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“No molestar”

La mañana del pasado domingo fueron encontradas dos niñas ahogadas en el mar Egeo, en Rodas, y dos cuerpos de hombres en Lesbos. Tras el lamentable acuerdo-parche aprobado por la Unión Europea sigue el “asunto refugiados”.

Estos tristes sucesos fueron precedidos por concentraciones y manifestaciones por todo el Estado español, el día 16, en contra del tratado de la UE con Turquía, y la votación a favor del mismo del actual gobierno en funciones al día siguiente, en contra del resto del Parlamento. En un retorcido acuerdo legal jugando entre los recovecos de la normativa europea y de lo que podemos nombrar oficialmente como “Europa”, externalizamos nuestra culpa y nuestras obligaciones invitando a que una Turquía deseosa de formar parte de la Unión Europea se encargue de violar nuestra propia Constitución y los convenios en materia de protección internacional (los cuales más adelante exigiríamos que firmara si entrara, ironías de la política internacional).

El plan que propone este acuerdo es bastante chapucero: primero, vaciamos las islas del Egeo, como principal puerta de acceso a Grecia y a la Unión Europea; Luego, enviamos a todas esas personas a Turquía donde pueden elegir entre vivir en campamentos y esperar ser unas de aquellas 72.000 afortunadas que podrán entrar en Europa tras inscribirse en programas de reubicación, o pueden intentar desafiar los planes de control de los gobiernos y buscar el sueño europeo por sus propios medios, o perder la esperanza e irse a donde no molesten a nuestros ojos occidentales.

Incluso pasando por alto que este acuerdo viola la filosofía de los tratados de asilo, los Derechos Humanos y la garantía de no devolución, sigue siendo una receta para el desastre: los sirios seguirán huyendo de la guerra -por necesidad, no por capricho- seguirán intentando entrar en Europa -por necesidad, no por capricho- y Europa seguirá teniendo que enfrentarse a esta situación más allá de colgar en su puerta el cartel de “No molestar” -esta vez quizás sí un poco por capricho, o directamente por xenofobia-. Esto es algo de lo que la mayor parte de la ciudadanía es consciente, por lo que desaprobamos enérgicamente el acuerdo por ilegal, inmoral e inútil.

Lo que tenemos que hacer para acabar con este juego de medidas cosméticas no es cerrar fronteras a cal y canto sino abrir pasajes legales y seguros para quienes huyen de la guerra, de las violaciones de los derechos humanos y de la muerte, encuentren una manera de ser seres humanos con derechos otra vez.

Butler ya señalaba como el valor de la vida humana es tomada, también, como una construcción política. En consecuencia, es muy fácil para los dirigentes europeos convencerse de que las vidas sirias valen menos que los conflictos que su acogida en Europa generará. También es muy fácil para ellos desdeñar de la misma manera las voces que claman en contra de su chapucero modo de hacer. La desconexión entre las voces de los pueblos europeos y sus dirigentes no lleva a que desaparezca el problema, sino que simplemente lo tapa un ratito hasta que vuelve a explotar, mientras nuestros vecinos mueren esperando.

Asumir esta situación, asumir nuestras leyes y convenios, asumir nuestra responsabilidad y asumir nuestro amplio margen de acción es la única manera de conseguir que en unos años no tengamos que asumir otro capítulo de la historia de la vergüenza europea.

La mañana del pasado domingo fueron encontradas dos niñas ahogadas en el mar Egeo, en Rodas, y dos cuerpos de hombres en Lesbos. Tras el lamentable acuerdo-parche aprobado por la Unión Europea sigue el “asunto refugiados”.

Estos tristes sucesos fueron precedidos por concentraciones y manifestaciones por todo el Estado español, el día 16, en contra del tratado de la UE con Turquía, y la votación a favor del mismo del actual gobierno en funciones al día siguiente, en contra del resto del Parlamento. En un retorcido acuerdo legal jugando entre los recovecos de la normativa europea y de lo que podemos nombrar oficialmente como “Europa”, externalizamos nuestra culpa y nuestras obligaciones invitando a que una Turquía deseosa de formar parte de la Unión Europea se encargue de violar nuestra propia Constitución y los convenios en materia de protección internacional (los cuales más adelante exigiríamos que firmara si entrara, ironías de la política internacional).