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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Memoria

Portada del libro '40 años construyendo el Picarral'

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“La memoria es una obligación. Una responsabilidad para que nunca jamás no sea una promesa vacía”. Palabras hermosas que se escucharon el pasado miércoles en una sesión extraordinaria del Parlamento europeo para conmemorar el Día Internacional por las Víctimas del Holocausto y el 80 aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz donde fueron asesinadas más de un millón de personas. Sobrevivieron siete mil en unas condiciones espantosas.

El protagonista de este año fue un gran compositor y violonchelista húngaro, Paul Hermann, detenido en Toulouse y asesinado por los nazis en el campo de concentración de Kaunas (Lituania) en 1944.

Antes de ser deportado desde París hizo llegar un mensaje en papel a un cuñado para que pusiera a salvo su violonchelo Gagliano. Pudo salvarse y ochenta años después continúa sonando desafiando el horror nazi. Su hija, Corrie Hermann, ya nonagenaria, ha perpetuado su memoria creando un fondo para ayudar a violonchelistas jóvenes.

En Aragón, como cada año desde el 2010, Amical de Mauthausen y el Rolde de Estudios Aragoneses organizaron un acto de recuerdo y enseñanza universal en el Centro Cívico “Río Ebro”de Zaragoza. Con el lema “Por un futuro mejor” participaron alumnos del instituto “Miguel Catalán” que el próximo mes de mayo viajarán a Mauthausen. Alrededor de mil aragoneses fueron deportados a campos de concentración entre 1940 y 1945, la mayoría al campo austriaco.

El mensaje del Parlamento europeo: en estos tiempos que nos retornan ecos de los años 30 por el avance de las fuerzas de extrema derecha, de los líderes viriles y de los discursos de deshumanización y de odio, tenemos que estar más que nunca del lado de la dignidad, de la esperanza y de la humanidad.

Como lo estuvo durante toda su vida en Zaragoza, y doy un aventurado salto de memoria desde lo global a lo local, Jesús Gil García, un cura que nunca quiso dejar de ser cura centrado siempre en mejorar la vida de los demás especialmente la de las clases populares, de los vulnerables, en el barrio del Picarral y en Balsas de Ebro Viejo. 

Familiares, amigos y conocidos le despedimos en una ceremonia civil en el cementerio de Torrero el pasado martes, un día después del Día Internacional por las Víctimas del Holocausto instituido por la ONU.

Jesús Gil sufrió una conversión radical en Bolivia a principios de los 70. Junto con otros cuatro compañeros, recién ordenados sacerdotes, fueron a evangelizar a Cochabamba y todos regresaron evangelizados por la cercanía a los pobres y expulsados por orden del arzobispo y del dictador Hugo Banzer.

Ese mismo año, 1974, tuvo que abandonar la parroquia de Santa Ana en su barrio de Balsas expedientado como otros curas obreros por solidarizarse con el cura de Fabara, Wirberto Delso, enfrentado al entonces arzobispo de Zaragoza, Pedro Cantero.

Acogido por la comunidad de jesuitas de la parroquia de Belén, Jesús Gil comenzó su andadura como cura obrero volcándose en la lucha vecinal en el Picarral al tiempo que promovía las Comunidades Cristianas Populares en Aragón. Allí en el barrio del Picarral, ejemplo de libertad, de ciudadanía y de coraje comunitario, había nacido la primera asociación vecinal en 1970, hace ya 55 años.

Jesús Gil no creía en los dogmas ni en las verdades absolutas ni en los milagros. Sí creía en el regreso al cristianismo original basado en el único mandamiento del amor desinteresado y gratuito a los pobres, a los marginados y a los refugiados, “incluso a los enemigos”.

Su mensaje era laico, el de la consecución de una sociedad digna y justa en la que el hombre y la mujer son iguales, fuera de todo dominio y autoridad, una sociedad impregnada de la cultura del cuidado sobre todos los seres de la naturaleza.

Junto a Elena formó una familia, tuvieron dos hijos, Pablo y Teresa, y aún pudo disfrutar durante dos años de su nieta Manuela. Su trabajo, unido al de tantos otros luchadores vecinales de los barrios populares, se puede comprobar en el Picarral donde hasta bien entrada la década de los 70 las calles se convertían en barrizales cuando llovía, eran paso obligado para los carros de combate y vehículos militares que iban al campo de maniobras de San Gregorio, convivían con industrias contaminantes, no había colector de aguas pluviales, ni colegios, ni centro de salud,  ni guarderías, ni parque. El del Picarral fue el primer parque  que inauguró el primer alcalde democrático, Ramón Sáinz de Varanda. Luego llegarían iniciativas tan ejemplares como la Escuela de hostelería Topi de la Fundación Picarral. 

La Asociación de Vecinos Picarral-Salvador Allende siempre ha cuidado y sigue cuidando la memoria ciudadana del barrio con publicaciones y bancos de imágenes de todo lo que hacen.

Como se dijo en la conmemoración del Parlamento europeo, la memoria histórica y ciudadana es una obligación y una responsabilidad; la neutralidad y la pasividad solo ayudan a los opresores, nunca a las víctimas. Hay valores que son universales se defiendan desde Bruselas o desde un barrio de la Margen Izquierda de Zaragoza.

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