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Esta semana se presenta el último largometraje del realizador aragonés Miguel Ángel Lamata. Una comedia romántica que lleva por título Nuestros amantes y que cuenta en el reparto con actores reputados como Eduardo Noriega, Michelle Jenner, Amaia Salamanca, FeleMartínez y los aragoneses y también reputados María José Moreno, Jorge Usón y Salomé Jiménez. Esta película está llamada a ser una de las más exitosas del año y confirma la buena salud del cine aragonés. Lamata entronca con una larga tradición de la creatividad aragonesa, con especial incidencia en el mundo audiovisual. El director zaragozano ha rodado en las tres provincias, las tres escenarios universales del cine, y su nombre va a dar mucho que hablar en las próximas semanas.
Aragón es cine. Ninguna ciudad del mundo tiene un barrio cuyas calles están dedicadas a obras del séptimo arte. Zaragoza sí. Fue aquí donde se rodó la primera secuencia cinematográfica, fue turolense el pionero del travelling y los efectos especiales, fue también turolense el más influyente y probablemente mejor cineasta de la historia, Luis Buñuel, y hay hasta una nómina de más de diez directores que han rodado alguna obra maestra. A su vez, hay prestigiosas tertulias cinematográficas, publicaciones, expertos en algunas actividades que van inherentes a la cinematografía y hay una cantera de jóvenes realizadores que garantizan un futuro prometedor. La salud de un país también se mide por su talento y por su inquietud cultural. En ese sentido, Aragón está en plena forma. Sólo la cultura y la educación nos hacen más libres, nos convierten en personas más críticas y despiertan el punto necesario de rebeldía y espíritu reflexivo necesario para desarrollarnos, personal y colectivamente. Por eso la cultura hay que mimarla y protegerla y precisamente por eso ha desaparecido de cualquier plan político en los últimos cuatro años. Se ha demonizado a los creadores y se les ha castigado, se ha cercenado la tímida industria y la única medida política ha sido un IVA castrador al 21 %, que ha abocado a muchos realizadores, actores, salas de cine, teatro y conciertos a la casi desaparición. Ese es el modelo de industria cultural del PP.
Pero no quiero hoy enfadarme, sino rendir un pequeño homenaje a tanto talento aragonés, al que hay que apoyar para que vuele solo, sin necesidad de ayudas ni mecenazgos públicos. Pero hasta que ese momento llegue, es preciso volcarse y no escatimar ni un recurso en apoyarlo.
Hace unas semanas tuve la suerte de asistir a los Premios Simón del Cine Aragonés que organiza la entusiasta Academia del Cine Aragonés. En una extraordinaria gala, donde el humor y el buen hacer suplantó la falta de recursos económicos, quedó evidenciado el músculo de este arte en Aragón. Ha sido un año excelente, con una protagonista que ha brillado con luz propia: La Novia. Pero esta magnífica obra de Paula Ortiz no puede eclipsar el trabajo de muchos otros jóvenes realizadores que han dejado impronta y que tienen un porvenir brillante.
Quedan pocas horas para que Lamata vuelva a darnos una alegría a los que creemos en la cultura. A los que nos emociona la gran pantalla y a los que admiramos a quien invierte horas de su tiempo y arriesga fuerte por una convicción, una afición o un trabajo. Mi admiración a todos y todas los que hacéis cine en Aragón. Estáis en la vanguardia y nos hacéis a todos un poco mejores. Ahora solo queda que llenemos las salas y nos emocionemos fotograma a fotograma. Como en la vida misma.
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