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Celebrar para no olvidar

Premio Goya.

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El mito que durante muchos años acompañó a la película Salida de Misa de doce del Pilar de Zaragoza de Eduardo Jimeno tuvo, entre otras consecuencias, que el año 1996 acogiera por todo lo alto la gran fiesta del cine español. La celebración de su erróneo centenario sirvió para corregir un dato acuñado desde el seno del Régimen franquista y perpetuado por la historiografía afín a sus ideales. Más allá de dicha idiosincrasia, tampoco sería justo minusvalorar el trabajo del director aragonés, uno de los pioneros del séptimo arte a nivel nacional. Razón que sin duda justifica un año de festejos de muy diversa índole, todos ellos vinculados con el mundo del cine. 

Se podría hablar incluso que 1996 supuso un punto de inflexión dentro del audiovisual contemporáneo aragonés, tal y como señaló el historiador del arte Luis Antonio Alarcón. La carencia de actividades y eventos vinculados con dicha manifestación artística se vio solventada a partir de ese instante con innumerables proyectos nacidos desde diferentes colectivos e instituciones. De hecho, fue en septiembre de ese año cuando tuvo lugar el I Festival Nacional de Cine de Jóvenes Realizadores Ciudad de Zaragoza, un acontecimiento que despertó el optimismo del colectivo y que con posterioridad derivó en el actual Festival de Cine de Zaragoza. Fue también el momento en el que la Semana del Cine y de la Imagen de Fuentes de Ebro (SCIFE) comenzaba a dar sus primeros pasos, un foro de encuentro que contribuyó a la emergencia de otras tantas nuevas propuestas.  

Con el mismo espíritu pero diferente formato, 1996 fue a su vez el año en el que Ramón Perdiguer decidió poner en marcha una serie de encuentros mensuales en los que, frente a una buena mesa y un puñado de amigos, afloraran exquisitos debates e intercambios alrededor del séptimo arte. La ya mítica Tertulia Perdiguer no solo continuó con su actividad de manera ininterrumpida -la actual situación pandémica ha sido la única excepción que obligó a suspender la presencialidad-, sino que terminó convirtiéndose en un referente en la capital aragonesa, participando con ciclos, proyecciones y diversos eventos en la agenda cultural zaragozana. Febrero ha sido el mes en el que ha conmemorado su 25 aniversario, una celebración agridulce empañada por las restricciones vigentes en la ciudad, que, pese a todo, no ha mermado el entusiasmo de un colectivo ansioso por continuar aportando su granito de arena. 

Como la Tertulia Perdiguer, otra cita indispensable, el ciclo “La buena estrella”, ha cumplido estos días 25 años. Nacido con el nombre de “Yo confieso” bajo el amparo del Ayuntamiento de Zaragoza, su periplo se interrumpió en 1999, siendo retomado en mayo de 2002 por la Universidad de Zaragoza con su denominación actual. Frente a la actividad se encuentra uno de los rostros más polifacéticos de nuestra tierra, Luis Alegre, encargado de conducir unas sesiones orientadas a conocer mejor el trabajo desempeñado por relevantes cineastas nacionales. En éstos y otros casos, recordar y conmemorar su punto de partida supone echar la vista atrás para hacer balance, reflexionar y coger impulso para seguir adelante. Porque mientras existan este tipo de foros, podremos presumir de que nuestra cultura goza de buena salud.

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