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Pasan los días, avanza el verano y de Rajoy sólo sabemos que sigue en su papel de víctima esperando que los apoyos para formar Gobierno le caigan del cielo. Mientras, al resto de fuerzas se nos exige extraños autos de fe para apoyar Ejecutivos que actúan de forma completamente opuesta a la que defendemos.
De momento, el vencedor de las elecciones tan solo ha mantenido un breve encuentro protocolario con cada uno de los líderes de los grupos y ha presentado un inaceptable documento que no es más que un refrito de un programa electoral que rechazamos todos los demás grupos parlamentarios. Con tan escaso bagaje, es injusto exigir al resto de fuerzas que hagamos un imposible para dar apoyo a quien durante cuatro años ha gobernado con mano de hierro, desdén hacia la oposición, a golpe de decreto y quien ha aplicado severos recortes que no han contribuido además para mejorar la situación. Eso sí, desde el primer día implora un apoyo que difícilmente se le puede dar.
Cierto es que Rajoy ganó las elecciones ampliamente. Y que salió reforzado gracias a la lamentable estrategia de Garzón-Iglesias, quienes cegados en su obsesión por aniquilar el PSOE y ocupar el poder realizaron la mayor de las torpezas. Pero la victoria de Rajoy le obliga a pactar –algo a lo que no está acostumbrado—para llegar a la mayoría necesaria para gobernar. Porque por mucha investidura que haya, si no hay opciones de gobernabilidad, hacerle presidente es un ejercicio vano.
Todos conocemos el escenario vigente. Pero no sé si todo el mundo es consciente de la complejidad del mismo. A la vista de lo oído y lo leído, creo que no. Existe un intento –no sé si deliberado—de responsabilizar a los políticos de la situación actual y el aparente bloqueo que ha provocado que llevemos más de 220 días sin Gobierno. Una situación preocupante pero de la que creo que no hay que buscar culpables. Cierto es que es obligación de los políticos llegar a acuerdos. Y creo que en ello estamos. De hecho, los socialistas lo intentamos con ahínco desde enero a abril, con un gran desgaste y numerosas críticas por el mero hecho de intentarlo. Ahora se nos acusa de no querer hacerlo, olvidando las voces censoras que los ciudadanos nos han colocado claramente en la oposición.
Nadie quiere unas terceras elecciones, pero en el hipotético caso de que las hubiera, sería profundamente injusto responsabilizar a los partidos. Echar la culpa a los políticos, no sería en este caso aceptable, porque esos políticos representan una u otra opción ideológica y difícilmente podrían rendir cuentas ante quienes les votaron.
Hay factores que dificultan enormemente cualquier acuerdo y hacen ver que no es un capricho de uno u otro líder esta situación. Nunca antes el ganador de las elecciones había quedado tan lejos de la mayoría absoluta. Nunca antes había requerido tantos apoyos. Nunca antes había habido una fragmentación ideológica tan clara, con cuatro formaciones con más de 30 escaños. Nunca antes se había radicalizado tanto el discurso de los partidos independentistas. Porque nunca antes había habido hasta cinco grupos partidarios del secesionismo. Nunca antes el principal partido de la oposición había obtenido un número de escaño tan bajo y nunca antes la diferencia entre la segunda y la tercera fuerza había sido tan escasa. Por eso, nunca antes había sido tan difícil alcanzar un acuerdo de Gobierno. Sin tener en cuenta estos factores no se puede tener una visión justa de lo complejo que es formar Gobierno.
Por eso, creo que hay que ser justos y dar al César lo que es del César. El panorama surgido de las urnas es el que es. El que se decidió tras el recuento de millones de votos. Nadie eligió que la composición aritmética fuera tan endiablada. Pero esa es la grandeza de la democracia. Los ciudadanos hablaron y demostraron que España es, hoy más que nunca, un país plural y con una amplísima diversidad de criterios e ideologías. Eso enriquece nuestra democracia al tiempo que nos obliga a aparcar históricos prejuicios. Pero nunca se puede exigir que sea una sola la formación que los aparque ni se puede considerar a los políticos responsables de un panorama político tan complejo como apasionante.
Pasan los días, avanza el verano y de Rajoy sólo sabemos que sigue en su papel de víctima esperando que los apoyos para formar Gobierno le caigan del cielo. Mientras, al resto de fuerzas se nos exige extraños autos de fe para apoyar Ejecutivos que actúan de forma completamente opuesta a la que defendemos.
De momento, el vencedor de las elecciones tan solo ha mantenido un breve encuentro protocolario con cada uno de los líderes de los grupos y ha presentado un inaceptable documento que no es más que un refrito de un programa electoral que rechazamos todos los demás grupos parlamentarios. Con tan escaso bagaje, es injusto exigir al resto de fuerzas que hagamos un imposible para dar apoyo a quien durante cuatro años ha gobernado con mano de hierro, desdén hacia la oposición, a golpe de decreto y quien ha aplicado severos recortes que no han contribuido además para mejorar la situación. Eso sí, desde el primer día implora un apoyo que difícilmente se le puede dar.