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La distancia a la realidad

Alfonso Alegre / Alfonso Alegre

Candidato 1º de Podemos al Senado por Zaragoza —

Existe una tendencia en los seres humanos a pensar que nuestra realidad es La Realidad, nuestro entorno es Lo Normal, es La Sociedad. Esto, que insisto se puede aplicar a toda persona, es especialmente llamativo en la Casta de nuestro país y observable a través de sus comportamientos. Todos recordamos las palabras de Esperanza Aguirre cuando siendo Presidenta del Senado decía que con ese salario, no llegaba a fin de mes, o su actuación con los agentes de movilidad, los viajes de Monago, las tarjetas black, el coche oficial para ir a la compra y un desgraciadamente larguísimo etc.

El problema más grave de todo esto, más incluso que los propios hechos, es el desconocimiento absoluto de la realidad que tienen los políticos de la Casta. Visten trajes de 1.000 euros y bolsos de Prada, sus vecinos viven en urbanizaciones y se recomiendan  restaurantes Gourmet, sus hijos van a colegios privados que cuestan miles de euros y se relacionan en elitistas clubes privados o en fiestas de cumpleaños pagadas por la Gürtel y  todo esto es para ellos “La Normalidad”, lo que hace “Todo el Mundo”. Así no pueden entender a esa familia mileurista que lleva a sus hijos a la escuela pública, que se relacionan con otros padres en el parque y que llevan años aguardando por una plaza en una residencia para que la abuela dependiente pueda estar atendida todo el día.

Este alejamiento de la realidad no es baladí porque afecta de forma directa a lo que aparece en la agenda política, siendo aquello que forma parte de su realidad lo que aparece en primer plano. Un buen ejemplo de esto es el transporte. Las personas que usan el avión o el AVE  habitualmente son una autentica minoría, sobre todo si lo comparamos con las que usan Cercanías o autobús. Sin embargo para  estos medios de transporte no existen ni la mitad de regulaciones que existen para proteger a sus usuarios, ni se les da apenas importancia mediática o inversora.

Parece obvio pues, que para que las políticas publicas vayan en beneficio de la gente común es un imperativo que  los políticos sean parte de esa gente que va en Metro a trabajar, que cobran salarios normales, que lleva a sus hijas a la escuela pública etc. Es por ello que los códigos éticos de nuevas formaciones como Podemos o las candidaturas de unidad popular aparecen no ya como una herramienta para prevenir la corrupción (que también) sino como un mecanismo para impedir que los políticos se alejen de la realidad  y de esta forma gobiernen para la gente.

Cuando veo que los cargos de Podemos cobran 3 veces el SMI, cuando veo que Pablo Iglesias en sus viajes cena en casa de militantes, cuando veo que Pedro Santisteve acude a trabajar andando, pienso en una cita que me gusta mucho y que escuché a José Mújica  “Hay que vivir como se piensa o se termina  pensando como se vive”.

Existe una tendencia en los seres humanos a pensar que nuestra realidad es La Realidad, nuestro entorno es Lo Normal, es La Sociedad. Esto, que insisto se puede aplicar a toda persona, es especialmente llamativo en la Casta de nuestro país y observable a través de sus comportamientos. Todos recordamos las palabras de Esperanza Aguirre cuando siendo Presidenta del Senado decía que con ese salario, no llegaba a fin de mes, o su actuación con los agentes de movilidad, los viajes de Monago, las tarjetas black, el coche oficial para ir a la compra y un desgraciadamente larguísimo etc.

El problema más grave de todo esto, más incluso que los propios hechos, es el desconocimiento absoluto de la realidad que tienen los políticos de la Casta. Visten trajes de 1.000 euros y bolsos de Prada, sus vecinos viven en urbanizaciones y se recomiendan  restaurantes Gourmet, sus hijos van a colegios privados que cuestan miles de euros y se relacionan en elitistas clubes privados o en fiestas de cumpleaños pagadas por la Gürtel y  todo esto es para ellos “La Normalidad”, lo que hace “Todo el Mundo”. Así no pueden entender a esa familia mileurista que lleva a sus hijos a la escuela pública, que se relacionan con otros padres en el parque y que llevan años aguardando por una plaza en una residencia para que la abuela dependiente pueda estar atendida todo el día.