El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.
Estoy seguro de que cuando menos el 90 % de la gente no tiene ni idea de lo que significan estas siglas; como lo estoy de que la mayoría del 10 % restante, sabiendo que son “tratados de libre comercio” de la UE con Canadá y EEUU respectivamente, no sabría precisar como afectarán a nuestras vidas. Pero aún me llama más la atención hasta qué punto eluden el tema los medios de comunicación. Incluso entre los polifacéticos tertulianos, “sabedores de todo”, parece cundir la ignorancia más supina al respecto. Y sin embargo, me atrevo a afirmar, sin ningún género de dudas, que la firma o no de estos tratados es mucho más trascendente para nuestras vidas que la investidura o no de Rajoy.
Estos pretendidos “tratados de libre comercio”, no pretenden propiamente facilitar el comercio, sino imponer los intereses comerciales de las grandes corporaciones por encima del interés general de las poblaciones, de la jurisdicción de los tribunales e incluso del poder de las urnas.
Estos tratados se basan en el principio de la máxima desregulación. Por ejemplo, si en EEUU está permitido el clembuterol en la carne, deberá permitirse en Europa. Se impone, en suma, el nivel mínimo de protección ambiental, de legislación laboral, de protección a la salud pública, etc…, vigente en uno y otro de los países firmantes.
Por otro lado, desaparecen las protecciones derivadas de las denominaciones de origen. Si en California o en Toronto, algún productor hace vino de tipo “Jerez” podrá llamarlo “Jerez” y competir en España y Norteamérica bajo esa denominación. Y lo mismo para las diversas denominaciones de origen de jamones, quesos y demás productos con fama nacional o internacional …
Si un parlamento nacional aprobara una ley obligando a que la cerveza, u otras bebidas, se tuvieran que comercializar en envases reutilizables, para ahorrar recursos y reducir desechos, cualquier exportador de cerveza en envases no reutilizables podría demandar al Gobierno de ese país, ante los tribunales de arbitraje previstos en estos tratados, y exigir millonarias indemnizaciones por haber afectado a sus intereses comerciales. Y lo mismo podría ocurrir si se pretendiera etiquetar los alimentos, dando una información adecuada a los usuarios, si en el otro país firmante no hubiera obligación de hacerlo.
El tema de los tribunales privados de arbitraje internacional es otro de los grandes asuntos en juego. Son tribunales que se sitúan al margen y por encima de los tribunales de justicia vigentes. A diferencia de éstos, que se supone responden al interés general, los tribunales de arbitraje vigilan y velan por el interés privado de las grandes corporaciones, en sus transacciones y negocios en el ámbito de los países firmantes.
Proteger a la explotación familiar agraria o ganadera con las vigentes subvenciones públicas, frente a la competencia de las grandes explotaciones agro-industriales dominantes en Norteamérica, pasaría a ser ilegal. Mientras que promover prácticas de “venta a pérdidas”, desarrolladas por grandes empresas, vendiendo durante un tiempo por debajo de costes hasta hundir a los pequeños productores; o prácticas de dumping, produciendo a costes más bajos donde no existe salario mínimo, derecho al paro o la obligación de cotizar a la seguridad social, no se considera competencia desleal, sino legítima competencia en el libre mercado.
Aunque crece el número de países que exigen referéndums nacionales, como condición para validar la firma de estos Tratados, resulta preocupante que PSOE, PP y Ciudadanos apoyen su tramitación en el Parlamento Europeo y se alimente la idea de una simple aprobación en la Comisión y en el Parlamento Europeo, eludiendo incluso el debate y aprobación en los Parlamentos Nacionales.
En Alemania, Francia y Países Bajos cientos de miles de personas se manifiestan contra estos tratados, crece el clamor ante al secretismo de la negociación y se entregan en Bruselas tres millones y medio de firmas en su contra. Sin embargo, en España, ni siquiera la cumbre Europea, que debía firmar el CETA, parece merecer la atención de nuestros medios de comunicación.
La consigna de las poderosas corporaciones internacionales que promueven estos tratados es DISCRECIÓN y SILENCIO. No en vano se les conoce como “Tratados Vampiro”; y no sólo por la sangre que nos puedan chupar, como algunos habrán imaginado, sino porque la luz de la información y del debate democrático los mata.
El Sr. Rajoy, en el Pleno de Investidura, dejando a un lado su patriótica defensa de la soberanía nacional, ya defendió que en este tema debía ser Bruselas quien decidiera directamente. Nosotros exigiremos debatir, tanto el CETA como el TTIP, en el Congreso, con luces, taquígrafos y “altavoces” en las calles.
Estoy seguro de que cuando menos el 90 % de la gente no tiene ni idea de lo que significan estas siglas; como lo estoy de que la mayoría del 10 % restante, sabiendo que son “tratados de libre comercio” de la UE con Canadá y EEUU respectivamente, no sabría precisar como afectarán a nuestras vidas. Pero aún me llama más la atención hasta qué punto eluden el tema los medios de comunicación. Incluso entre los polifacéticos tertulianos, “sabedores de todo”, parece cundir la ignorancia más supina al respecto. Y sin embargo, me atrevo a afirmar, sin ningún género de dudas, que la firma o no de estos tratados es mucho más trascendente para nuestras vidas que la investidura o no de Rajoy.
Estos pretendidos “tratados de libre comercio”, no pretenden propiamente facilitar el comercio, sino imponer los intereses comerciales de las grandes corporaciones por encima del interés general de las poblaciones, de la jurisdicción de los tribunales e incluso del poder de las urnas.