El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
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Hemos conocido recientemente declaraciones en las que se ponía de manifiesto una contradicción entre ‘personaje’ y ‘persona’. Vamos, juraría que ha sido así. Porque confieso que no es la primera vez que, para entender a su autor, he necesitado un diccionario.
El caso es que, cuando se hacen afirmaciones de este tipo, parece que ‘la persona’ es una especie de ente dotado de pureza al que se enfrenta ‘un personaje’ símbolo de la falsedad.
Como es sabido, el término ‘persona’ proviene de las máscaras de los actores. Es decir, la palabra que remite a nuestra propia esencia individual, la que escogemos para decidir quién es sujeto de derechos, aquella que nuestra Constitución anuda al concepto de ‘dignidad’ es una que se relaciona con el teatro y con la representación. Las personas, por lo tanto, somos ficciones. Nuestro problema es que hemos tendido a creer que ‘ficción’ y ‘mentira’ son sinónimos. Y no podemos estar más equivocados. También hemos creído que las ficciones son perjudiciales. Y, de nuevo, no podemos estar más equivocados. Convivimos gracias a ficciones que pueden servir para hacer de nuestras vidas y de nuestras sociedades lugares mejores.
Pero lo curioso es que, probablemente, tampoco los personajes son mentira. Si por personaje entendemos el modo en el que nos presentamos ante los demás, ocurre que muchas veces nos servimos para ello de aquello que más íntimamente nos define. Por ejemplo, alguien que lleva más de cuarenta años construyéndose un personaje, como es Loquillo, ha dicho muchas veces que José María Sanz es el tipo que sube al escenario y que, fuera de ese espacio, no hay más que un impostor llamado Loquillo.
Quizás, por lo tanto, lo que ocurre es que ‘persona’ y ‘personaje’ pueden muy bien ser sinónimos. Al final no sé si me estoy liando…
En fin, después de todas estas vueltas, lo que os quería transmitir –niños y niñas– es que no os fieis de la gente que no escribe con claridad y que todo lo oscurece. Como cantaba Serrat, ‘entre esos tipos y yo hay algo personal’.
Hemos conocido recientemente declaraciones en las que se ponía de manifiesto una contradicción entre ‘personaje’ y ‘persona’. Vamos, juraría que ha sido así. Porque confieso que no es la primera vez que, para entender a su autor, he necesitado un diccionario.
El caso es que, cuando se hacen afirmaciones de este tipo, parece que ‘la persona’ es una especie de ente dotado de pureza al que se enfrenta ‘un personaje’ símbolo de la falsedad.