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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Ellas. Las imprescindibles en la II República

Paloma Lafuente

Ellas. Las del mundo rural.

Las del analfabetismo y la pobreza. Extirpadas de la escuela a corta edad para ayudar en casa o en las labores agrícolas.

En los años 30, trabajaba en el campo el 24 % de la población activa femenina, que en muchos casos no recibían ninguna remuneración, ni tenían ningún derecho laboral, porque este trabajo era considerado oficialmente como “ayuda familiar”.

Pero cuando la clase trabajadora empezó a organizarse para defender sus derechos, ahí estuvo la mujer del mundo rural, aunque no con su programa de reivindicaciones propias, sino en la defensa de mejoras para sus maridos, hermanos o padres.

Miguela, Felisa, Esperanza, María, Virtudes, Joaquina y tantas otras. Mujeres anónimas que desde el silencio social construían historia, a menudo, sin ser conscientes de ello.

Ellas. Las obreras de la ciudad.

Las que sólo tenían una muda. Las que tenían los peores trabajos. Las que cobraban menos que ellos. Las de la doble jornada. Las de los abortos clandestinos y la lectura a escondidas. Las de la ausencia de día de descanso y la mantilla para las fiestas de guardar. Solteras o viudas. Las casadas que solicitaban permiso al marido y no podían disponer de su propio salario porque debían entregarlo al cónyuge.

En los años 30, dos tercios de las mujeres asalariadas eran trabajadoras temporales, o estaban en el servicio doméstico (sin derechos laborales), y el otro tercio restante eran obreras cualificadas, fundamentalmente en el sector del textil y vestido (82 %). Con una legislación existente que concedía pocos derechos a las mujeres por no decir que ninguno (1).

En 1932, el 97,1 % de las obreras participaron en huelgas y en 1934 más del 50 % de las horas perdidas en huelgas, lo fueron en el sector textil, confección, alimentación y tabaco, sectores donde predominaba la mano de obra femenina. Algunas de ellas fueron Teresa, Luisa, Victoria, Agustina, Sara, Flora. Delantal blanco y mono azul por bandera.

Ellas. Las que escribían porque tenían mucho que contar.

Brillantes mujeres que tuvieron que exiliarse a Latinoamérica. Vida y obra invisibilizada al público tanto en su época como hoy. Olvidadas en los programas educativos.

Las de la Generación del 27: María Teresa de León, escritora. Salvadora de la pinacoteca del Museo del Prado. María Zambrano, la filósofa más inmensa que haya tenido jamás este país. Ernestina de Champourcín, poeta, que abandonó a su familia por seguir el destino del pueblo, que tomó conciencia de la obligación que tienen los intelectuales de colocarse siempre junto al pueblo del que emanan. Las poetas Concha Méndez y Zenobia de Camprubí o la escritora María Enciso entre otras.

Grandes mujeres intelectuales relegadas a un segundo plano o al olvido. Siempre presentes y activas en las principales actividades intelectuales que se organizaron a favor de la República. Relegadas al oscuro de la memoria colectiva.

Ellas. Las diputadas.

Feministas, maestras, escritoras, afiliadas a organizaciones sindicales, gobernadoras civiles, periodistas, pedagogas, sufragistas, abogadas, lideresas de sus partidos políticos… etc.

Que no tuvieron la proyección pública de Nelken, Ibárruri, Campoamor o Kent, pero que en el Congreso de la II República se sentaron como diputadas: Lejárraga, García Manzano, Álvarez y De la Torre.

Las del sufragio femenino, la defensa del divorcio y la custodia de los hijos/as. Las que alfabetizaban y escribían en pro de los avances en derechos y libertades en la II República. Las que defendían a las trabajadoras y trabajadores de la Tierra.

ELLAS. Todas ellas. Brillantes mujeres. Obreras, escritoras, políticas, desempleadas, militantes, agricultoras, amas de casa, estudiantes y ciudadanas. Mujeres que contribuyeron, de una manera u otra, a erigir una ruptura ideológica que venía de antaño y cuya grieta se presentó, cultural y políticamente, gracias al espacio de libertad generado por la segunda República.

Mi gratitud, reconocimiento y recuerdo.

(1) La mujer trabajadora en la Segunda República. Juana Cobo

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