El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.
Hace unos días, la sociedad turolense volvió a dar una lección más de civismo y madurez democrática. Fue en una multitudinaria manifestación, unánime en los apoyos, para reivindicar un ferrocarril de primera que enlace los puertos del Mediterráneo con el Cantábrico. Una infraestructura prioritaria para el desarrollo de la provincia, y también de Aragón, que nunca ha contado con el debido apoyo de las instituciones estatales. Asumo la responsabilidad que puede tener mi partido, si bien hay que recordar que fue un Gobierno socialista el primero que dispuso fondos específicos para esta provincia y creó un plan único para contribuir a su desarrollo. Conviene recordarlo en tiempos de memorias frágiles y discursos olvidadizos.
Teruel fue la punta de lanza de una reivindicación que hacemos nuestra todos los aragoneses. No es de recibo que dos de la cinco ciudades principales de España estén separadas por tren por cinco horas cuando un trayecto de 150 por hora nos uniría tan solo en dos. No es de recibo que haya tramos en los que se circule a 20 por hora y que la duración del trayecto sea la misma que hace 80 años. Tampoco es de recibo que nuestras mercancías (ahora que Zaragoza está a punto de convertirse en la segunda ciudad con más tráfico aeroportuario de carga de España, solo superada por Barajas) no puedan llegar a Sagunto por vía directa y tengan que hacer un rodeo hasta Tarragona. No hablamos de proyectos locales. Son proyectos de Estado y así lo tiene que ver de una vez el Gobierno central.Proyectos que suprimen el carbono que vertemos a la atmósfera y que vertebran un país que corre un riesgo real de convertirse en un desierto de interior.
El nuevo ministro es diligente en sus compromisos. Y al día siguiente de la manifestación ya anunció una inversión de 333 millones en ese corredor. ¿De verdad o simple maquillaje? Las hemerotecas y los socialistas no olvidaremos ese dato en toda la legislatura. Cierto es que el ministro se está demostrando muy diligente en sus promesas pero poco se concreta en los resultados. De hecho, la primera en la frente. El proyecto de presupuestos presentado por Montoro arroja una caída de la inversión del 21 % y apenas invierte unos 16 millones en este eje tan prioritario para los aragoneses, los levantinos, los navarros, los vascos y los riojanos. Por tanto, me temo que volvemos a estar ante una legislatura al ralentí. Justo igual que los trenes que apenas tienen fuerza para circular por Sarrión o Calamocha. Estaremos vigilantes.
Hace unos días, la sociedad turolense volvió a dar una lección más de civismo y madurez democrática. Fue en una multitudinaria manifestación, unánime en los apoyos, para reivindicar un ferrocarril de primera que enlace los puertos del Mediterráneo con el Cantábrico. Una infraestructura prioritaria para el desarrollo de la provincia, y también de Aragón, que nunca ha contado con el debido apoyo de las instituciones estatales. Asumo la responsabilidad que puede tener mi partido, si bien hay que recordar que fue un Gobierno socialista el primero que dispuso fondos específicos para esta provincia y creó un plan único para contribuir a su desarrollo. Conviene recordarlo en tiempos de memorias frágiles y discursos olvidadizos.
Teruel fue la punta de lanza de una reivindicación que hacemos nuestra todos los aragoneses. No es de recibo que dos de la cinco ciudades principales de España estén separadas por tren por cinco horas cuando un trayecto de 150 por hora nos uniría tan solo en dos. No es de recibo que haya tramos en los que se circule a 20 por hora y que la duración del trayecto sea la misma que hace 80 años. Tampoco es de recibo que nuestras mercancías (ahora que Zaragoza está a punto de convertirse en la segunda ciudad con más tráfico aeroportuario de carga de España, solo superada por Barajas) no puedan llegar a Sagunto por vía directa y tengan que hacer un rodeo hasta Tarragona. No hablamos de proyectos locales. Son proyectos de Estado y así lo tiene que ver de una vez el Gobierno central.Proyectos que suprimen el carbono que vertemos a la atmósfera y que vertebran un país que corre un riesgo real de convertirse en un desierto de interior.