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La entrevista de Jordi Évole a Fernando Simón en la Sexta, cinco años después del Covid-19, me trajo a la memoria su rechazo como hijo predilecto de Zaragoza en el Pilar de 2020.
El entonces alcalde, Jorge Azcón, afirmó: “No es digno de ser Hijo Predilecto de la ciudad, su propuesta de candidatura es política y no se debe a sus méritos”. Entre otros méritos tenía los de haber sido nombrado en 2012 director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) por Ana Mato, ministra de Sanidad del Gobierno de Mariano Rajoy.
Hijo de un reconocido psiquiatra, Antonio Simón, que dirigió el hospital psiquiátrico de las Delicias, su nombramiento venía precedido por su licenciatura en la Facultad de Medicina de Zaragoza, su trabajo como médico en África (Burundi, Somalia, Mozambique), América (Guatemala y Ecuador) y Europa (Francia), y su especialidad en epidemiología en la London School of Hygiene and Tropical Medicine.
Pero, sobre todo, reunía el mérito de ser un zaragozano que como epidemiólogo estaba dando la cara en España durante la mayor emergencia sanitaria mundial. Las pandemias no tienen color partidario.
En un tuit, los de Vox fueron más lejos que Azcón: “Es un insulto a Zaragoza nombrar hijo predilecto a ese canalla”. Los de Ciudadanos se salieron por la tangente: “No responde al sentir mayoritario de los zaragozanos”.
Ni el PP ni Ciudadanos habían objetado la propuesta de Zaragoza en Común (ZEC) en la junta de portavoces del 29 de septiembre. Tres días después la rechazaban, con lo cual ya no llegó al Pleno municipal. Probablemente hubo llamada a la confrontación desde Madrid.
En algunos medios de comunicación con sede en Madrid se había llegado a calificar a Fernando Simón de comisario político, de “médico de la muerte” y en algún editorial, también desde alguna organización corporativa, se reclamó su destitución.
En medio del miedo y de la incertidumbre, Fernando Simón y su equipo personificaban con sus aciertos y equivocaciones el conocimiento y la ciencia para evitar muertes frente al ¡viva la libertad, carajo!, frente al rechazo de confinamientos y restricciones que se propagaba desde la Puerta del Sol y las terrazas madrileñas.
En la entrevista con Évole, con más años, recuperándose de algún problema de salud, ya sin la melena rizada pero todavía con las cejas enmarañadas, vimos al profesional cercano, racional y sensible, con la conciencia tranquila de haber hecho todo lo humanamente posible junto a su equipo en una catástrofe sanitaria sin precedentes.
Su opinión sobre el entonces ministro de Sanidad, “Salvador Illa demuestra que lo de que todos los políticos son iguales no tiene base”, también sirve para él desde el punto de vista profesional. Almas gemelas que, por encima de todo, dan prioridad a la convivencia y al trabajo sin ruido en beneficio del común.
Simón reconoció haber sido testigo de “mentiras flagrantes”, consideró desproporcionada la mortalidad en Madrid el primer año de la pandemia y cuestionó que en esa comunidad, con la potencia que tiene la sanidad pública, no se hubieran hecho traslados a los hospitales de algunos pacientes de las residencias de mayores.
En la primera ola, desde marzo hasta junio de 2020, de los 11.389 fallecidos procedentes de centros madrileños de mayores, el 73 por ciento no fue hospitalizado.
El peor momento para Fernando Simón: los mil muertos en un día. El mejor momento: el comienzo de la vacunación, “que fue como quitarme una losa de mil kilos”. Seguro que también fue un buen momento que un pequeño ayuntamiento de la comarca de Calatayud de menos de 200 habitantes, Villafeliche, le concediera unánimemente la Medalla de Oro y el Premio Trevillano (en recuerdo de los polvoreros, alfareros y agricultores del municipio).
La entrega fue el 7 de agosto de 2021. El alcalde, Agustín Caro, destacó “sus cualidades de sacrificio, de trabajo, de perseverancia y de habilidad en el desempeño de su profesión”. También su trabajo incansable en países de África y América. Y concluyó: “Por un año de esfuerzo, con sus aciertos y errores, y por dar la cara ante todos los españoles en un contexto tan difícil como el que hemos vivido y estamos viviendo”. Aplauso unánime de todos los vecinos votaran lo que votaran. A veces desde lo pequeño se dan hermosas lecciones de buena política.
Ahora que Jorge Azcón es presidente de Aragón ya se habrá dado cuenta de lo difícil que es gestionar diariamente la sanidad en una comunidad despoblada, dispersa y envejecida, a pesar de disponer de una potente red de atención primaria. Con un matiz importante. Añadan a esta situación cotidiana, ya de por sí muy estresante, la gestión simultánea durante tres largos años de la mayor emergencia sanitaria mundial.
Utilizar la sanidad pública para desgastar al que está gobernando es lo más fácil. Ponerse en el lugar del otro para mejorar conjuntamente un servicio público universal y gratuito, que nos cuida desde que nacemos hasta que morimos tengamos la renta que tengamos, exige más esfuerzo y ofrece menos rentabilidad partidaria.
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