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Errejón entra en juego

Finalmente, Errejón ha dado el salto a la política estatal y, como era de esperar, desde el principio ha sido objeto de críticas de todo tipo. Ya el 27 se septiembre en InfoLibre, Luis Arroyo, en su artículo “Lo que le faltaba a la izquierda”, llegaba a la conclusión de que, puesto que en la izquierda española ya había una opción socialdemócrata, el PSOE, y otra comunista, Unidas Podemos, no cabía ninguna opción nueva: “Si a la izquierda española no le hacía falta una oferta ideológica que ya estaba cubierta por los socialistas y por Podemos, ¿qué ofrece entonces Más País, la nueva oferta nacional de Iñigo Errejón? Evidentemente, nada más que un liderazgo distinto al de Pablo Iglesias y al de Pedro Sánchez. Errejón no haría nada distinto de lo que plantean sus dos adversarios de la izquierda” Y más abajo, añadía: “Errejón vendría a traer buen rollo”.

Creo que Luis Arroyo parte de un criterio excesivamente reduccionista: en la izquierda solo caben dos opciones ideológico-políticas (por cierto, sería conveniente redefinir qué supone en estos momentos ser de izquierdas, socialdemócrata o comunista, no creo que sean conceptos inamovibles a lo largo de la historia) pero dando por buena su tesis, ¿está seguro Arroyo de que si la formación del Gobierno hubiese dependido de Errejón, tendríamos que volver a votar en noviembre?¿Esto no supone ninguna diferencia? Las ideologías y los programas solo son útiles cuando se llevan a la práctica, cuando transforman la realidad. Esto no depende del buen rollo, sino de la capacidad de adaptar el programa a la situación concreta, de llegar a pactos y de conformar mayorías sociales que sustenten los acuerdos políticos.

Desde otra perspectiva, Víctor Lapuente, en una columna de El País del martes día 8, se preguntaba: “¿Es el líder de Más País el icono de una nueva izquierda europea o el fantasma de un populista que se disfraza para llegar al poder?”. El tiempo lo dirá, pero lo más probable es que no sea una cosa ni la otra. Afortunadamente, hay más de dos categorías para clasificar a las personas, y las simplificaciones, aunque puedan componer un atractivo titular, no favorecen la comprensión de la política.

Desde la izquierda, algunas personas del entorno de UP, incapaces de salirse de la visión conspirativa de la historia, ya lo han clasificado como un submarino de los maquiavélicos socialistas y los poderes fácticos. A lo mejor, ahora que Adriana Lastra, consciente del posible trasvase de votos del PSOE a Más País, define a Errejón como parte del problema y no de la solución, quienes defienden con tanto ahínco la pureza de sangre empiecen a pensar que la realidad es más compleja de lo que se imaginan.

No había ninguna duda de que Iñigo Errejón quería extender su proyecto al ámbito estatal, pero al hacerlo en este momento, con una organización incipiente, sin estar suficientemente preparado -y aunque ha limitado su presencia a las provincias más pobladas- corre serios riesgos de cometer los mismos errores que cometió Podemos y que tanto quería evitar el líder de Más País: formar una estructura de aluvión, con personas muy diversas ideológicamente, con poca experiencia política y trayectorias sociales poco contrastadas. Seguro que los procesos de formación de listas han sido apresurados y poco participativos, lo mismo que la elaboración del programa.

Especial atención merece la decisión de presentar lista por Barcelona. Al entrar a competir, abre una brecha con los posibles simpatizantes de En Comú Podem -aunque creo que, al menos en lo relativo a la cuestión catalana, puede haber algunas discrepancias importantes- sin conseguir ni un núcleo inicial de apoyo ni una cabecera con suficiente tirón.

La juventud de Más País y la escasa implantación territorial hace que gire todo en torno al líder, con el grave riesgo de caer en el culto a la personalidad, algo muy frecuente -y muy negativo- en las organizaciones políticas si no se articulan los necesarios contrapesos. Esta es una de las primeras cuestiones que tendrá que abordar Más País a partir del día 10, sea cual sea el resultado electoral.

En cualquier caso, a pesar de errores, deficiencias y riesgos, creo que Más País puede ser un factor positivo en el ámbito de la izquierda. Es una organización que se plantea abordar los nuevos retos de la sociedad -algunos trasversales como el problema ecológico- buscando soluciones progresistas, que beneficien a la mayoría; es capaz de, a pesar de tener objetivos ambiciosos a largo plazo, reconocer el valor de los pequeños avances y buscar las alianzas necesarias para conseguirlos. Y puede ser un referente para la gente que, desencantada por la incapacidad del PSOE y Podemos de formar un gobierno progresista, había decidido abstenerse o votar en blanco.

Finalmente, Errejón ha dado el salto a la política estatal y, como era de esperar, desde el principio ha sido objeto de críticas de todo tipo. Ya el 27 se septiembre en InfoLibre, Luis Arroyo, en su artículo “Lo que le faltaba a la izquierda”, llegaba a la conclusión de que, puesto que en la izquierda española ya había una opción socialdemócrata, el PSOE, y otra comunista, Unidas Podemos, no cabía ninguna opción nueva: “Si a la izquierda española no le hacía falta una oferta ideológica que ya estaba cubierta por los socialistas y por Podemos, ¿qué ofrece entonces Más País, la nueva oferta nacional de Iñigo Errejón? Evidentemente, nada más que un liderazgo distinto al de Pablo Iglesias y al de Pedro Sánchez. Errejón no haría nada distinto de lo que plantean sus dos adversarios de la izquierda” Y más abajo, añadía: “Errejón vendría a traer buen rollo”.

Creo que Luis Arroyo parte de un criterio excesivamente reduccionista: en la izquierda solo caben dos opciones ideológico-políticas (por cierto, sería conveniente redefinir qué supone en estos momentos ser de izquierdas, socialdemócrata o comunista, no creo que sean conceptos inamovibles a lo largo de la historia) pero dando por buena su tesis, ¿está seguro Arroyo de que si la formación del Gobierno hubiese dependido de Errejón, tendríamos que volver a votar en noviembre?¿Esto no supone ninguna diferencia? Las ideologías y los programas solo son útiles cuando se llevan a la práctica, cuando transforman la realidad. Esto no depende del buen rollo, sino de la capacidad de adaptar el programa a la situación concreta, de llegar a pactos y de conformar mayorías sociales que sustenten los acuerdos políticos.