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Y el rap salvó Zaragoza

Nunca se había visto Zaragoza en una así, al menos en estos últimos cuarenta años. A cuenta de la crisis nacionalista que estamos viviendo se percibe un cambio traumático en lo que somos. El carácter nuestro, mas templado y menos agresivo que la dureza castellana, parecía estar mutando a una exaltación nacionalista de odios insondables. La agitación en respuesta a los otros nacionalistas (catalanes) nos sorprendía con mares de banderas que vibraban con discursos pronunciados por fascistas. Todo parecía perdido en la locura nacionalista. Hasta que allí donde pensaban rematar su faena, el pregón, lo mejor de Zaragoza surgió y les paró los pies.

Estas semanas pasadas hemos visto cosas que no pensábamos que íbamos a vivir. Qué equivocados estábamos cuando estudiábamos la propaganda de guerra de primera mitad del siglo XX y pensábamos que eran tiempos para siempre superados, vacunados a base de ironía, una cualidad de pueblos inteligentes. Pero ahí la tenemos, cada mañana, en cualquier cadena de televisión. El No-Do a color en que han convertido a TVE, el giro intereconómico y treceteuvesco en unas y el estilo de telepredicador con corifeos en otras. El vecino, el amigo, el padre… de pronto escupe odio y no atiende a razones. Nuestros vecinos son el enemigo. Lo han dicho en la tele. Las entradas de las casas cuartel despiden en desfile triunfal a los guardias. Se van a la guerra, parece.

Las Fake News, los bulos, llegan a Zaragoza. Si le dieron la victoria a Trump por qué no me la pueden dar a mí, debió pensar el alcaldable del PP. Las banderas nunca estuvieron allí, pero eso es otra historia. Lo que jamás se hubiera permitido si los sitiados fueran PP, PSOE o C’s aquí se prolongó hasta el final. El señor del PP que manda en la policía (¿Aún no ha dimitido?) dijo que no podía hacer nada. Ahora podemos deducir que no hizo nada porque no le salió de las gónadas al toro español despertado. Los enemigos no sólo son los vecinos, ahora también hay traidores. Lo ha dicho la tele. Si Cataluña te queda muy lejos para ir a pegarle a un nacionalista, puedes conformarte con un traidor podemita de tu propia ciudad. Todos niegan ser fascistas, incluidos los que se excitaban con las palabras del Jefe Nacional de Falange Española de las JONS en la abarrotada Plaza de España. Si ya no se puede llamar fascista a los fascistas marca registrada, ¿Sacamos la palabra del diccionario? ¿Qué opina la RAE de esto? Mejor no quiero saberlo.

Las banderas nacionales, las de los nacionales, se extienden como la gangrena por los balcones. Nos hemos vuelto locos. Dicen ¿Es que soy facha por llevar la bandera de mi país? Pues hombre, si la llevas a una competición deportiva contra otros países, no. Pero si la llevas a una competición deportiva contra un equipo también español, pues un poco facha quizá sí. ¿Ves la diferencia? Pondré otro ejemplo ilustrativo: un día en Madrid paseaban dos hombres cogidos de la mano. Pasó a su lado un tipo que los miró con odio, se detuvo y les gritó “Viva España”. Los otros también eran españoles, pero no van por ahí los tiros. Ese odio es lo que vemos cuando vemos esos balcones abanderados. Es un significante, pero para nada vacío. Está lleno y no permiten que quepa nadie más.

Así las cosas, el odio da un paso más. Una plataforma de ultraderecha de nueva creación aprovecha el ambientillo para convocar una pitada a Ada Colau, que recibe en representación de Barcelona una distinción por su reacción ante los atentados yihadistas. Se creen que ella va a salir al balcón y así por el precio de uno, tienen a dos traidores a tiro, alcaldesa de Barcelona y alcalde de Zaragoza. Siguen los bulos, que corren libres por los grupos de WhatsApp, contenedores de las esencias españolas. Todo se mezcla. Colau, Barcelona, Cataluña, referéndum, independentismo… en sus foros vomitaban incluso contra el pregonero. La verdad no importa. Da igual que Colau no sea independentista o que reciba medalla por los atentados, junto a la alcaldesa de Cambrils. Eso les da igual.

En el fondo Cataluña es la excusa. Durante unos años hay quienes no sabían darle salida al resentimiento que les generaba que los perroflautas y el Coletas se pasearan por las televisiones y las calles, exultantes. Tuvieron que aguantar la alegría de los que ganaron la alcaldía. Alegría ¡Intolerable! Ahora tienen el motivo, el aglutinante. Pueden gritarnos “Viva España” y condensar en esa frase todo lo que piensan de nosotros. No es una simple frase, es un auténtico conjuro. La demencia se expande, amenaza con llevarse por delante hasta el pregón. Reventarlo. Humillar a los traidores. Ha llegado la hora. Han tomado la calle, han tomado las ondas, han tomado los balcones. El PP organiza juras de bandera. Es la guerra. Los que no saluden al paso de las tropas serán señalados.

No reconocía mi ciudad. No sé si es defecto o virtud, pero el odio explícito y el ánimo de buscar camorra nunca fue un rasgo distintivo nuestro. Bastaba ver los parlamentos regionales de Madrid o Valencia y compararlos con nuestras Cortes, que a su lado parecían reuniones para tomar el té. Incluso, hasta hace no mucho, nuestra prensa no era de trinchera. Ahora todo parecía saltar por los aires. El PP local estaba con el saco preparado para recoger los frutos y frotándose las manos con lo que pudiera suceder. Pero pasó algo maravilloso. Los días previos, la gente que no hacía ruido y que estaba espantada comenzó poco a poco a pedir respeto, a pedir fiestas en paz. Todo el mundo con dos dedos de frente comenzó a colaborar para no dar voz a los ultras. La mañana del sábado unos miles sacaron la bandera blanca de la paz. Por la tarde las voces que corearon el estribillo de la canción mas famosa de Labordeta, himno oficioso de Aragón, se elevaron por encima de los pitos. Kase O tuvo palabras para la gente que está hecha polvo, para los que están en paro, para las mujeres, para los inmigrantes, para los refugiados. Palabras de paz y de orgullo maño, del orgullo de la Zaragoza popular, abierta y trabajadora. Las bocas que pronunciaban “paz” una y otra vez eran muchas más que las que soplaban “guerra”.

Los primeros acordes de la versión del “Soy de Aragón” de Kase O confirmaron el triunfo de la Zaragoza democrática. Las banderas dejaron de ondear, derrotadas. La música y el amor colectivo fueron un tsunami imparable que puso a la ciudad de pie. La gente se reconoció en las letras, celebró formar parte de una misma comunidad con alegría. Si, eso todo eso es la Zaragoza real. El rap está metido en nuestra identidad de una forma u otra desde hace veinte años. Surgió de abajo, de nuestros barrios. Lo mejor de la ciudad se unió en el momento de necesidad. Cantautores que nos representan. Canto a la Libertad, soy de Aragón. Labordeta, desde el otro barrio. Kase O desde la Jota. Ninguna marcha militar podrá conquistar los corazones de la ciudad.

El Rap salvó Zaragoza.

Nunca se había visto Zaragoza en una así, al menos en estos últimos cuarenta años. A cuenta de la crisis nacionalista que estamos viviendo se percibe un cambio traumático en lo que somos. El carácter nuestro, mas templado y menos agresivo que la dureza castellana, parecía estar mutando a una exaltación nacionalista de odios insondables. La agitación en respuesta a los otros nacionalistas (catalanes) nos sorprendía con mares de banderas que vibraban con discursos pronunciados por fascistas. Todo parecía perdido en la locura nacionalista. Hasta que allí donde pensaban rematar su faena, el pregón, lo mejor de Zaragoza surgió y les paró los pies.

Estas semanas pasadas hemos visto cosas que no pensábamos que íbamos a vivir. Qué equivocados estábamos cuando estudiábamos la propaganda de guerra de primera mitad del siglo XX y pensábamos que eran tiempos para siempre superados, vacunados a base de ironía, una cualidad de pueblos inteligentes. Pero ahí la tenemos, cada mañana, en cualquier cadena de televisión. El No-Do a color en que han convertido a TVE, el giro intereconómico y treceteuvesco en unas y el estilo de telepredicador con corifeos en otras. El vecino, el amigo, el padre… de pronto escupe odio y no atiende a razones. Nuestros vecinos son el enemigo. Lo han dicho en la tele. Las entradas de las casas cuartel despiden en desfile triunfal a los guardias. Se van a la guerra, parece.