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Como una maldición de un cuento, cada lustro más o menos, regresa el fantasma de deslocalización en la planta de Opel de Figueruelas. Este fantasma es un dragón furioso, y trabajadores, sindicatos e instituciones democráticas aragonesas han de ofrecer a la criatura sacrificios para aplacarla y que pueda volver a dormir en su cueva al menos un par de años más. O eso, o amenaza con hundirnos llevándose la producción a otra parte. Hasta ahora se han superado los trances, pero sin evitar salir de ellos con menos derechos y con la dignidad tocada. Pero lo peor no es que tengamos la certeza de que el dragón regresará sino que este dragón no es el mismo de siempre, es peor. La situación ha cambiado. Y en casa de los pobres ya se sabe.
Estas crisis se han saldado con cesiones de derechos de los trabajadores, pero no sólo de los mas de 5000 trabajadores de Opel. La búsqueda de mejoras de competitividad vía reducción de costes laborales también afecta a las empresas auxiliares de Opel y sus más de 20.000 trabajadores. Principalmente porque las relaciones entre Opel y las auxiliares se establecen en base a unas relaciones de poder jerarquizadas en las que la matriz impone los precios de compra, el diseño e incluso a los proveedores que les deben suministrar. Una perversa estrategia de rentabilidad que no sólo permite transferir a las empresas auxiliares la presión de reducir costes, sino que también genera un espacio de competencia feroz entre éstas. Una fórmula perfecta para el grupo automotriz que permite reducir sus costes y aumentar su rentabilidad principalmente vía reducción salarial.
Los sindicatos mayoritarios CCOO y UGT, y después la plantilla de Opel, siempre han cedido al chantaje. Esto podría ser una crítica, pero no es más que un descripción de los hechos. PSA somete a la plantilla (y al Gobierno de Aragón) a un chantaje y los sometidos ceden. Era lo previsible y lo comprensible hasta cierto punto. Es normal que, ante la amenaza de dejarnos en nada, haya quien defienda que se hagan cesiones para que nos quiten un poco y no absolutamente todo. La espada y la pared.
Esta ocasión ha sido distinta, tanto por la virulencia del ataque de PSA como de la respuesta de los trabajadores. No es sólo una opinión fundada en las concentraciones en la fábrica al paso de los negociadores del Comité de Empresa. Los datos del referéndum hablan de un rechazo de buena parte los trabajadores, pese a ser un número insuficiente: 2.897 a favor del pacto y 2.008 en contra. La combatividad de los trabajadores ha sido muy superior a la de pasadas crisis. Aunque suponga una derrota de los contrarios al pacto, hay que tener en cuenta lo que supone en un contexto sin alternativas aparentes, en el que ni empresa, ni políticos ni medios de comunicación permitían entrever una salida distinta. Cuando estás entre la espada y la pared, y todos los poderes fácticos te gritan “¡pared, pared!”, escoger “espada” tiene un valor tremendo. Este resultado, aun suponiendo una derrota, es importante, porque van a venir más batallas y PSA le está tomando la medida a sus trabajadores para ver cuánto más podrá apretarles las tuercas. Y también a nuestras instituciones de Gobierno.
Repasemos las fases del conflicto. 1-La propuesta de la empresa, con su propuesta de convenio inaceptable. 2- El órdago de la deslocalización. 3- El ultimátum para que los sindicatos se avengan a un acuerdo en menos de una semana. 4- Firma del pacto. Al final, a la luz del pacto firmado, encontramos que lo que ahorraría la empresa en costes casi podría haberlo conseguido apagando un par de farolas. En una empresa de esas dimensiones los costes laborales no son tan relevantes como pudiera parecer, y lo conseguido por la empresa, pese a ser una cesión importante para los trabajadores, para aquella es casi irrelevante –apenas un 6 % de los ingresos de explotación de la planta (información obtenida de la base de datos ORBIS)-. El contraste entre la desmesura del órdago (fin de las inversiones, traslado de planta, etcétera) y las conquistas patronales sólo llevan a pensar que este ha sido un conflicto de tanteo, una intimidación, una prueba para ver de qué estáis hechos, para ver qué se encontrará cuando venga en serio. La “gimnasia revolucionaria” a la inversa. Es la lucha de clases, amigo. Hay un nuevo sheriff en la ciudad.
Hace un año Opel España fue adquirida por la multinacional francesa PSA, lo que viene a ser Peugeot y Citröen, y las cosas cambiaron nada más llegar“. Se pasó de ser la joya de General Motors a ser una planta poco competitiva y con fecha de caducidad.
Es sorprendente que las cuentas puedan haber dado un vuelco en menos de un año. Más bien parece el resultado de un juego contable funcional a la estrategia del grupo automotriz. Sobre esas presuntas pérdidas no sólo argumentan la posibilidad de deslocalización del Opel Corsa (modelo estrella de la planta), sino que gracias a la última reforma laboral de 2012 del PP, también se constituye un nuevo estado de amenaza permanente al cierre. Sin embargo, esto no es nada nuevo. Las medidas de flexibilidad laboral que han protagonizado este proceso, no son específicas de ni exclusivas. En países como España, donde el segmento de especialización productiva en vehículos de gama media, categoría pequeña y bajo nivel tecnológico, éstas se han convertido, junto la reducción de costes permanente, en la vía para ganar en competitividad. Todo parece indicar una estrategia planificada cuyo objetivo no es difícil de adivinar, pues aquí nos conocemos todos ya desde la Revolución Industrial, maximizar los beneficios cueste lo que cueste.
Habrá que seguir luchando contra todas las pérdidas de derechos laborales y habrá que plantar cara con más dureza. Los sindicatos de la planta de Vigo han dado una muestra ejemplar de solidaridad obrera a la que ya no estamos acostumbrados: “no vamos a quitaros el pan de la boca”. No quieren competir por ver quien se queda las migajas. Esto y la combatividad de una plantilla que nunca hasta ahora se había distinguido por su fiereza, suponen aliento para preparar luchas del futuro próximo. Pero la lucha a pie de tajo tiene límites y no podemos pedir a los trabajadores que sean héroes muertos. Eso no ayuda a nadie. Aquí es donde entra la política. Pero no los políticos que acuden el día de la crisis a presionar a los sindicatos para que acepten las condiciones de rendición de los piratas empresariales. Hay que hacer política de altura, de la buena.
PSA y GM tienen participación de sus respectivos estados y su actuación no tiene que ver con la mano invisible del mercado sino con la política. La división centro-periferia europea tiene todo que ver. Estamos en una situación periférica, con gobiernos serviles a la los centros de control europeos. Y la pérdida de una empresa de industria nacional como SEAT nos deja con pocas armas para el combate. Pero un gobierno español que tuviera como ejes la transición energética y la defensa de sus trabajadores podría hacer muchas cosas. Para empezar, diversificar nuestra economía e ir hacia un modelo productivo sostenible. Pero en lo concreto, puede hacer que a la empresa le cueste más caro llevarse la producción que mantenerla, para que no tenga tentaciones de deslocalización; o hacerle “ofertas que no pueda rechazar” para que el Estado participe de la empresa. El Estado dispone de distintas herramientas para plantar cara a las multinacionales, es cuestión de voluntad política, de querer, porque no olvidemos que al final, el chantaje de todos esos grupos empresariales no sólo es a una plantilla, es también al país. Y el país debe defenderse. Quizá este sí sería el momento para poner banderas en los balcones.
*Mariano Pinós, escritor
*Mariu Ruiz-Galvez, economista
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