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Cuando el agua se aprende por la sed

El agua se aprende por la sed; la paz, por el relato de sus batallas y el amor, por el molde de la memoria. El tiempo, que todo lo domina y transforma, lo aprendemos en el mismo instante en el que nos sabemos rehenes de su crueldad. Las palabras, sin embargo, las aprendemos en el instante mismo que queremos olvidarlas. Hasta hace no muchos años, recuerdo, la palabra desahucio no tenía connotación, era casi una extrañeza, hoy sin embargo es el resumen doloroso de una sociedad que ha sido abandonada y a la que se ha arrinconado.

El agua se aprende por la sed y la sed le da nombre por su urgencia. La política se aprende por su audacia y los políticos, por el legado de su compromiso, también por lo que de sus palabras se descuelga. He conocido viejos políticos, algunos ya ni siquiera viven, y lo que más admiré y admiro de todos ellos es que siempre supieron respetar las reglas del juego y jamás intentaron modificar las reglas en mitad de una partida. He visto buenos y malos políticos, he visto políticos portarse como niños cuando han sido conscientes de que esas no eran las cuentas de su triunfo, los he visto vanagloriarse de victorias mediocres y jactarse ante las derrotas de aquellos supuestos contrincantes. He visto la vieja y la nueva política y pienso que la llamada nueva política nunca llegó a ser, porque no hay arte más antiguo que el de la política. De la misma forma que el agua se aprende por la sed, la política se aprende desde la humildad, y desde el silencio y el respeto que, como la soledad, construyen metáforas de realidad. Vayamos a buscarlas. El resto son solo palabras: viejas o nuevas. Palabras que mueren.

El agua se aprende por la sed; la paz, por el relato de sus batallas y el amor, por el molde de la memoria. El tiempo, que todo lo domina y transforma, lo aprendemos en el mismo instante en el que nos sabemos rehenes de su crueldad. Las palabras, sin embargo, las aprendemos en el instante mismo que queremos olvidarlas. Hasta hace no muchos años, recuerdo, la palabra desahucio no tenía connotación, era casi una extrañeza, hoy sin embargo es el resumen doloroso de una sociedad que ha sido abandonada y a la que se ha arrinconado.

El agua se aprende por la sed y la sed le da nombre por su urgencia. La política se aprende por su audacia y los políticos, por el legado de su compromiso, también por lo que de sus palabras se descuelga. He conocido viejos políticos, algunos ya ni siquiera viven, y lo que más admiré y admiro de todos ellos es que siempre supieron respetar las reglas del juego y jamás intentaron modificar las reglas en mitad de una partida. He visto buenos y malos políticos, he visto políticos portarse como niños cuando han sido conscientes de que esas no eran las cuentas de su triunfo, los he visto vanagloriarse de victorias mediocres y jactarse ante las derrotas de aquellos supuestos contrincantes. He visto la vieja y la nueva política y pienso que la llamada nueva política nunca llegó a ser, porque no hay arte más antiguo que el de la política. De la misma forma que el agua se aprende por la sed, la política se aprende desde la humildad, y desde el silencio y el respeto que, como la soledad, construyen metáforas de realidad. Vayamos a buscarlas. El resto son solo palabras: viejas o nuevas. Palabras que mueren.