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“República, república siempre, la forma de gobierno más conforme con la evolución natural de los pueblos». Así respondió Clara Campoamor a un medio de comunicación cuando le preguntó sobre el modelo de Estado en el Ateneo de Madrid. Corría el año 1931.
Los movimientos feministas y asociaciones de mujeres exigían desde principios de siglo pasado la instauración de un régimen democrático en el que las políticas económicas, sociales y legales dieran pasos a una sociedad más igualitaria entre mujeres y hombres. Como no podía ser de otra manera, a raíz de la instauración de la II República y de la aprobación de la Constitución de 1931 fue cuando sucedieron este tipo de avances en la igualdad: se aprobó el sufragio femenino y las mujeres pudieron votar en 1933; se implantó el matrimonio civil y la aprobación del divorcio en 1932. Hubo sanciones legales en la igualdad al acceso en puestos oficiales; un descenso en un 20 % del analfabetismo de las mujeres.
Federica Montseny, política y anarcosindicalista, fue la primera mujer en ocupar un cargo ministerial en España y una de las primeras en Europa Occidental y planteó el primer proyecto de Ley del Aborto en España.
Que la República es sinónimo de modernidad, de progreso, de avance en la igualdad entre mujeres y hombres en este país es un hecho histórico constatado.
Tras el golpe de Estado del 36 y durante cuatro décadas de una dictadura franquista, se impuso cruelmente una represión de género con el objetivo de imponer un modelo patriarcal y único de ser mujer. Muchas mujeres fueron humilladas por haber transgredido los límites de la feminidad tradicional durante la Segunda República. El objetivo era vejar a la mujer que había transgredido los límites de la feminidad tradicional durante la República y oponerse a su libertad y autonomía. Forzarlas a regresar al hogar y al ámbito familiar, de donde nunca deberían haber salido.
En la ponencia que redactó el proyecto de La Constitución del 78 no hubo presente ninguna mujer. Es difícil que se recojan las reivindicaciones y derechos de las mujeres cuando no hay mujeres para ponerlos encima de la mesa y defender su incorporación. En esa época surge un movimiento feminista que exige que se recojan en la Constitución las propuestas sobre nuestros derechos y libertades. La realidad es que ni esas reivindicaciones ni las mujeres estamos contempladas en la misma.
Estamos viendo en estas últimas semanas como la juventud, el alumnado universitario y organizaciones ciudadanas están realizando acciones en las que exigen su derecho a decidir, un sistema elegido por todos y todas, haciendo uso de nuestra libertad y nuestro concepto de ciudadanía. Un modelo adaptado a las necesidades actuales y que recoja aspectos sobre cuestiones fundamentales como son: la educación, el laicismo, los servicios sociales, los sanitarios, las relaciones laborales, la vivienda, el medio ambiente, una economía para el bien común que ponga en el centro a las personas y que genere un modelo alternativo en el que la riqueza sea socializada y en igualdad de condiciones para todas las personas.
Sería intolerable que las mujeres y las reivindicaciones de derechos del movimiento feminista no estuvieran contempladas tanto en el proceso como en el resultado final. Por tanto, exigimos un proceso constituyente en el que estemos incluidas y seamos protagonistas del mismo, que nos tenga en cuenta y nos considere actrices principales de un verdadero Estado democrático y de derecho.
Las mujeres reclamamos una reforma de la Constitución y exigimos que se incluyan en ella propuestas sobre nuestros de derechos y libertades. Propuestas de un siglo XXI, entre las que se incluya la paridad en la representación institucional, una paridad regulada que asegure que estemos representadas y tenemos voz y voto real; el derecho al aborto libre y despenalizado; la protección y sanción de la violencia machista y una igualdad real en el derecho al trabajo que no permita que las mujeres sigamos sufriendo una brecha salarial del 24 % respecto a los hombres.
Nosotras, trabajaremos como hemos hecho siempre por la construcción de un nuevo modelo de estado que germine de ese proceso constituyente en el que exigimos que las mujeres, de una vez por todas, estemos representadas en igualdad de condiciones y derechos que los hombres. Que nos contemple como ciudadanas de verdad.
Por mi parte espero que, de nuevo, ese cambio lleve nombre de República. La Tercera.
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