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Durante uno de los debates de esta semana, un familiar que vive en Madrid me preguntó por la insistencia de Pablo Iglesias en hablar de pactos tras las elecciones del domingo. Me sorprendió, pero luego recordé la política aragonesa tiene una peculiaridad que la separa del resto.
Aragón ha tenido nueve gobiernos autonómicos desde 1983 y en la mayoría ha habido personas de distintos partidos políticos. Gobiernos formados entre PSOE y PAR, entre PP y PAR y, el actual Gobierno, en el que hay un consejero que no es del PSOE, sino de CHA y que fue apoyado en la investidura por Podemos Aragón como un mal menor ante la posibilidad de un nuevo gobierno del PP. Aragón, como suele decirse es “tierra de pactos”. Y a partir de ahora lo que ha sido habitual por estos lares va a ser una novedad en Moncloa (y creo que también en el resto de Comunidades).
Los gobiernos monocolor se han acabado, al menos por una buena temporada, quizá 3 o 4 legislaturas. Y eso es bueno. Para un partido político, lo más sencillo es tener mayoría absoluta y sacar adelante todos las leyes sin que nadie pueda obstaculizarlas. Pero tiene su peligro: un partido puede imponer su “idea de España” y su idea de la economía, la educación, la libertad incluso… sin que nada ni nadie pueda impedirlo. El rodillo, en otras palabras. No hay más que recordar la época de la mayoría absoluta de Rajoy.
Estar en política es pactar; es sentarse en una mesa con un listado de propuestas y debatirlas una a una; es convencer, seducir al interlocutor para que te apruebe una medida no porque sea tuya sino porque de verdad crees que es buena. Eso es difícil, claro. Durante años un partido se dedica a criticar a otro y de repente se da cuenta de que lo necesita para formar gobierno, de que va a sentarse en el Consejo de Ministros con alguien a quien ha insultado en un mitin.
Tras la moción de censura, el PP hablaba del “pacto de perdedores”, olvidando que en una democracia parlamentaria gobierna quien tiene más apoyos en el Parlamento y que sus anteriores presidentes también acordaron leyes e investiduras con votos de partidos independentistas.
Mariano Rajoy aprobó con CiU su primer Real Decreto-Ley, una norma por la que subía el IRPF y el IBI y congelaba el sueldo de los funcionarios. En 2016, la abstención de Convergència, PNV y ERC permitió que Ana Pastor presidiera la Mesa del Congreso, que ha vetado que se preguntara sobre la relación entre Corinna zu Sayn-Wittgenstein y el comisario Villarejo o o los gastos de la Casa del Rey. Rajoy también salvó sus presupuestos de 2018 gracias al apoyo del PNV. Y antes, mucho antes, Aznar fue investido presidente en 1996 gracias a los apoyos de Xabier Arzalluz y Jordi Pujol.
Cuando Casado dice que Otegui, Puigdemont y Torra se van a sentar en el Consejo de Ministros debería repasar los acuerdos firmados por su propio partido.
Existen multitud de Gobiernos de coalición. Del peor al mejor, en mi opinión, son:
Se ha dedicado mucho esfuerzo, tiempo y dinero a tratar que Podemos no entre en La Moncloa, como hemos visto estas semanas con el “descubrimiento” de las cloacas. Y a partir del domingo se redoblarán esos esfuerzos. Pablo Iglesias lo tiene muy claro y por eso en los debates trató de arrancar a Pedro Sánchez un compromiso sobre sus planes de acuerdos tras las elecciones. Es necesario que el PSOE se vea obligado a pactar con Podemos; si tiene otra opción, si puede pactar con Rivera, lo hará.
Este domingo, por primera vez en años, nuestros votos pueden cambiar realmente el futuro de España. No pensemos que todos son iguales que todos mienten y todos roban. No nos quedemos en casa.
Decidamos nuestro futuro pensando también en estos pactos y en quién queremos ver en un Consejo de Ministros decidiendo sobre nuestros empleos, nuestras pensiones, nuestras libertades y derechos. Este domingo, la historia la escribes tú.
Durante uno de los debates de esta semana, un familiar que vive en Madrid me preguntó por la insistencia de Pablo Iglesias en hablar de pactos tras las elecciones del domingo. Me sorprendió, pero luego recordé la política aragonesa tiene una peculiaridad que la separa del resto.
Aragón ha tenido nueve gobiernos autonómicos desde 1983 y en la mayoría ha habido personas de distintos partidos políticos. Gobiernos formados entre PSOE y PAR, entre PP y PAR y, el actual Gobierno, en el que hay un consejero que no es del PSOE, sino de CHA y que fue apoyado en la investidura por Podemos Aragón como un mal menor ante la posibilidad de un nuevo gobierno del PP. Aragón, como suele decirse es “tierra de pactos”. Y a partir de ahora lo que ha sido habitual por estos lares va a ser una novedad en Moncloa (y creo que también en el resto de Comunidades).