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El fracaso de lo humano

El  fracaso de lo humano se resume en tantos y tantos episodios, aunque algunos pretendamos borrarlos para avanzar y poder seguir respirando, pero el fracaso se impone y lo vemos a diario dentro de nuestras fronteras, con la lucha de muchos de nuestros compatriotas por sobrevivir ante políticas restrictivas y de austeridad que nos han empobrecido y humillado como pueblo; fracaso, también, más allá de nuestras fronteras con miles y miles de refugiados que luchan por lo mismo: sobrevivir.  Hubo un tiempo para la esperanza, me dijeron de niña, cuando el liberalismo y el positivismo del siglo XIX veían en la extensión de la escolarización, en el avance en los diferentes conocimientos, en el contacto entre comunidades, en la tolerancia política el camino hacia un futuro de convivencia y en paz, pero sin embargo a lo largo del siglo XX y de lo que llevamos del XXI hemos visto como esos axiomas resultan falsos. Los hemos destruido.

Inevitablemente la verdad se impone y los números nos tendrían que haber hecho reflexionar, habernos hecho comprender que el camino no era el correcto.  Entre 1914 y la limpieza étnica de los Balcanes se calcula que más de sesenta millones de hombres, mujeres, niños y niñas fueron víctimas de guerras, hambre, deportaciones, asesinatos políticos, con episodios terribles como el holocausto, donde a una parte de la sociedad se la consideró culpable de vivir. El fracaso de lo humano está en muchos y múltiples rincones y está en estas palabras que una madre escribe en el año 1975 al general Francisco Franco: “suplico a usted perdón y clemencia, tres de mi hijos están enfermos mentales, padecen esquizofrenia y mi hija, al enterarse de la noticia de su hermano, se tiró de la ventana de un sexto piso, estando ahora ingresada en un centro psiquiátrico con los otros tres hermanos (…) pide clemencia una madre que se encuentra sola sin nadie que le valga (…) la vida de mi hijo la dejo en sus manos”. Franco no atendió la súplica y José Luis Sánchez Bravo Sollas fue ejecutado el 27 de septiembre de 1975.

La vida de tantos hijos está en tantas manos que no son más que el fracaso de lo humano, que habrá que volver al principio y pensar qué queremos ser y por qué, sino andaremos siempre entre la justificación ante lo no hecho y la barbarie de lo hecho. Todo ello respaldado por un violento y cada día más inhumano discurso económico. Todo ello bendecido por políticos sin respeto, plagados de ambición y lugares comunes.

 

El  fracaso de lo humano se resume en tantos y tantos episodios, aunque algunos pretendamos borrarlos para avanzar y poder seguir respirando, pero el fracaso se impone y lo vemos a diario dentro de nuestras fronteras, con la lucha de muchos de nuestros compatriotas por sobrevivir ante políticas restrictivas y de austeridad que nos han empobrecido y humillado como pueblo; fracaso, también, más allá de nuestras fronteras con miles y miles de refugiados que luchan por lo mismo: sobrevivir.  Hubo un tiempo para la esperanza, me dijeron de niña, cuando el liberalismo y el positivismo del siglo XIX veían en la extensión de la escolarización, en el avance en los diferentes conocimientos, en el contacto entre comunidades, en la tolerancia política el camino hacia un futuro de convivencia y en paz, pero sin embargo a lo largo del siglo XX y de lo que llevamos del XXI hemos visto como esos axiomas resultan falsos. Los hemos destruido.

Inevitablemente la verdad se impone y los números nos tendrían que haber hecho reflexionar, habernos hecho comprender que el camino no era el correcto.  Entre 1914 y la limpieza étnica de los Balcanes se calcula que más de sesenta millones de hombres, mujeres, niños y niñas fueron víctimas de guerras, hambre, deportaciones, asesinatos políticos, con episodios terribles como el holocausto, donde a una parte de la sociedad se la consideró culpable de vivir. El fracaso de lo humano está en muchos y múltiples rincones y está en estas palabras que una madre escribe en el año 1975 al general Francisco Franco: “suplico a usted perdón y clemencia, tres de mi hijos están enfermos mentales, padecen esquizofrenia y mi hija, al enterarse de la noticia de su hermano, se tiró de la ventana de un sexto piso, estando ahora ingresada en un centro psiquiátrico con los otros tres hermanos (…) pide clemencia una madre que se encuentra sola sin nadie que le valga (…) la vida de mi hijo la dejo en sus manos”. Franco no atendió la súplica y José Luis Sánchez Bravo Sollas fue ejecutado el 27 de septiembre de 1975.