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Rompeolas de todas las Españas

“Reconozco abiertamente que yo solo no puedo con esto y que mi Gobierno no puede solo con esto”, palabras del presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, en sede parlamentaria pocas horas antes de que se reunieran en torno a una mesa de diálogo representantes de las ocho fuerzas políticas representadas en las Cortes de Aragón, agentes sociales y representantes de los municipios, provincias y comarcas, de la comunidad autónoma.

Fue el pasado 17 de abril, hace ya más de un mes, y en esa mesa de respuesta a los destrozos de la pandemia se sentaron el PP como principal partido de la oposición y Vox.

En la vecina comunidad de Castilla y León, la de mayor extensión de España, su presidente, Alfonso Fernández Mañueco, del PP, su vicepresidente, Francisco Igea, de Ciudadanos, y el líder del principal partido de la oposición, el socialista Luis Tudanca, coincidían en que era más necesario que nunca llegar a acuerdos.

Para ello, se citaban el viernes 22 de mayo junto al resto de fuerzas políticas parlamentarias, ayuntamientos, diputaciones, agentes sociales, organizaciones agrarias y representantes de los servicios sociales, para debatir un pacto de recuperación centrado en una sanidad de calidad, en la reactivación de la actividad económica y del empleo, en la mejora de la protección social y de los servicios públicos, y en la financiación de una autonomía que tiene 9 provincias.

Ninguna de las dos comunidades autónomas, presididas la primera por un socialista y la otra por un “popular” que suman cerca de 4 millones de habitantes y que son ejemplos de pluralidad y diversidad con 8 y 7 fuerzas políticas representadas en sus Parlamentos, ha merecido muchos titulares y análisis en los medios de comunicación convencionales y digitales con sede en Madrid. Acuerdos similares se están cocinando en Valencia, Asturias y Castilla-La Mancha, en este último caso entre el PSOE y Ciudadanos sin la presencia del PP.

La concepción de la política como lugar de encuentro está siendo fagocitada por el ruido y la confusión de la comunidad de Madrid, por la estrategia de su presidenta, Isabel Díaz Ayuso, y de su jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez (MAR), de ciega confrontación con el Gobierno de España en defensa de lo que denominan el singular estilo de vida y amor a la libertad de los madrileños, de los capitalinos.

Un mensaje del manual de Steve Bannon, el que fuera MAR de Trump. Ni un respiro para la racionalidad y el ponerse en el lugar del otro. Emociones frentistas sin digestión para excitar la polarización. El número 3 del PP, Teodoro García Egea, llegó a decir que el presidente Sánchez, nacido y enraizado en Madrid, odia a los madrileños, después de que Isabel Díaz Ayuso haya rechazado una tras otra las propuestas de mano tendida del líder del principal partido de la oposición, Ángel Gabilondo.

Sensaciones de recreación alternativa del 2 de mayo de 1808 con Sánchez transformado en el mariscal Murat y en el causante de la pandemia mundial. Todo a raíz de quedarse la comunidad de Madrid en la fase cero de la vuelta a la normalidad por no cumplir requisitos sanitarios esenciales para mantener controlada la pandemia, según el criterio por ejemplo de la dimitida directora general de Salud Pública, del presidente del Colegio de Médicos de Madrid y de los asesores del ministerio de Sanidad.

Como si Madrid solo hubiera uno, como si los barrios de Salamanca y las urbanizaciones periféricas de rentas altas fueran homologables a Aluche o Puente de Vallecas.

Como si el alma de Madrid fuera patrimonio exclusivo del PP y de Vox que determinan quiénes son buenos y malos madrileños.

Como si las bonificaciones del 100% en el impuesto de patrimonio, y del 99% en donaciones y sucesiones, como si las cifras de crecimiento por encima de la media española durante muchos trimestres, hasta llegar a ser, con cerca de 7 millones de habitantes, el principal motor económico de España, no hubieran convivido durante las últimas décadas con las privatizaciones en servicios públicos esenciales como la sanidad, con la laxitud con las tramas de corrupción y el intercambio de favores con las élites, con fiascos como el de Cajamadrid, rescatada con el dinero de todos, y con el liderazgo en desigualdad: si se compara entre el 20 por ciento de la población con más ingresos y el 20 por ciento con menos, tienen la brecha más grande de España.

Los dos a una, PP y Vox, contra el Gobierno salido de las urnas y del Parlamento que al menos los segundos consideran ilegítimo. Nuevamente, la sombra de Trump en Madrid. Nada mejor para espantarla que la evocación de los versos de Antonio Machado:

“Madrid, Madrid,

¡qué bien tu nombre suena

rompeolas de todas las Españas!

La tierra se desgarra, el cielo truena,

tú sonríes con plomo en las entrañas“.

Noviembre de 1936. Sus amigos León Felipe y Rafael Alberti trataban de convencerlo para que abandonara la ciudad por el peligro que corrían su vida y la de su familia. Ojalá que Madrid no deje de ser nunca el rompeolas de todas las Españas, también de esas que no se desafían, que dialogan y buscan acuerdos ante una catástrofe mundial sin precedentes en los últimos cien años.

Son tiempos heraclitianos en los que todo fluye, todo cambia y nada permanece. El filósofo presocrático de Éfeso defendía que, lejos de paralizar, las contradicciones dinamizan. La reiteración de contradicciones y bandazos es otro cantar.

Siempre nos quedará Bruselas que, por boca del comisario de Economía, Paolo Gentiloni, ha dicho que no es momento para recortes, que hay que hacer cuanto sea necesario para combatir una crisis de “dimensiones históricas”.

“Reconozco abiertamente que yo solo no puedo con esto y que mi Gobierno no puede solo con esto”, palabras del presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, en sede parlamentaria pocas horas antes de que se reunieran en torno a una mesa de diálogo representantes de las ocho fuerzas políticas representadas en las Cortes de Aragón, agentes sociales y representantes de los municipios, provincias y comarcas, de la comunidad autónoma.

Fue el pasado 17 de abril, hace ya más de un mes, y en esa mesa de respuesta a los destrozos de la pandemia se sentaron el PP como principal partido de la oposición y Vox.