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Federico Comps Sellés, una tragedia zaragozana

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El 27 de octubre de 1936 treinta personas fueron fusiladas en Zaragoza por los paramilitares golpistas. Entre ellos, un joven de 21 años, estudiante de arquitectura y artista en formación, pero con una fulgurante trayectoria en el ambiente vanguardista de la ciudad. El puñado de dibujos que ha llegado a nuestros días muestran su prometedor caudal creativo. Esta es la historia de Federico de Comps Sellés, hijo de la burguesía zaragozana, asesinado por el fascismo. 

Buena familia 

Federico era hijo de un conocido constructor zaragozano fallecido en 1925, cuatro días antes de que el futuro artista cumpliera diez años. Por las necrológicas en prensa, Federico Comps Ferreruela, así se llamaba el padre, gozaba de notable prestigio por sus trabajos. La nota cronológica publicada el 22 de agosto en “La Voz de Aragón” señala, entre otros, el edificio del Banco de Aragón (Coso, 44) y la casa de la viuda de Auría (Jaime I, 14).   

Las crónicas de sociedad de los años veinte testimonian la notable posición de las familias Comps-Sellés. En este ambiente reconocido, marcado por la temprana muerte del padre, crecieron Federico y sus cinco hermanos. 

De la calle Azoque a la escuela

Con tanto chiquillo, la primera planta del antiguo número 92 de la calle Azoque, hogar de la familia, debió ser un lugar animado. Federico mantuvo buena sintonía con su hermana Pilar, mayor que él, pero ignoramos hasta qué punto alentó las inclinaciones artísticas del muchacho. 

Comenzó a estudiar dibujo técnico en Zaragoza con Francisco Bovi, profesor en el Instituto Amado, que preparaba para la carrera de ingeniería. Decisión tomada quizá por influencia del negocio paterno. Así, a principios de los años treinta lo encontraremos estudiando entre Barcelona y Madrid.

Y de Madrid al Surrealismo

En la capital se hospeda en casa de su primo, Francisco Comps Longares, once años mayor que él, grabador de oficio y desaparecido igualmente en 1936. Su otro primo, Federico Comps Longares, también se dedicaba al diseño artístico. A este Federico lo encontramos en 1933 ilustrando “¡Tararí!”, un magacín madrileño de variedades y espectáculos frívolos.

No es raro que entre los apuntes de cálculos y fórmulas matemáticas a nuestro aspirante a arquitecto se le colara algún bosquejo de trazo surrealista. Federico iba para artista y conoció muy pronto las corrientes modernas que afluían entonces a España. Su carácter tímido no le impidió relacionarse con los artistas más renovadores de la escena zaragozana con quienes trabaría una estrecha amistad. 

Surrealismo baturro

Paisaje desolado, imaginería barroca, climatología anticlerical, chaparrón anarquista y humor somarda. A Zaragoza, urbe moderna a trompicones, le sobraban argumentos para convertirse en sede permanente de la Internacional Surrealista de París. Cuentan que cuando Luís Buñuel estreno en Zaragoza “Un perro andaluz”, un paisano le espetó que “era un poco floja”.

Sólo le faltó a Zaragoza el ingrediente principal: una nutrida clase burguesa urbana, ilustrada y progresista: “la fisonomía espiritual de la ciudad, desgraciadamente, es la de un casino del Coso”, dirá Tomás Seral y Casas, un joven con inquietudes.

Un cierzo moderno

Seral y Casas, poeta y crítico,  será el catalizador de las corrientes vanguardistas en Zaragoza. Redactor jefe de la revista “Cierzo”, fundada en 1930, fue impulsor de una editorial de poesía del mismo nombre y de otra revista, “Noreste”. De ella dirá Carmen Conde que “es la que con mayor firmeza ha persistido, cada vez acertando mejor su camino literario” (El Sol, 31/08/1935)

En esta publicación comenzó a colaborar Federico Comps en 1935, con ilustraciones que lo emparentan con Dalí o su amigo el también zaragozano González Bernal. La relación con Alfonso Buñuel, hermano del cineasta, sería determinante para que el joven dibujante apostara por la estética surreal. 

Federico Comps fue un surrealista al servicio de la revolución, como exigía el catecismo de André Breton. Según cuenta Juan Manuel Bonet en su “Diccionario de las vanguardias en España”, Federico era “conocido por su militancia anarquista”. Miembro del Ateneo Delicias, uno de los barrios obreros más populosos de Zaragoza, fueron estas contradicciones política y estéticas las que no le perdonaría su propia clase social. 

Las últimas horas

La noche que precedió a su muerte fue la más corta de su vida”. Los versos de Paul Eluard resumen el precipitado final de Federico Comps Sellés. Desde la implantación del terrorismo tras el golpe del 18 de julio, el joven dibujante vivía en zozobra continua. Recibía amenazas por las calles de Zaragoza, lo que le llevó a colocarse en la solapa una chapa con los colores de la bandera rojigualda en la creencia de que atenuaría su pasado. Como a tantos otros, el miedo le hacía sentirse culpable de un delito jamás cometido.

El poeta Gil Comín Gargallo recorrió quioscos y librerías zaragozanas requisando su propio poemario, “Rémora y Evasión”, publicado en 'Cierzo' en mayo de 1936 con ilustraciones de Federico, una obra de chispa revolucionaria: “De aquella selva de bayonetas / Salía voz de hierro, forjada de palabras / inútiles razones / fraguadas al rojo”.

Federico rompería muchas dibujos que consideraba comprometedores. No tuvo la suerte de Gil Comín quien le sobreviviría, miserablemente, escribiendo hasta su muerte en 1976 crónicas en el diario ultracatólico “El Noticiero”. 

La tarde del 26 de octubre de 1936 Federico fue secuestrado por matones falangistas que lo fusilarían en la madrugada del 27. Su cuerpo cumplía así el presagio de aquellas figuras mutiladas que había dibujado bajo horizontes infinitos. 

El impacto en amigos y familia

El efecto de la muerte de Federico en sus amigos lo recordó en 1949 Tomas Seral y Casas en el poema “Federico Comps Sellés. Muerte española”: “¡Tenía que ocurrir! Yo, de siempre, temía que nos / dejaras pronto, pero no de esa forma.(…) Nadie se conmovió (…) Sólo Tomás (Seral y Casas), Alfonso (Buñuel) y Juanito (Pérez Páramo) y Maruja (”Falena“, María Ferrer)”

Salvo “Maruja Falena”, que se esfumó como un personaje de novela de misterio, hoy sabemos que todos supieron adaptarse a la nueva realidad. El gran interrogante del poema es saber a quién se refiere Tomas Seral y Casas con el verso “Nadie se conmovió”. 

Cada familia es infeliz a su manera 

El asesinato de Federico no restó bríos al negocio familiar. En su calidad de empresario, el “camarada Ángel Comps Sellés”, hermano mayor de Federico, fue miembro de varias directivas de los sindicatos verticales por el gremio de la construcción, así como presidente del Colegio de Aparejadores de Aragón. En prensa aparece cobrando del Ayuntamiento de Zaragoza por sus trabajos como contratista. La década de los cuarenta fue buena para la familia. Pero de nuevo, la tragedia amenazaría sus cimientos.

El 12 de septiembre de 1949, una tapia del campo de futbol de Torrero se desplomaba tras una tromba de agua. Se enfrentaban el Real Zaragoza y el Badalona. Ángel Comps Sellés moriría aplastado. A su multitudinario funeral en la iglesia de San Gil acudieron personalidades de la vida política y económica de Zaragoza. Los Comps Sellés se movían cómodos por los andamios del régimen.  

Memoria incompleta

La figura de Federico Comps Sellés comienza a recuperarse tras la muerte de su madre, Pilar Sellés Marteles, en julio de 1973. Dos años después, en octubre, con un dictador agónico y el país expectante, aparece un artículo a página entera en Heraldo bajo el título “Surrealistas aragoneses”. Su autor, el historiador Manuel Pérez Lizano, recuerda a Tomás Seral y Casas, fallecido hacía unos meses, y a Federico Comps, a quien dedica dos sustanciosas columnas. Poco a poco irán desvelándose datos y obras que sus hermanas Rosario y, sobre todo, Pilar, guardaban celosamente. Pero quedan aún muchos interrogantes por responder.

Los restos de Federico descansan, como arropados, junto a los de su madre y hermana Pilar, que fallecería en 2007. El pequeño panteón familiar en el cementerio de Torrero está rodeado por los túmulos de esa burguesía zaragozana a la que Federico no quiso pertenecer.  

El 27 de octubre de 1936 treinta personas fueron fusiladas en Zaragoza por los paramilitares golpistas. Entre ellos, un joven de 21 años, estudiante de arquitectura y artista en formación, pero con una fulgurante trayectoria en el ambiente vanguardista de la ciudad. El puñado de dibujos que ha llegado a nuestros días muestran su prometedor caudal creativo. Esta es la historia de Federico de Comps Sellés, hijo de la burguesía zaragozana, asesinado por el fascismo. 

Buena familia