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Creo que hemos sido muchos los que hemos sentido estupor al observar las actitudes de la directiva del Real Zaragoza con respecto al Ayuntamiento la pasada semana. No asistir a la tradicional recepción al club y publicar una nota de prensa crítica con el equipo de gobierno del Ayuntamiento supuso una evidente politización de un acto que debiera haberse mantenido dentro de la cortesía necesaria entre dos instituciones representativas, de modo muy diferente, de la ciudad.
Es cierto que en estos años ha habido desencuentros entre el club y el Ayuntamiento, el más sonoro el que tuvo que ver con una subvención de 800.000 euros finalmente aprobada. El club, como es lógico, pretendió conseguir dinero para financiar sus actividades; el equipo de Gobierno del Ayuntamiento defendió, también con lógica, que el dinero público no puede ser utilizado, y menos de forma tan abundante, para subvenir las necesidades de una empresa privada. Finalmente, la subvención se aprobó pero, como debe ocurrir siempre con el dinero público, sujeta a unos objetivos precisos, cosa que no gustó al club, que quería disponer del dinero a su antojo, en un planteamiento que no es acorde con la utilización del dinero público
No es menos cierto que el Ayuntamiento ha seguido apoyando, de manera indirecta, al club, dado que este sigue sin abonar cantidad alguna por la utilización de una infraestructura pública, La Romareda, que, además, sigue siendo mantenida y cuidada por el Ayuntamiento con el dinero de todos los zaragozanos y zaragozanas, les guste o no el fútbol. Como bien sabemos los usuarios de instalaciones deportivas municipales, el disfrute de las mismas solo se puede hacer mediante el pago de un alquiler. Quien quiera jugar a tenis o usar la piscina pública, debe pagar por ello. Cosa que el Real Zaragoza no hace con la instalación más grande y más cara de la ciudad.
Difícilmente el club puede hablar de maltrato por parte del Ayuntamiento, pues, por el contrario, sigue gozando de privilegios ajenos al resto de ciudadanos y ha conseguido una ayuda que supera todo el dinero que el Gobierno de Aragón dedica a becas universitarias. Por ello, es bastante fácil deducir que lo que hay tras la actitud de la directiva es una posición política en la que se está utilizando el club para arremeter contra el gobierno de la ciudad. La junta directiva del club ha decidido utilizar el club para hacer política, cosa que no es de extrañar si vemos algunos de los nombres que componen esa junta y que están vinculados a los grandes intereses económicos de la ciudad, en pugna constante con el Ayuntamiento para mantener sus privilegios.
El Real Zaragoza, por vía de su junta directiva, ha venido a sumarse a la labor de acoso y derribo que muchos de los poderes fácticos de la ciudad están desarrollando contra el gobierno municipal. Hay gente muy poderosa en esta ciudad que desea que nada cambie y que se esfuerza denodadamente porque sus privilegios se mantengan y sus negocios no se vean perjudicados. Y así cuando, a veces con cierta torpeza, a veces metiendo la pata, sin duda, el gobierno municipal intenta racionalizar la administración, usar el dinero para los intereses de la ciudad en su conjunto y no para los caprichos de sus poderes fácticos, estos exhiben toda su artillería política, social y mediática para conseguir sus objetivos. Y a sus muchas piezas, han decidido unir el Real Zaragoza.
Es una verdadera lástima que un club que, como dice la nota de prensa en la que se anuncia la no asistencia a la recepción, es embajador de la ciudad y pretende expresar los valores de la misma, sea utilizado para fines políticos por una junta directiva que no ha sabido estar a la atura de las circunstancias y que se ha prestado a maniobras que, por otro lado, en nada benefician ni al club ni a la ciudad.