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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Consejero Bancalero, la sanidad pública se nos muere

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Acabo de ganar la batalla al cáncer de próstata. Ha sido una lucha contra el reloj de meses en los que me he topado con muchos, demasiados obstáculos en la sanidad pública. Eternas y angustiosas esperas, que irremediablemente me han acabado empujando muy a mi pesar hacia la sanidad privada. Me estaba jugando la vida y me urgía buscar una salida que la sanidad pública ha sido incapaz de darme. Ha sido una decisión dolorosa para alguien que como yo es ferviente defensor, casi obsesivo, de la sanidad pública, convencido de que es uno de los grandes pilares, junto a la educación, el cuidado de nuestros mayores y la asistencia social a los desfavorecidos, del Estado de Bienestar. 

La Constitución Española reconoce en su artículo 43 el derecho a la protección de la salud, que para ser efectivo requiere de los poderes públicos la adopción de las medidas idóneas para satisfacerlo. El Gobierno de Aragón aprobó el 3 de noviembre de 2009, que sigue vigente en la web institucional, una orden que regula la aplicación de los tiempos máximos de respuesta en primeras consultas de asistencia especializada y procedimientos diagnósticos en el Sistema de Salud de Aragón. Se establecen como tiempos máximos de respuesta sesenta días para primeras consultas de asistencia especializada y treinta días para procedimientos de diagnóstico. Y esos plazos es evidente que se incumplen permanentemente. Lo sorprendente y también muy desconocido por la sociedad de que esa norma permite acudir a la sanidad privada si se incumplen los plazos y que los gastos sean sufragados a cargo de la Administración.

Porque es justo que nuestros impuestos contribuyan a mejorar nuestra calidad de vida. Pero no es de justicia social que con un indicador PSA sospechosamente elevado se demore cinco meses la realización de la correspondiente resonancia magnética que finalmente confirma las sospechas iniciales. 

No es de justicia social que, a partir de entonces, no se active ningún mecanismo de atención prioritaria y el proceso se desarrolle a un ritmo angustiosamente ralentizado: Resonancia magnética (25 de noviembre); Biopsia (13 de febrero); TAC tórax y abdomen (18 de marzo); diagnóstico definitivo en el Servicio de Urología (27 de marzo). Extracción de próstata (cuatro meses “cómo mínimo” de espera) Imposible esperar tanto tiempo. Tic, tac, tic tac

No es de justicia social que la queja en la Oficina de Atención al Paciente del Hospital Miguel Servet se limite a una respuesta lacónica, casi obscena, de comprensión por la situación con la promesa de que la reclamación se trasladará al departamento correspondiente. 

No es de justicia social que para una operación de cáncer de próstata considerada de “alto riesgo” haya una lista de espera de cuatro meses “como mínimo” porque el milagroso robot Da Vinci, que en la sanidad pública aragonesa solo está instalado en el Hospital Miguel Servet de Zaragoza, esté colapsado y desbordado para atender todas las patologías relacionadas con el cáncer. Alguien debería explicar por qué no se realizan operaciones por la tarde y se estruja lo máximo posible las posibilidades de la máquina. Me imagino que, como siempre, el tema económico pesa en las decisiones políticas, también en la salud.

Y no es de justicia social que el personal sanitario, al que no guardo el más mínimo reproche, asista impotente y con las manos atadas a las interminables listas de espera y, en consecuencia, al progresivo deterioro de una sanidad pública que entró en coma en la pandemia del COVID y que el envejecimiento de la población, en consecuencia el aumento de la esperanza de vida y de las patologías, está contribuyendo a su defunción para gozo y disfrute de la sanidad privada.

A pesar de todo, consejero de Sanidad del Gobierno de Aragón, José Luis Bancalero, sigo confiando en nuestra sanidad pública porque es la de todos. Y todos, especialmente, los poderes públicos, la debemos cuidar.

Por último, todo mi agradecimiento a la Asociación Española contra el Cáncer, en Zaragoza, que ejerce una labor impresionante de apoyo en momentos muy complicados; gracias a la Clínica Viamed Montecanal por sus cuidados y por apostar por la cirugía robótica Da Vinci, responsable de tantas vidas salvadas. Y todo mi agradecimiento al doctor Jorge Rioja Zuazu, a su tío Carlos Rioja y a su magnífico equipo de cirujanos, anestesistas y personal sanitario. Gracias a todos ellos, hoy puedo decir que el cáncer de próstata ha dejado de ser mi pesadilla. 

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