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Los avisos ante un episodio meteorológico extraordinario eran más efectivos cuando el calor en verano no era noticia. Cuando desde los medios de comunicación no se dedicaba tanto espacio a contar los fenómenos propios de cada estación como si aquello fuera reseñable. Por otra parte, nunca a un porcentaje tan grande de ciudadanos le había pillado por sorpresa una noticia que los medios han difundido hasta la saciedad.
La audiencia se ha convertido en ese protagonista del meme que pasea con una chica de la mano pero se gira para mirar a otra. Su chica son los medios, la otra las redes sociales y eso lo ha pervertido todo. Los medios se desgañitan para llamar la atención de la audiencia en modo 'clickbait', con titulares absurdos que no informan pero despiertan la curiosidad a modo de adivinanza. Y en las redes decenas de influencers emulan al periodismo informando con un rigor que venía en el pack del módem.
Una DANA no es una borrasca, la del martes no fue inesperada, habían advertido sobre ella la AEMET, los medios de comunicación tradicionales e incluso algunos perfiles institucionales, pero seguramente no lo había hecho ningún tiktoker. El derecho a la información es eso, un derecho del ciudadano, pero en momentos como este queda patente que, con unos mínimos, tal vez también una obligación moral.
No se hicieron virales los avisos, pero sí la imagen de un camión de Mercadona atrapado en el agua. En el día en el que descubrimos las decenas de muertos en la peor DANA del siglo, el culpable del día era Roig. Desconozco las circunstancias que rodearon a esa imagen. Yo y quienes le daban 'like' mientras en una app encargaban la cena para que se la trajera en bici, quizá bajo la lluvia, un chaval cuyo lugar de trabajo es un banco de la calle o el poyete del escaparate de una hamburguesería. Hace un año, un mensaje de alerta a la población ante una DANA en Madrid desató todas las iras de la tontunez en redes. “No se puede asustar así a los ciudadanos”, “es una intromisión del Estado”. Ese mensaje a tiempo en Valencia seguramente hubiera salvado muchas vidas.
El ciudadano vive entretenido con la creencia de que está informado. Y así cada día los asuntos serios le pillan desprevenido. Los medios van perdiendo credibilidad con esa estrategia de robarle protagonismo a las redes disfrazando de entretenimiento su contenido porque, no nos engañemos, si uno quiere ver cosas frívolas sabe dónde está el material de calidad y no es en un medio. Y las redes sociales que son una herramienta muy potente para ayudar a la divulgación científica, a la prevención ante este tipo de desastres, incluso a la gestión de la emergencia -en Valencia, cientos de ciudadanos colgaron la ubicación de víctimas que esperaban ser rescatadas- se usan para la nadería.
Se han compartido bulos como los de la rotura de una presa que no solo no ayudan, sino que han entorpecido la labor de los equipos de emergencias. Lo explicaba el jefe del Consorcio de Bomberos de Valencia pidiendo encarecidamente no compartir 'fake fews'. ¿Y qué son 'fake news'? Me preguntas mientras clavas tu pupila en la pantalla de tu móvil. 'Fake news' eres tú.
Los avisos ante un episodio meteorológico extraordinario eran más efectivos cuando el calor en verano no era noticia. Cuando desde los medios de comunicación no se dedicaba tanto espacio a contar los fenómenos propios de cada estación como si aquello fuera reseñable. Por otra parte, nunca a un porcentaje tan grande de ciudadanos le había pillado por sorpresa una noticia que los medios han difundido hasta la saciedad.
La audiencia se ha convertido en ese protagonista del meme que pasea con una chica de la mano pero se gira para mirar a otra. Su chica son los medios, la otra las redes sociales y eso lo ha pervertido todo. Los medios se desgañitan para llamar la atención de la audiencia en modo 'clickbait', con titulares absurdos que no informan pero despiertan la curiosidad a modo de adivinanza. Y en las redes decenas de influencers emulan al periodismo informando con un rigor que venía en el pack del módem.