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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Escuelas obesas

Foto de archivo de un comedor escolar
15 de marzo de 2023 19:02 h

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El pasado día 4 las noticias se hicieron eco de la celebración del Día mundial de la Obesidad, aunque, por lo que dijeron, parecían referirse al día mundial contra la obesidad. La víspera, el mismo noticiero público, habló de cómo los malos hábitos alimentarios crecen en nuestro país y una de sus consecuencias directas es el aumento de la obesidad infantil. Una representante de la Asociación Española de Pediatría, a la cual preguntaron como experta, concluyó recomendando formar los hábitos alimentarios y la vida saludable desde la escuela, e incluso señaló la necesidad de crear una asignatura que se ocupe de ello.

Ojala sus palabras fueran las de una visión aislada, pero me temo que -por desgracia- recogen la percepción de buena parte de la ciudadanía de nuestro país. No estoy hablando de la obesidad, ni de su prevención, sino del papel de la educación en la sociedad. Me explico: 

Para empezar, estas palabras desvelan una total ignorancia respecto a nuestras escuelas y nuestro sistema educativo, porque desde hace más de treinta años se viene formando en hábitos saludables desde las aulas, y porque la asignatura reclamada ya existe desde los años setenta, es la Educación física. Esta asignatura, desde la ley educativa del noventa, incluye entre sus contenidos la vida saludable, la nutrición, los hábitos de alimentación y la actividad física. No es la única, puesto que en Conocimiento del medio, en Ciencias naturales y en Biología también se abordan aspectos relacionados con la nutrición humana y sus consecuencias. Además, hace ya más de veinte años, se pensó reforzar lo aprendido en estas asignaturas con programas específicos de carácter práctico, los cuales se vienen poniendo en marcha desde entonces, tanto en primaria como en secundaria: Escuelas promotoras de salud, Cine y salud, Desayunos saludables o Cinco al día son algunos ejemplos. Con ellos se trata de formar y, especialmente, de fomentar los hábitos de alimentación sana entre nuestro alumnado. 

Para continuar, las palabras muestran una confianza ingenua en la capacidad de la educación reglada para cambiar los hábitos y las dinámicas sociales. Ciertamente la escuela (en sentido amplio, desde primaria hasta la universidad) es una institución que ejerce gran influencia sobre el alumnado y su comportamiento, pero cuando se enfrenta con gruesos intereses económicos y su poderosa arma, la publicidad, está en franca desventaja. Así, ante los modelos ofrecidos por series, dibujos animados, festivales musicales y películas, cuyos protagonistas frecuentan la comida basura, el uso continuo de vehículos motorizados y el despilfarro, tanto energético como alimentario, ¿qué puede hacer? Además de esta publicidad implícita, también tenemos la explícita: las emisoras y las plataformas televisivas están llenas de macroprogramas publicitarios que intercalan series y dibujos animados entre ellos para mayor afianzamiento de su público.

Estos intereses logran -no me preguntéis cómo- que en muchos centros educativos, encontremos, al igual que en gimnasios y empresas, máquinas de venta de comida ultraprocesada y bebidas azucaradas. Generando chirriantes situaciones como  ver a estudiantes del grado de Deporte y Salud comiendo bollería industrial en sus cambios de clase, o adolescentes que tras la actividad de Desayunos Saludables se deleitan con paquetes de aperitivos industriales; todos ellos apresados por la comida hipercalórica, que es altamente adictiva. Menos mal que las grasas, por supuesto saturadas e hidrogenadas, hacen menos chirriantes estas contradicciones.

En tercer lugar, y tal vez sea lo más grave, esa visión de la educación desconoce que no podemos separar la escuela de la familia, ni de la sociedad, porque educar es un proceso global que no depende de un factor único, como es la escuela. Cuando muchos padres, probablemente con la mejor intención del mundo, llevan a sus hijos a un burguer los fines de semana, o ¡mejor aún! emplean los servicios de tele-comida para ni siquiera andar hasta ese establecimiento, están produciendo una grave contradicción entre la educación familiar y la educación escolar. Si lo que están ofreciendo para celebrar algo o para disfrutar del fin de semana son pizzas, hamburguesas y refrescos industriales, de poco va a servir lo que diga en clase una profesora. Incluso cuando esos mismos padres, espoleados por noticias como la del comienzo, exijan a sus hijos comer más frutas y verduras, se encontrarán que sus órdenes son tan eficaces como la de mi padre cuando me mandaba ir a misa los domingos, mientras él se daba una vuelta con los amigos bien lejos de la iglesia. Los modelos son infinitamente más educativos que las palabras y los mandatos y los padres son nuestros grandes modelos, más poderosos cuanto más pequeños somos.

La sociedad y su marcha también educa, de forma rotunda, en los hábitos alimentarios. Los dictados de salud pública, expuestos desde los noticieros o desde las aulas, han de aterrizar en la realidad socioeconómica de lo cotidiano, generando para una parte de la ciudadanía una contradicción más. La crisis del 2008, cerrada en falso, se une a los efectos de la pandemia y a la presente guerra ruso-ucraniana, haciendo que muchas familias con hijos se vean apuradas para llegar a fin de mes. Todos sabemos que la niñez y la adolescencia son épocas de hambre perenne, y llenar el estómago de un adolescente con manzanas, mandarinas y verduras, además de ser hoy un lujo, sigue siendo por completo ineficaz. Pero si los alimentos más equilibrados y sanos resultan inaccesibles en demasiados hogares, entonces los baratos y menos saludables ocuparán su lugar, tanto en sus mesas como en las mochilas de sus hijos. La sociedad está enseñando que, para muchos de sus miembros, comer sano es secundario respecto a pagar facturas y alquileres, de las cuales nada dicen los programas educativos, ni las noticias.

Los hábitos saludables van más allá de la nutrición y la salud física, pasan por el esfuerzo para conocer la sociedad, una de cuyas instituciones básicas es la educación, de la cual forma parte el sistema educativo, pero también la familia, los medios de comunicación, las redes sociales, la economía y las leyes que la defienden. No confiemos ingenuamente en un superhéroe salvador -la realidad no son los estudios Marvel-, en una escuela que nos librará de todo mal, porque con esa creencia estamos contribuyendo a generar una escuela mórbidamente obesa.

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