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Crónica de una revolución anunciada

Muchos de los movimientos sociales que han revolucionado el modo de vivir de las personas han tenido un principio y un fin. Nadie ha sido capaz de mantener una agitación social durante casi tres siglos, con una misma causa, defendiendo una única meta. Nadie… excepto el feminismo.

La causa que nos diferencia de otros es el hacer y el pensar de millones de mujeres organizadas, repartidas por todo el mundo, sin ser dirigidas ni jerarquizadas.

El feminismo es más que un discurso, más que una reflexión, la práctica feminista conlleva también una ética, una forma de vivir en el mundo y de cambiarlo. El feminismo es la luz que muestra las sombras de todos los procesos, ideas, leyes y gestiones que han sido elaboradas sin las mujeres: religiones, justicia, familia, democracia, desarrollo económico... Una luz perseguida para apagarla pero alimentada con la lucha, con victorias, el sufrimiento y la muerte de muchas mujeres. Luz que, de generación tras generación, ha sido transferida de abuelas a madres, de madres a hijas y nietas… luz que en el siglo XXI alumbra más que nunca.

Ser feminista hace unos años era un estigma para una mujer, significaba ser señalada e insultada, éramos para el patriarcado y el capitalismo como un gen maligno que amenazaba con destruir los cimientos de la construcción política, social y económica.

Quisieron convertir en moda la conciencia feminista, disuadirla y maquillarla socialmente, normalizarla, pero la realizad no mostraba conciencia del cambio social.

Y volvimos a salir a las calles, indignadas. Éramos las olvidadas, nos hermanamos y nos unimos de nuevo para tomar impulso.

Las mujeres, hasta ahora silenciadas, retomamos la voz para gritar: ¡Basta Ya! Basta ya de violencias machistas, que nos atraviesan y nos matan. Basta ya de un sistema patriarcal que se sustenta en el trabajo invisibilizado y no remunerado. Basta ya a todas las desigualdades que sufrimos por el mero hecho de ser mujeres. El contexto actual de crisis, tanto económica como política, es el marco perfecto para hacernos reflexionar sobre el sistema injusto en el que vivimos, el capitalismo atroz que nos devora y el orden que ocupan las cosas. Debemos luchar para poner la vida en el centro.

No estábamos cansadas, estábamos más fuertes, organizándonos, sin barreras de razas, religiones, ni fronteras, nos une una causa y una ética… ser mujer y el cambio hacia una sociedad igualitaria. Y el resultado: 6.000.000 de personas en las calles.

El poder transformador se mide en la incorporación de jóvenes y la permanencia de mujeres que han hecho de su vida la lucha por el feminismo. Esta unión generacional es una de las claves para entender el éxito del 8M, la alianza entre mujeres tiene un potencial inmenso, que sobrepasa a la propia huelga. Los lazos, el trabajo en común, la inteligencia colectiva y la forma en que se ha gestado este proceso, es un éxito en sí mismo para dar continuidad a un cambio en el orden de las cosas.

Diversos agentes sociales se han visto afectados por este proceso. Los hay que lo han entendido y apoyado, pero quedan sectores de resistencia al cambio que optan por cuidar su estatus antes que luchar por la demanda de la sociedad.

Las mujeres ya estamos en marcha y esperamos que nuestr@s representes polític@s sepan estar a la altura, escuchen al movimiento feminista y garanticen políticas efectivas para erradicar las violencias machistas, dotándolas de los presupuestos necesarios para aplicar políticas con perspectiva de género y para leyes de igualdad.

Este 8M se ha hecho historia, pero la historia continúa. Sigamos articulando nuevas alianzas, reforcemos las redes y salgamos construyendo, de la mano, una sociedad más justa e igualitaria.

Muchos de los movimientos sociales que han revolucionado el modo de vivir de las personas han tenido un principio y un fin. Nadie ha sido capaz de mantener una agitación social durante casi tres siglos, con una misma causa, defendiendo una única meta. Nadie… excepto el feminismo.

La causa que nos diferencia de otros es el hacer y el pensar de millones de mujeres organizadas, repartidas por todo el mundo, sin ser dirigidas ni jerarquizadas.