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La actividad sindical en educación

El próximo 9 de marzo hay convocada una huelga de educación. Pero en los centros educativos no hay mucha información sobre de dónde surge. Es decir, se sabe, porque se puede ver en el cartel, que la convocan muchos sindicatos. Pero la sensación que se tiene es que es difícil entender el motivo ni el momento. Por mi parte, apoyo y defiendo todas las demandas que aparecen en ese cartel como motivo de la huelga, pero comprendo perfectamente que la convocatoria resulte extraña entre las/los compañeras/os.

Trabajo como profesor interino desde hace unos cuantos años y desde esta experiencia es fácil constatar que la actividad de los sindicatos resulta en general bastante ajena a la vida cotidiana de los centros. Es verdad que, aunque he simpatizado con unos más que con otros, nunca me he adherido a ningún sindicato. Soy reacio a la visión corporativa que por necesidad implica la participación en cualquier sindicato o partido. Me parece que, fácilmente, en algún momento, acaba confundiéndose la defensa de los intereses del colectivo que representan con los intereses de su propia organización. Pero, aunque pueda parecer paradójico, lo organizativo y la actividad sindical me parecen fundamental en cualquier ámbito laboral o social, y en educación por supuesto, como forma de invención y conquista de derechos. Lo que pasa es que esta actividad sindical, además de intentar no ser corporativa, creo que tampoco debería reducirse, como ocurre en los sindicatos de educación actuales, a impartir cursos de formación, a disputarse el ser los primeros en informar a los/as trabajadores, o ni siquiera reducirse a defender los intereses de los/as docentes manteniendo una posición más o menos contundente en las mesas de negociación con el Departamento de Educación del Gobierno autonómico. Esto último, la función negociadora, obviamente, es más importante, es lo único que a mi modo de ver mantienen los sindicatos propiamente de sindicatos.

Pero la actividad sindical, a mi modo de ver, debe ser fundamentalmente una actividad autoorganizativa. El modelo que más se ajusta para comprender esto es la Marea Verde. Es verdad que no estamos en tiempos de Mareas. Sin embargo, algo debimos aprender de aquellas exitosas experiencias que nos debería servir incluso en estos tiempos actuales de impasse. La Marea Verde, que consiguió juntar a miles de personas y no sólo en manifestaciones, era no corporativa, y autoorganizativa. Es verdad que carecía de instancias representativas. Que no disponía de estructuras que le permitiesen negociar directamente con la institución. Pero estaba viva, era orgánica: se difundía y se confundía en la actividad cotidiana de los centros y las comunidades educativas. Y es que, y esto es lo más importante, no creo que haya otra forma de animar una lucha en educación que no sea rompiendo la separación (mantenida interesadamente) entre lo político y lo laboral. Pero político, no en el sentido de “a qué sindicato vas a votar”, si no en el sentido de abordar de manera colectiva en qué condiciones estamos dando las clases (falta de recursos, clases saturadas, horarios repletos), en qué condiciones de precariedad vienen muchos/as alumnos/as, quienes y cómo están siendo responsables de estas situaciones y lo que juntos/as podemos hacer para evitarlo y cambiarlo. Esa es la actividad sindical que creo que en este momento hace falta.

No sé aún si voy a hacer huelga o no el 9 de marzo. Sería la primera huelga a la que he sido convocado que no hiciera. Lo que sí tengo claro es que no me parece que ésta sea la manera de levantar una Marea.

El próximo 9 de marzo hay convocada una huelga de educación. Pero en los centros educativos no hay mucha información sobre de dónde surge. Es decir, se sabe, porque se puede ver en el cartel, que la convocan muchos sindicatos. Pero la sensación que se tiene es que es difícil entender el motivo ni el momento. Por mi parte, apoyo y defiendo todas las demandas que aparecen en ese cartel como motivo de la huelga, pero comprendo perfectamente que la convocatoria resulte extraña entre las/los compañeras/os.

Trabajo como profesor interino desde hace unos cuantos años y desde esta experiencia es fácil constatar que la actividad de los sindicatos resulta en general bastante ajena a la vida cotidiana de los centros. Es verdad que, aunque he simpatizado con unos más que con otros, nunca me he adherido a ningún sindicato. Soy reacio a la visión corporativa que por necesidad implica la participación en cualquier sindicato o partido. Me parece que, fácilmente, en algún momento, acaba confundiéndose la defensa de los intereses del colectivo que representan con los intereses de su propia organización. Pero, aunque pueda parecer paradójico, lo organizativo y la actividad sindical me parecen fundamental en cualquier ámbito laboral o social, y en educación por supuesto, como forma de invención y conquista de derechos. Lo que pasa es que esta actividad sindical, además de intentar no ser corporativa, creo que tampoco debería reducirse, como ocurre en los sindicatos de educación actuales, a impartir cursos de formación, a disputarse el ser los primeros en informar a los/as trabajadores, o ni siquiera reducirse a defender los intereses de los/as docentes manteniendo una posición más o menos contundente en las mesas de negociación con el Departamento de Educación del Gobierno autonómico. Esto último, la función negociadora, obviamente, es más importante, es lo único que a mi modo de ver mantienen los sindicatos propiamente de sindicatos.