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De la burbuja de las renovables a la burbuja del hidrógeno

Hidrógeno.

Jesús Samperiz

18 de agosto de 2023 00:08 h

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La verdadera dimensión de todo lo que tiene que ver con el auge y la expansión de las Energías Renovables (EERR) llega con gran dificultad a la opinión pública que solo dispone del relato amable de las empresas energéticas que aseguran un mundo feliz en el que todos podremos disfrutar de una vida confortable con un fondo verde y “sostenible”.

Lástima que eso, como buena parte del relato que configura la apariencia de realidad en la que vivimos, también es mentira. 

Por poner un ejemplo próximo a Zaragoza, en pleno descanso estival, tal como ha pasado con el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PENIEC) ha salido a información pública el Proyecto H2Pillar; declarado de Interés de Inversión por el gobierno Lambán consiste en una planta de producción de hidrógeno verde de 60MW en el término municipal de El Burgo de Ebro. 

La denominación H2 Pillar S.L no deja de tener toque de humor pues va a recibir/pillar 14.3M€ de los Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) del hidrógeno. Se trata de una empresa unipersonal, parte del entramado de Aragonesa del Hidrógeno verde S.L. formado al 50% Enagás Renovables/ 50% CEAR  (Compañía Energética Aragonesa de Renovables). Su director también actúa como director/administrador de un número importante de empresas de EERR que junto a FORESTALIA pretende rentabilizar  “el polvo, niebla, viento y sol” y, si es posible, también el agua aunque, por el camino, se pierda la huerta.

Este proyecto de por si, no debería suscitar mayor controversia si no fuera porque, al igual que ha pasado con las centrales eólicas y fotovoltaicas que inundan los paisajes aragoneses, es una más, en una serie indefinida (con vocación de infinita) de instalaciones que están llamadas a conformar valles y corredores de hidrógeno. 

La producción de “hidrógeno verde” es una derivada del auge de las EERR cuya intermitencia requiere de elementos de almacenamiento que pueden ser baterías, embalses reversibles o el propio hidrógeno que, en este caso se conoce como vector energético. 

Lo cierto es que si no hay alguien que ponga algo de mesura en este exceso, Aragón parece llamada a convertirse en la reserva energética de Europa. Es decir, la energía que mueva la industria alemana/europea, crecerá en los campos aragoneses, pero no moverá la industria local. En instalaciones como la del Burgo de Ebro se convertirá en hidrógeno y a través de todo un mapa de corredores se transportará hasta los lugares de consumo en la Europa industrial. 

De esa forma se habrá perdido la oportunidad de una verdadera democratización del sector energético que, por sus propias características, posibilitan las EERR y en los paisajes del valle del Ebro o del Maestrazgo de Teruel habitará la misma soledad cantada por José A. Labordeta, aquella que hablaba de que “hay tierras al este donde se trabaja y pagan” acompañada, eso sí, por los beneficios industriales de algunas empresas con su sede madrileña muy cerca de la Plaza de Colón. 

El Gobierno Central elaboró la Hoja de Ruta del Hidrógeno Renovable como guía para el desarrollo de este vector energético a nivel estatal que no debería, por razones de equidad, convertir al territorio y al paisaje español en la región de abastecimiento para el resto de Europa o como lugar de paso del hidrógeno que se importe de otras regiones próximas. 

Esta peligrosa circunstancia estaría alineada con las propuestas de Enagás y otros operadores, que buscan el afianzamiento del sistema gasista y fósil con la creación de una red troncal de transporte de hidrógeno a nivel europeo, y también el desarrollo de cadenas de suministro entre diferentes países.

En este estado de cosas, es indispensable discernir entre aquellas aplicaciones que es necesario mantener y aquellas que se deben reducir o eliminar debido a su elevado coste climático, ecológico o social. Se podrían citar como ejemplo el sector de los pesticidas y fertilizantes, que representa un importante porcentaje del consumo de amoniaco cuya producción requiere hidrógeno que habitualmente procede del gas fósil y cuya demanda futura debería reducirse drásticamente por motivos ambientales y sanitarios. 

No estará de más recordar que el 90% del consumo actual de hidrógeno europeo se usa en la industria petrolífera y de fertilizantes, dos sectores que, pese al negacionismo terraplanista que avanza en la sociedad, se deberían minorizar para alcanzar la neutralidad climática y paliar las consecuencias de una escasez creciente.

Igualmente se obvia considerar el alto potencial de calentamiento (GWP) para periodos de 20 ó 100 años del hidrógeno que lo convierten en una amenaza en la lucha contra el cambio climático. Si a esto se añade la escasa eficiencia energética de su producción, transporte y almacenamiento, la eficacia del hidrógeno como estrategia de descarbonización, especialmente a lo largo de varias décadas, arroja más sombras que luces.

Los objetivos de lucha contra el cambio climático  y la pérdida de biodiversidad han de ser irrenunciables y transversales a toda actividad productiva y, en ese sentido la experiencia acumulada nos hace ser muy críticos con la actual falta de planificación y cómo, los actuales Procedimientos de Evaluación de Impacto Ambiental (EIA), no se muestran capaces de ordenar este sector que por otro lado es indispensable.

En el caso de Aragón, uno de los impactos a tener especialmente en cuenta, es el alto consumo de agua del proceso de hidrólisis en el que a partir de electricidad se produce la rotura de la molécula de agua, liberando O2 y obteniendo H2. Una implantación industrial de este tipo de proyectos enfocados a la exportación del H2 supondrá mayores demandas de agua, en una comunidad autónoma que forma parte de una cuenca hidrográfica con graves problemas de escasez a día de hoy y donde el cambio climático reducirá la disponibilidad de este recurso, acaparado por la agro-ganaderia. Quienes hablan de repartir agua como si fuera un recurso infinito ignoran de forma culpable, que una buena parte de las unidades de gestión de la cuenca del Ebro ya superan ampliamente el Indice de Explotación de Agua (WEI+) por el que la Agencia Europea de Medio Ambiente determina el buen estado de un río y eso sin contar las expectativas de crecimiento del regadío (39.000Has. en Aragón) que se contemplan en el Plan Hidrológico del Ebro (PHE) en el horizonte 2027. 

Estamos ante una nueva demanda en una cuenca ya de por si deficitaria, pero nada parece convencer a nuestros gobernantes que de “donde no hay, no se puede sacar”. 

El movimiento ecologista lleva mucho tiempo trasladando la necesidad de una planificación de las demandas a cubrir en el corto, medio y largo plazo que deberán ser compatibles con los recursos energéticos, materiales y minerales disponibles. Seguir avanzando, en un crecimiento desordenado, sin tener en cuenta la necesidad de abastecimiento presente y futuro, pone en riesgo el mantenimiento en las próximas décadas de importantes bienes y servicios para la población. 

Una falta de definiciones claras junto a una planificación defectuosa desde las administraciones públicas, hacen que sean los agentes económicos y las grandes empresas energéticas, las que determinen dónde y para qué se instala una u otra energía (y uno u otro valle de hidrógeno). Esto es lo que está sucediendo ahora con el hidrógeno, aparentemente verde, donde empresas como Enagás o Repsol se están posicionando para aprovecharse del esfuerzo económico europeo y captar ingentes cantidades de dinero público para mantener en pie unos sectores productivos reacios a asumir los cambios profundos que la Emergencia Climática exige. 

Tal como expresa Ecologistas en Acción en varios documentos,  sustituir el consumo de hidrógeno proveniente de la energía fósil por H2 producido desde EERR, es un proceso que no ha sido estudiado en todas sus dimensiones y alcances. Pese a ello grupos financieros y empresariales, bajo el epígrafe de la “colaboración público-privado”, están tomando posiciones para recabar fondos públicos y convertir la transición ecológica en una nueva oportunidad de negocio con captación de los fondos de los PERTE. 

Todo ello se ha convertido en un nicho de negocio muy apetecible para, dando por buena la falsa idea del crecimiento sostenido, consolidar los beneficios de los grupos financieros que han aterrizado en el mundo de las EERR. 

Bien es cierto que no se puede desligar el abastecimiento de este hidrógeno como recurso material, de la previsible demanda de estos bienes en un futuro, pero en ningún momento y bajo ninguna circunstancia se debería consentir la ruptura de una adecuada orientación de la transición ecológica. El planeta y España con él, está viviendo una crisis social inédita en la historia de la humanidad que necesita de mayor generosidad compartida de la que hacen gala los oligopolios que son precisamente, responsables en buena medida de esa crisis.

En medio de todo el optimismo empresarial que, día a día, se proyecta en la sociedad, no se pueden olvidar, las repercusiones que tiene el hidrógeno verde. 

No están suficientemente tratados, estudiados ni discutidos los impactos derivados de la instalación de EERR y de obtención del hidrógeno. El hecho de que la fabricación de H2 requiera ingentes cantidades de energía no debería obviar los impactos de la minería de los materiales que requiere, la transformación y ocupación de los lugares donde se instala la producción de energía, la competencia por el territorio entre los lugares preservados para el desarrollo humano o las cuantiosas pérdidas energéticas que lo convierten en un proceso técnico con una pobre tasa de retorno energético.

Hay que repetir hasta la extenuación que estamos ante una técnica poco experimentada que presenta una escasa eficiencia. Su fabricación y almacenamiento tiene importantes pérdidas, que podrían reducir la eficiencia del proceso al 20% en muchas de sus aplicaciones.

Al mismo tiempo, la construcción de nuevas infraestructuras está posibilitando la reactivación del sector de las energías fósiles y esto contradice abiertamente la necesidad de abordar adecuadamente la transición ecológica que requiere superar los discursos centrados en la sustitución de unas tecnologías por otras. El nuevo paradigma que el planeta reclama no puede ser una continuidad del que ha causado las crisis a las que hay que hacer frente.

En este escenario la introducción de las EERR y todo su mercado secundario, entre el que el hidrógeno es actor principal, se está convirtiendo, apenas sin discusión, en la receta de éxito con que el statu quo pretende perpetuarse en la idea del crecimiento constante. Y eso a pesar de que ya en 1972 el “Informe sobre los Límites del Crecimiento” del Club de Roma determinara la imposibilidad de un crecimiento económico sostenido sin generar graves daños al planeta y a la estabilidad social.

En España y en eso que se ha dado en llamar el mundo occidental, la cordura ha sido derrotada por el exceso y la sinrazón.

Tal como dice Antonio Muñoz Molina, se ha inaugurado la “era de la vileza”, el régimen perfecto para las oligarquías internacionales que planean la continuidad de su enriquecimiento.

Cuando se sustituye la necesidad de hacer frente a la Emergencia Climática que impone la evolución de la naturaleza por un continuismo económico no exento de un patente retroceso en el modelo social de derechos y libertades, la sociedad en su conjunto esta perdiendo la oportunidad de ajustar el latido de su corazón al potente y eterno latido del planeta que nos sostiene y nos permite ser parte del mayor de los sueños. La vida, una experiencia inefable que no debería ser nunca objeto del mercado.

...Es el mejor de los buenos

quien sabe que en esta vida

todo es cuestión de medida:

un poco más, algo menos…

Proverbios y cantares (Campos de Castilla)

Antonio Machado 1912

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