle del río Manubles por muchos más años y en la que se puedan añadir más generaciones.

Los encargados de retratarlos han sido los fotógrafos y artistas Lorena Cosba, Carlos Canales y Pedro Anguila, invitados por la asociación cultural ¿Por qué no en Torrijo?, el año pasado con el objetivo de realizar “una bonita inmersión conociendo a la gente y los lugares, y de allí comenzamos a dar forma al proyecto patrocinado por la asociación cultural, el ayuntamiento y la Diputación de Zaragoza”, cuenta Cosba. De la sinergia de la fotografía y las entrevistas surge esta idea artística desdoblada en un documental y una exposición por sus calles donde se han recolectado rostros y testimonios de sus habitantes más longevos. 

“Un camino de piedras” “es una metáfora del paso del tiempo, de la despoblación, y de todo lo que ha ocurrido durante este tiempo y un recorrido que invita a conocer el pueblo, pasearlo y disfrutarlo”, explica la fotógrafa. Además, valora que hayan aceptado abrir las puertas de sus casas, sus álbumes familiares y sus recuerdos. “Ha sido muy emocionante, este tipo de proyectos son los que nos recuerdan por que nos quisimos dedicar a la fotografía, al arte, a contar historias. Escuchar a estas personas hace que todo tome sentido”, admite.

Después de un año desde que se inició, las piedras se colocaron el pasado mes de agosto debido a la pandemia del coronavirus, que ha permitido dejarlo reposar. “Hemos podido darle forma de una manera más relajada, y disfrutando mucho del proceso creativo, la preparación de las piezas y del audiovisual... Y el reencuentro ha sido mucho más emotivo”, reconoce Lorena Cosba.  En definitiva, una iniciativa que ha causado sorpresa y emoción dentro y fuera. “Veían a tres personas pegando piedras con fotografías por el pueblo y decían 'Esto qué es'. Había hasta un poco de inseguridad pero cuando vieron que los abuelos estaban ahí representados, los mismos habitantes acudían de propio y se emocionaban”, relata Eduardo. 

Memoria colectiva contra la despoblación

Reavivar y dinamizar el pueblo es una tarea que realiza esta asociación cultural desde 2015, cuando tomaron el relevo de otras tantas que lo han intentado sin éxito. En un pueblo de apenas 200 habitantes azotado por la despoblación, en realidad viven menos de la mitad. “Afortunadamente, cada vez va aumentando poco a poco la cifra y con la pandemia ha vuelto mucha gente pudiendo teletrabajar pero no somos ni la sombra de lo que fuimos con más de mil habitantes”, cuentan desde la asociación. Cosba también insiste en que este proyecto se enfoca en los que “deciden quedarse a vivir en el pueblo y mantenerlo vivo”. 

Los protagonistas son ellos, contando sus chascarrillos de la vida, su juventud o cómo se enamoraron. Estas historias divertidas, emocionantes e incluso duras, han conseguido dar voz a un colectivo que necesita ser escuchado tras la vivencia de épocas complicadas. “Estaban deseosos de contar su vida y nosotros más, es la generación de la que hemos aprendido lo verdaderamente necesario y allanaron el camino para que nosotros tuviéramos una generación más descansada”, recuerda Eduardo. En la pared de su casa se encuentra la fotografía de una de las torrijanas que lleva a una anécdota tierna. “Pasó por allí un día, vio su foto, la acarició y lloró y dijo 'Mira, se acordarán de mí cuando no esté'”. 

Esta intervención fotográfica se ha vuelto importante para preservar su recuerdo ante las generaciones venideras. “Cuando alguien pregunte por ellos se pueda contar su historia, quiénes eran, qué hicieron en el pueblo… Ojalá este proyecto pase de generación en generación y se llenen de fotos las paredes de Torrijo”, reivindican desde la asociación. La intención es preservar la sabiduría y la tradición ya que no se encuentran escritas en ningún sitio. “Por eso tiene mucho más valor hablar con ellos y que te cuenten e intentar preservarlo en tu mente y si es posible escribirlo antes de que por desgracia desaparezcan”, admite Eduardo.