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Izquierdas o guerras

Las tensiones aumentan en el escenario mundial. Las fuerzas sociales se polarizan hacia los extremos derecho e izquierdo. Pero el momento actual parece dar más triunfos a la derecha que a la izquierda.

Es cierto que ésta ha avanzado y va trenzando una red internacional: ganó Syriza en Grecia, aunque su victoria fuese pírrica. En Portugal se consiguió una alianza de izquierdas. En España las elecciones municipales dieron a la izquierda “radical” importantes municipios, y los resultados de Podemos en las generales inclinaron la balanza hacia posiciones abiertamente contrarias al neoliberalismo. Pero todavía infructuosamente, pues no dieron la mayoría ni pudieron liberar al PSOE del pegamento que le mantiene ligado al establishment. En Inglaterra, con Corbyn, el partido laborista ha ido más lejos que su homólogo español, aunque está en la oposición. Mientras, en Francia Nuit Debout recuerda el irrepetible 15M español, pero conjugado ahora con las luchas laborales, y en Austria en el último minuto se ha conseguido una presidencia progresista.

Quienes creemos que las grandes desigualdades rompen el equilibrio social podríamos estar contentos con estos últimos giros, que buscan un reparto más justo de beneficios y sacrificios. Pero si miramos a nivel mundial, veremos que estos ajustados triunfos son inestables e insuficientes. Es necesario incrementarlos para no dar un paso adelante y dos atrás.

Pues la solidaridad y los derechos humanos han sido vencidos en Europa, atrincherada ahora contra ese desarmado y desesperado ejército de refugiados. Si en Francia Marine Le Pen puede aspirar a gobernar la nación, más cerca de ello ha estado la ultraderecha en Austria. En Israel, Netanyahu ha nombrado ministro de defensa a quien quiere acabar militarmente con la Autoridad Palestina. Argentina dio el poder al neoliberal Mauricio Macri que está aplicando las nefastas políticas a favor de las grandes empresas. Pero en Brasil se avista una regresión aún mayor con Michel Temer, cuyas primeras medidas contra las clases populares y los indígenas no han tardado una semana en ser dictadas. La derecha, con más o menos razones, parece imparable en Venezuela. Rusia cambió una dictadura de partido por otra de mafias económicas, pero sigue igual de expansionista ¿Y USA, donde el agresivo Donald Trump está a punto de alzarse victorioso?

Como suele suceder, la crisis agudiza las desigualdades y las contradicciones entre los actores económicos. Debilita la cohesión tanto dentro de cada país como en el planeta entero. Y, como en otras ocasiones, para lograr esa cohesión la derecha de cada nación sólo sabe amedrentar con la represión interna o apelar al miedo y odio hacia el enemigo exterior. Las guerras de todo tipo están en el orden del día: invasiones de Afganistán e Irak; armamento de grupos proeuropeos y prorusos en Siria y en Ucrania; guerra contra el EI y el terrorismo, fruto de su política explotadora, etc.

La izquierda democrática corre el peligro de llegar con retraso, una vez más, para impedirlas. En el siglo XX no pudo impedir la Primera Guerra Mundial entre países que ahora forman la UE. Tampoco pudo impedir el ascenso del fascismo ni el aislamiento de la revolución rusa, que sirvió de escusa al Partido Comunista para justificar su deriva hacia una sangrienta dictadura. Tampoco hasta el momento ha podido parar la tendencia bélica de los imperialismos, incluido el europeo.

Como en otras ocasiones, o triunfa la solidaridad entre los pueblos para crear un orden mundial o se incrementarán las desigualdades y con ellas el nivel bélico. De momento, parece que se está realizando esta segunda opción.

El equilibrio, la sensatez y la moderación sólo pueden venir (¡oh, ironía!) de la mano de lo que denominan izquierdas “radicales”; las únicas que quieren enfrentarse al actual orden mundial dictado por el individualismo y la búsqueda exclusiva del beneficio económico. Un orden universal agresivo que, si no se consigue equilibrar con la solidaridad, seguirá creando sus propios enemigos y seguirá consumiendo su energía en combatirlos. Simplificando: o izquierdas o guerras.

Pero no cualquier izquierda. No las que quieren imponer su orden mediante dictaduras o imponer la solidaridad a la fuerza. Esas son la antítesis del neoliberalismo, pero igualmente peligrosas. La nueva izquierda es democrática en todo o está condenada a repetir el ciclo hacia la dictadura.

Las tensiones aumentan en el escenario mundial. Las fuerzas sociales se polarizan hacia los extremos derecho e izquierdo. Pero el momento actual parece dar más triunfos a la derecha que a la izquierda.

Es cierto que ésta ha avanzado y va trenzando una red internacional: ganó Syriza en Grecia, aunque su victoria fuese pírrica. En Portugal se consiguió una alianza de izquierdas. En España las elecciones municipales dieron a la izquierda “radical” importantes municipios, y los resultados de Podemos en las generales inclinaron la balanza hacia posiciones abiertamente contrarias al neoliberalismo. Pero todavía infructuosamente, pues no dieron la mayoría ni pudieron liberar al PSOE del pegamento que le mantiene ligado al establishment. En Inglaterra, con Corbyn, el partido laborista ha ido más lejos que su homólogo español, aunque está en la oposición. Mientras, en Francia Nuit Debout recuerda el irrepetible 15M español, pero conjugado ahora con las luchas laborales, y en Austria en el último minuto se ha conseguido una presidencia progresista.