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Fuego cruzado

Así se expresaba Oliver Sacks y su “no humano” eran las ciencias físicas, un mundo en el que no hay vida pero tampoco muerte. Cada uno elige una forma para enfrentarse al dolor y lo que en ocasiones nos resulta incomprensible y terriblemente doloroso adquiere la forma de una palabra en una página en blanco o la reiteración de una tabla periódica. Así evitamos el llanto y simplemente nos hacemos más fuertes, porque el dolor solo sirve si te hace más fuerte, si te hace más humano.

A través de una ventana a ras de suelo veo las copas de los árboles y me viene un verso a la cabeza: “Cuando tú me leas dentro de cien años”. Al igual que las palabras de Sacks, este verso me viene traído con absoluta actualidad, porque claro que es tentador pensar que el papel soportará el paso de esos cien años, terriblemente ignorante e ingenuo pensar que las palabras lanzadas al aire podrán soportar ese peso. Me refiero a las dichas no a las escritas.

Sobre la mesa un periódico abierto en una página tomada al azar. Leo las declaraciones de unos y otros y observo que ciertas palabras no deberían ser pronunciadas, porque escapan a la lógica de la razón y son zarandeadas en un trasiego político y de fuego cruzado: es imposible avanzar etiquetando todo lo que no se entiende, es imposible tener madurez política imaginando que una marca lo es sobre todas las cosas. Oliver Sacks tenía razón: “Solo quiere un cielo lleno de estrellas”. Y silencio.

Así se expresaba Oliver Sacks y su “no humano” eran las ciencias físicas, un mundo en el que no hay vida pero tampoco muerte. Cada uno elige una forma para enfrentarse al dolor y lo que en ocasiones nos resulta incomprensible y terriblemente doloroso adquiere la forma de una palabra en una página en blanco o la reiteración de una tabla periódica. Así evitamos el llanto y simplemente nos hacemos más fuertes, porque el dolor solo sirve si te hace más fuerte, si te hace más humano.

A través de una ventana a ras de suelo veo las copas de los árboles y me viene un verso a la cabeza: “Cuando tú me leas dentro de cien años”. Al igual que las palabras de Sacks, este verso me viene traído con absoluta actualidad, porque claro que es tentador pensar que el papel soportará el paso de esos cien años, terriblemente ignorante e ingenuo pensar que las palabras lanzadas al aire podrán soportar ese peso. Me refiero a las dichas no a las escritas.