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Hasta hace pocos años, la estrategia de la derecha española había sido la de borrarse como derecha, presentarse como un centro político carente de otra ideología que la del “sentido común”. Como dice Barthes, la burguesía es la clase que siempre ha buscado borrar las huellas de su presencia, por lo que se ha escondido bajo conceptos como los de Nación, Pueblo o Patria. De manera sorprendente, y coincidiendo con la crisis, la derecha se ha quitado las máscara ideológica y se siente con las suficientes fuerzas como para mostrar ese rostro que la vincula de manera directa con la dictadura. Sin pudor. Tanto desde instancias partidarias, como judiciales o sociales, la derecha muestra, a veces con orgullo, el cordón umbilical que le une a la dictadura.
Sin embargo, el movimiento más sorprendente es el que se ha producido en el otro ámbito del espectro político. La izquierda, que comenzó orgullosa exhibiendo su posición ideológica, aunque hablando un lenguaje de reconciliación nacional, ha ido difuminando sus perfiles hasta hacer de la ausencia de ideología una estrategia extremadamente extendida. También es cierto que desde el régimen posfranquista se apostó fuerte por la domesticación de las fuerzas de la izquierda que tenían un mayor peso social. En este sentido, el caso paralelo de CC.OO. e Izquierda Unida resulta paradigmático pues ese intento de domesticación fue coincidente en el tiempo y con resultados contrapuestos. En la IU de Anguita supimos mantener, contra viento y marea, un tibio perfil socialdemócrata, a pesar de la campaña global de criminalización. CC.OO. fue otro cantar, cuyos efectos todavía se muestran en el sindicato.
CC. OO. había supuesto lo fundamental de la lucha interna contra el franquismo en el ámbito laboral, bajo la dirección de un Marcelino Camacho ejemplo de dignidad, tenacidad, compromiso y, también, claridad ideológica. Y en eso llegó Antonio Gutiérrez, quien sustituyó a Camacho y se aplicó a la tarea de desideologizar el sindicato. Se trataba de que Comisiones dejara de tener un vínculo ideológico con IU, a pesar de que UGT lo tenía, y lo sigue teniendo sin problema, con el PSOE. En una significativa anécdota, Gutiérrez, futuro diputado del PSOE, llegó al esperpento de sustituir la Internacional por la Lambada en la clausura de un congreso del sindicato.
Y la ideología es, claro está, fundamental, para aquilatar posiciones políticas, sociales, sindicales. Sin ella, las frases pueden tornarse huecas o adquirir un sesgo contrario al que se pretende. Esto se ha visto, por desgracia, estos días con el tema de las empresas concertadas de educación. De manera absolutamente sorprendente, una parte de CC.OO. se ha opuesto a la propuesta de toda la izquierda del Parlamento aragonés de no renovar un puñado de conciertos. Y lo ha hecho desde un argumento de una gran simpleza, precisamente por su falta de consistencia ideológica: la pérdida de puestos de trabajo. Un sindicato, se ha llegado a decir, debe defender los puestos de trabajo. Pues no, esa expresión en abstracto puede ser una verdadera burrada, como es el caso. Desde esa perspectiva, imagino que CC.OO. defenderá en el futuro el mantenimiento de las Centrales Nucleares, de las fábricas de minas antipersonas, de la asignatura de religión en los coles, de fábricas contaminantes. El empleo se defiende desde una postura ideológica.
Es preciso, sí, defender el empleo y evitar que el profesorado de la concertada, tan maltratado por su patrones, sea el pagano del proceso. No se trata de abrir una guerra entre trabajadores de la pública y la concertada, pero tampoco de manifestarse del brazo de la insolidaria patronal concertada. La reducción de conciertos no solo no reduce empleo, sino que lo genera, por cuanto las horas de tiza en la pública son menos que en la concertada y porque en ese país de la libertad que son los colegios religiosos no se ofertan asignaturas de valores, con lo que el profesorado especialista de Filosofía es sustituido por adoctrinadores religiosos. La cuestión es estudiar de qué manera se facilita la incorporación de trabajadores de la concertada a la red pública, pero con el objetivo de priorizar la red pública. Esa, no otra, debe ser la posición de un sindicato progresista.
Por lo dicho, la recuperación de posiciones ideológicas claras resulta imprescindible en el ámbito sindical, como única manera de salir con dignidad de esta crisis. Todo lo demás es hacerle el juego a los de siempre. Para eso, compañeros, ya tenemos a ANPE.
Hasta hace pocos años, la estrategia de la derecha española había sido la de borrarse como derecha, presentarse como un centro político carente de otra ideología que la del “sentido común”. Como dice Barthes, la burguesía es la clase que siempre ha buscado borrar las huellas de su presencia, por lo que se ha escondido bajo conceptos como los de Nación, Pueblo o Patria. De manera sorprendente, y coincidiendo con la crisis, la derecha se ha quitado las máscara ideológica y se siente con las suficientes fuerzas como para mostrar ese rostro que la vincula de manera directa con la dictadura. Sin pudor. Tanto desde instancias partidarias, como judiciales o sociales, la derecha muestra, a veces con orgullo, el cordón umbilical que le une a la dictadura.
Sin embargo, el movimiento más sorprendente es el que se ha producido en el otro ámbito del espectro político. La izquierda, que comenzó orgullosa exhibiendo su posición ideológica, aunque hablando un lenguaje de reconciliación nacional, ha ido difuminando sus perfiles hasta hacer de la ausencia de ideología una estrategia extremadamente extendida. También es cierto que desde el régimen posfranquista se apostó fuerte por la domesticación de las fuerzas de la izquierda que tenían un mayor peso social. En este sentido, el caso paralelo de CC.OO. e Izquierda Unida resulta paradigmático pues ese intento de domesticación fue coincidente en el tiempo y con resultados contrapuestos. En la IU de Anguita supimos mantener, contra viento y marea, un tibio perfil socialdemócrata, a pesar de la campaña global de criminalización. CC.OO. fue otro cantar, cuyos efectos todavía se muestran en el sindicato.