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Boko Haram, una guerra contra ellas

“En las zonas en conflicto ya es mucho más peligroso ser mujer que ser soldado”, la afirmación es del presidente Rajoy el pasado martes en una sesión del Consejo de Seguridad, el órgano decisorio de las Naciones Unidas, presidido por primera vez por España que ha conseguido asiento no permanente.

Por iniciativa de tres activistas de la República Democrática del Congo, de Irak y de Libia, se acababa de aprobar una resolución, patrocinada por setenta países, para mejorar la protección de las mujeres en zonas de violencia armada.

La resolución, que actualizaba una de hace quince años, reconoce que, como arma de guerra, mujeres y niñas son víctimas de violencia, secuestros y esclavitud, y les da poder para que negocien los procesos de reconstrucción de la paz y para que se refuerce su presencia en las misiones de pacificación de las Naciones Unidas en las que, en algunos casos, se han producido denuncias de violencia sexual por parte de los mismos cascos azules.

Un avance en el camino de la igualdad y un reconocimiento explícito de que el Estado Islámico y Boko Haram están cometiendo crímenes de lesa humanidad. Boko Haram, que significa en la lengua hausa que la educación occidental está prohibida, es una milicia islamista localizada en el noreste de Nigeria que desde 2009 ha ocasionado alrededor de 17.000 muertos y 2,5 millones de desplazados.

Nigeria, un mosaico de etnias, con más de 120 millones de habitantes, divididos casi al 50 por ciento entre musulmanes y cristianos, en la que rige la ley islámica en 12 de los 36 estados, es la principal economía de África y uno de los diez mayores exportadores mundiales de petróleo a través de la Nigerian Nacional Oil Corporation.

Desde la toma de posesión el pasado 29 de mayo del nuevo presidente, Muhammadu Buhari, musulmán y antiguo general del Ejército, se habían registrado 1.320 muertos. Los atentados más recientes han sido protagonizados por terroristas suicidas y por artefactos explosivos improvisados en las calles de las ciudades y cerca de aeropuertos y bases militares.

Es una de esas guerras solapadas por el exceso de información, porque están sucediendo demasiadas cosas al mismo tiempo, y porque, en un mundo mundializado, Nigeria, que se convirtió en democracia hace 15 años, no puede competir con Siria, Irak, Libia, Turquía o Ucrania.

Está más alejada del foco informativo y de las prioridades de los occidentales cada vez más insensibles ante el dolor ajeno a fuerza de contemplarlo en un vertiginoso cóctel de exceso informativo en el que, la mayoría de las veces, priman el espectáculo y lo efímero.

La fotoperiodista aragonesa Judith Prat saltó del sofá y de la línea de confort para viajar hasta el noreste de Nigeria y vivir de cerca el horror de la violencia de Boko Haram personalizado en las al menos dos mil mujeres y niñas secuestradas desde 2014.

Judith Prat ha realizado un documental de imágenes y voces, “Boko Haram, una guerra contra ellas”, que se proyectará y debatirá junto al bloguero y cooperante extremeño Chema Caballero el próximo 16 de noviembre en la Casa de las Culturas de Zaragoza coincidiendo con la conmemoración del Día Internacional para la Tolerancia. Es el resultado de haber recorrido la zona en conflicto y de haber convivido con algunas de las 700 mujeres y niñas rescatadas el pasado mes de abril por el Ejército en el bosque Sambisa, el nido de la serpiente del Estado Islámico nigeriano.

De ellas, más de doscientas estaban embarazadas y otras habían tenido hijos, después de haber sido violadas y, en algunos casos, obligadas a casarse.

Campos de desplazados, iglesias, mezquitas y estaciones de autobuses en ruinas por la acción terrorista, refugios de paja, y, sobre todo, las miradas de Fátima, Habiba o Zainab, de todas las que han sido destrozadas por el dolor y la indignidad, aparecen en el documental en el que también se recogen los testimonios de las portavoces del movimiento ciudadano “Bring back our girls” (Devolvednos nuestras niñas), nacido a raíz del secuestro de 276 niñas de la población de Chibok, en el estado de Borno, que llevan más de un año en manos de Boko Haram. Un movimiento altavoz para sensibilizar al mundo difundiendo el horror, el infierno del noreste de Nigeria, apoyado por destacadas personalidades como Michelle Obama.

Judith Prat seguro que se identifica con el método de la Nobel de Literatura bielorrusa, Svetlana Alexiévich, que contaba que “he buscado durante largo tiempo el género que respondiera a cómo veo yo el mundo. Y escogí el género de las voces humanas…Yo construyo mis libros y los recojo de la calle. Desde la ventana” .

Ahora solo queda esperar que esa fuerza regional impulsada por el presidente Buhari, junto a los de Chad, Níger y Camerún, derrote antes de finalizar el año a las terroríficas milicias islamistas de Boko Haram que están extendiendo sus ataques a los países vecinos. De hecho, la Casa Blanca acaba de anunciar el despliegue de 300 militares en Camerún para tareas de información y de vigilancia aérea con drones con el objetivo de frenar el avance del yihadismo en la zona.

 

“En las zonas en conflicto ya es mucho más peligroso ser mujer que ser soldado”, la afirmación es del presidente Rajoy el pasado martes en una sesión del Consejo de Seguridad, el órgano decisorio de las Naciones Unidas, presidido por primera vez por España que ha conseguido asiento no permanente.

Por iniciativa de tres activistas de la República Democrática del Congo, de Irak y de Libia, se acababa de aprobar una resolución, patrocinada por setenta países, para mejorar la protección de las mujeres en zonas de violencia armada.