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No es ningún secreto que la industria musical se ha basado siempre en repetir machaconamente un tema musical hasta que nos lo meten en el cerebro. Canciones malas, canciones del verano o del invierno, que cuando la escuchas la primera vez, no te gusta; cuando la escuchas la segunda vez, te gusta menos y cuando la escuchas por tercera vez, mueves las caderas. Un producto objetivamente malo desde todos los puntos de vista acaba convirtiéndose en bueno para la mayoría de la gente. Eso es lo que nos han hecho con Bertín Osborne.
Osborne estaba ya en el rincón de los trastos viejos, en ese desván donde se guardan las cosas pasadas de moda, inservibles y horteras. Había un consenso en la idea de que esa figura con aires de vaquero del Marlboro, cruce entre galán y señorito andaluz, estaba felizmente superado. Pero hete aquí que alguien en Televisión Española debió decidir que había que resucitarlo. Este futuro de pusilánimes necesitaba un héroe del pasado y, como en Demolition Man, descongelaron del hielo a nuestro Stallone, Bertín. En la tele hasta que os guste. Si no queréis caldo, tomad diecisiete tazas. Tras las tazas, el cantante latino, presentador y propietario es ahora líder de opinión.
Pero la ley de la canción del verano también se puede aplicar a la inversa. Puede hacer que se aborrezca una buena canción a fuerza de ponerla todos los días, como los temas que suenan en M80 insistentemente hasta que suenan como el rumor lejano del tráfico. También puede hacer que una persona valorada y querida acabe siendo rechazada por no se sabe muy bien qué. ¿Alguien recuerda el año 2015? No ha pasado tanto tiempo aunque lo parezca. Pablo Iglesias era el hombre más respetado y admirado de España a raíz de sus apariciones los sábados por la noche. Todavía revientan los indicadores de audiencias cuando aparece en un programa de televisión. Pero en un año y medio, el bombardeo constante desde el 99% de las cabeceras y la totalidad de los medios da sus frutos. ¿Pablo es duro? Mal ¿Pablo es blando? Mal. ¿Pablo tiende la mano? Mal. ¿Pablo cierra la mano? Mal. ¿Pablo…? MAL también.
¿Recuerdan los grandes éxitos “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, “los funcionarios son unos privilegiados” o más atrás, antes de la crisis “el que no tiene una casa en propiedad es porque no quiere”? Eran todas malas canciones. Pésimas canciones que a fuerza de ser repetidas por los tertulianos de la tele y la radio acabaron moviéndoos las caderas a más de uno. Movisteis el bullarengue con el hit “Garzón me parece un tipo sensato y moderado” hasta que se alió con Podemos y descubristeis el remix “Vaya, si resulta que Garzón es comunista”. Hoy bailáis con “si hay terceras elecciones no voy a votar”, “lo importante es que haya gobierno, sea el que sea” y mi preferida, la que revienta las pistas de baile en el Cuñados’ Club: “lo que tendrían que hacer es no pagar a los políticos hasta que no se pongan de acuerdo”.
Opiniones hay para todos los gustos y simpatías políticas, todas legítimas. Pero cuando tu opinión coincide con el coro mediático yo me pararía a pensar si a lo mejor, sólo a lo mejor, eres un bailarín borracho de canciones del verano en Salou. O lo que es peor, fan de los discos de Bertín. No sería extraño.
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