Aragón Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La guerra fría

Ha vuelto la guerra fría. Lo anunciaba Albert Rivera por la tele. Una guerra fría, sin teléfono rojo como en la época soviet para colgar y descolgar, entre PP y PSOE. Y él, el presidente de Ciudadanos, se autonombraba juez y parte. Rivera anunciaba que no iba a votar ni a Mariano Rajoy ni a Pedro Sánchez. No necesitó ni secarse las manos después de lavárselas.

El presidente en funciones, que ayer tarde declinaba presentarse a la investidura a las 24 horas de decir lo contrario rompiendo todas las portadas y estrategias, tuvo el martes un mal día. Y otro mal día el jueves. Y otro, puede que malo y bueno a la vez, ayer mismo. Un programa de radio de humor puso en evidencia que su equipo en Moncloa no le filtra, convenientemente, las llamadas y que el presidente anda con la agenda casi casi vacía. Vamos, que está deseando quedar y charlar con un colega. Concretamente, con el presidente catalán Puigdemont, lo que demuestra que esto de la politica y la negociación es más factible y humano de lo que creemos creer. Sucedió el martes por la mañana. Y el jueves por la tarde, el presidente en funciones declaró a los periodistas, tras reunirse con el príncipe Felipe -digo el rey Felipe-, que se iba a presentar a la investidura así como resignado: “nos han votado más de siete millones de españoles”. Pero a las 24 horas - ayer tarde por la tarde- ha dicho lo contrario: que no se presenta a ser investido presidente. Y ahora vienen los matices. El no es “de momento”. El no es, en realidad, un hasta luego. A pesar del no a la primera propuesta del Rey para formar Gobierno, Rajoy decía ayer tarde: “no renuncio a nada, pero hoy no estoy en condiciones; no tengo una mayoría a favor y si una mayoría en contra”. El no es ganar tiempo para que fracasen los demás. “Nos han votado más de siete millones de españoles”, repite.

La frase que también repite el líder actual de IU, Alberto Garzón, es otra: “un millón de votos y no podemos hablar en el Congreso”. Garzón se ha quejado estos días de no poder formar grupo parlamentario propio. Pide flexibilidad. Flexibilidad para hablar cada poco en lugar de cada mucho, que es lo que pasa cuando estás en el Grupo Mixto. Que no te comes un colín. Lo reclama. Reclama tener los mismos recursos que el resto de los diputados para hacer política.

Quizá alguno de ustedes también quisiera reclamar tener los mismos recursos que el resto de los ciudadanos para hacer su trabajo, y su vida, pero no saben dónde ni a quien reclamar. ¡Qué sabe nadie! canta Raphael. Hace un mes que hubo elecciones generales y aquí -dicen y hacen decir- nadie negocia, nadie descuelga el teléfono rojo, nadie va a votar a nadie y todos reclaman. Estamos preparados para que pase cualquier cosa.

También reclama estos días nuestro presidente de Aragón. Javier Lambán va y dice que quiere recurrir a la Policía si Cataluña no devuelve los bienes. 20 años reclamando un centenar de piezas de arte religioso -para gustos los colores- y así seguimos. Nuestro presidente está pensando en llamar a la Poli. El Gobierno catalán no ha obedecido ni Papa de Roma, así que lo que hagan ante la Policía tampoco andará muy lejos.

Nos van a dar pero bien, que diría una presentadora de Antena 3 TV por el pinganillo, (al hilo del supuesto video que han emitido esta semana en el que vinculan a Podemos, la CUP y el entorno de ETA con Maduro, el de Venezuela).

Estamos preparados para que pase cualquier cosa.

Estamos en guerra. Y hace frío. Ha vuelto la guerra fría.

Ha vuelto la guerra fría. Lo anunciaba Albert Rivera por la tele. Una guerra fría, sin teléfono rojo como en la época soviet para colgar y descolgar, entre PP y PSOE. Y él, el presidente de Ciudadanos, se autonombraba juez y parte. Rivera anunciaba que no iba a votar ni a Mariano Rajoy ni a Pedro Sánchez. No necesitó ni secarse las manos después de lavárselas.

El presidente en funciones, que ayer tarde declinaba presentarse a la investidura a las 24 horas de decir lo contrario rompiendo todas las portadas y estrategias, tuvo el martes un mal día. Y otro mal día el jueves. Y otro, puede que malo y bueno a la vez, ayer mismo. Un programa de radio de humor puso en evidencia que su equipo en Moncloa no le filtra, convenientemente, las llamadas y que el presidente anda con la agenda casi casi vacía. Vamos, que está deseando quedar y charlar con un colega. Concretamente, con el presidente catalán Puigdemont, lo que demuestra que esto de la politica y la negociación es más factible y humano de lo que creemos creer. Sucedió el martes por la mañana. Y el jueves por la tarde, el presidente en funciones declaró a los periodistas, tras reunirse con el príncipe Felipe -digo el rey Felipe-, que se iba a presentar a la investidura así como resignado: “nos han votado más de siete millones de españoles”. Pero a las 24 horas - ayer tarde por la tarde- ha dicho lo contrario: que no se presenta a ser investido presidente. Y ahora vienen los matices. El no es “de momento”. El no es, en realidad, un hasta luego. A pesar del no a la primera propuesta del Rey para formar Gobierno, Rajoy decía ayer tarde: “no renuncio a nada, pero hoy no estoy en condiciones; no tengo una mayoría a favor y si una mayoría en contra”. El no es ganar tiempo para que fracasen los demás. “Nos han votado más de siete millones de españoles”, repite.