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Al calor de la movilización feminista contra la reforma de la Ley del Aborto, que finalmente concluyó con la paralización de ésta y la dimisión del ministro Gallardón en septiembre de 2014, surgió lo que algunas denominan una nueva generación de feministas. Las nacidas a finales de los ochenta, en la década de los noventa, e incluso en los primeros años del siglo XXI, llevan más de tres años organizándose en espacios feministas de corte asambleario en su mayoría, acercándose cada vez más con sus amigas, al colectivo feminista de su barrio o pueblo. Recuerdan en algunos aspectos a los espacios creados en EEUU en los sesenta y setenta del siglo XX por las seguidoras del denominado feminismo radical, centrando el trabajo de dichas asambleas en el apoyo mutuo, el empoderamiento tanto individual como colectivo, en entender y denunciar juntas las opresiones más subjetivas de la vida cotidiana, que subyacen de la opresión patriarcal, en llevar a cabo la gran tarea pendiente de política de alianzas con el colectivo LGTBI, entre otras muchas cosas.
Desgraciadamente, éstos colectivos juveniles han carecido de interseccionalidad en muchas ocasiones, dejando en concreto de lado la opresión más transversal y de mayorías que existe, la de clase. Además, con frecuencia, estos espacios se ven empapados de posmodernidad en su discurso y acciones, poniendo por encima lo individual de lo colectivo, acercándose a la teoría queer y afirmando que el feminismo ya no es sólo la lucha de las mujeres (aclarar que cuando hablo de mujeres incluyo por supuesto a las lesbianas, bisexuales y a las trans), haciendo cada vez más grande la brecha que ya se abrió en España en los años 80 entre regulacionistas y abolicionistas, pero sumándose al club de las primeras, e incluso no posicionándose sobre el reciente debate de los vientres de alquiler, en neolengua llamado gestación subrrogada. Muchas veces también se ha visto aumentada la separación entre mujeres militantes y mujeres no organizadas en organizaciones políticas o sindicales, cosa que no es la primera vez que pasa en el siglo XX en el movimiento feminista español.
Ese movimiento feminista en auge, en muchos momentos ajeno a la situación de las mujeres de las capas populares, ha dejado en segundo lugar, y en algunas ocasiones olvidado, las desigualdades laborales que sufrimos las mujeres obreras por el hecho de ser ambas cosas, por nuestra doble opresión. Auxiliares de enfermería, limpiadoras, camareras de piso, trabajadoras de la hostelería, y un largo etcétera sufren el aumento de la desigualdad salarial, de la precariedad, del acoso sexual, de la explotación de las ETTs, de la economía sumergida y los abusos que subyacen de ésta. Éstos abusos laborales, también son violencias machistas, pues los sufren por el hecho de ser mujeres, de la clase trabajadora, y en muchas ocasiones migrantes, lo que se llama la triple opresión.
Habitualmente, vemos como las jóvenes feministas renuncian del que llaman feminismo institucional, de sus prácticas y la colaboración con las mismas. No seré yo quien niegue que muchos espacios de corte plataformista (copados por mujeres del PSOE en muchas ocasiones) tienen mucho que cambiar para llegar a las mujeres jóvenes y a las nuevas militantes del movimiento feminista y mucho que replantearse para llegar a las mujeres obreras, pero tampoco renegaré de las compañeras que llevan años dejándose la piel por poner el feminismo en la agenda política, por despatriarcalizar las organizaciones políticas y sindicales de izquierdas, avisando de la actualización de los pactos patriarcales en las sociedades occidentales, de la llegada del neomachismo, o mejor dicho, del aumento de las violencias machistas. Muchísimo es lo que tenemos que aprender las unas de las otras, y ésto no será posible si no creamos espacios de unidad intergeneracionales, fuera de las plataformas de coordinación tradicionales y de las asambleas juveniles. Lo que nadie puede negar es que las unas llegan a unas generaciones que las otras no consiguen, por lo tanto hay que empezar a tejer alianzas de unidad y trabajo para acercarse al sujeto colectivo mujer, bajo los consensos que existen en el movimiento feminista, que son más que las diferencias.
Y ante esta situación desoladora para las feministas que creemos en la unidad de la lucha de las mujeres contra el patriarcado, llegó la huelga feminista del pasado 8 de marzo de 2018. Tras el paro internacional de mujeres del 8 de marzo de 2017, poco organizado en España, tanto por el movimiento feminista como por las organizaciones sindicales de clase, el movimiento feminista de Madrid tomó las riendas de lo que ahora no paramos de denominar una jornada de lucha histórica en España de las mujeres, de la cual la prensa internacional de todo el mundo se ha hecho eco. Las feministas madrileñas, tras conseguir su espacio unitario, no dudo que con muchas dificultades, hicieron un llamamiento al resto del movimiento del Estado Español para una reunión en junio, donde planteaban la idea de parar el país, de organizar una jornada de lucha abanderada por las mujeres, que demostrara que sin nosotras el sistema capitalista y patriarcal no funcionan. De ahí se gestó el primer encuentro oficial estatal en Elche, donde acudieron miembros del movimiento feminista de toda España, para sentar las bases de la Huelga Feminista en España. Allí acudieron unas compañeras de Zaragoza, las cuales nada más volver, activaron al movimiento feminista del territorio aragonés, para comenzar a organizarnos, y sobre todo, a unirnos. También hubo un segundo encuentro estatal en Zaragoza, donde más de 400 mujeres de todo el estado cerraron los detalles de la huelga feminista.
El 2 de diciembre nos juntamos en el Centro Social Luis Buñuel cientos de mujeres aragonesas sindicalistas, militantes de movimientos sociales, miembros de partidos políticos, mujeres del movimiento estudiantil, mujeres de los diferentes espacios feministas aragoneses, y sobre todo, mujeres que nunca habían participado políticamente en nada. De allí surgió una red de trabajo, que a la propia organización del 8M Aragón ha desbordado, surgiendo cada día mujeres que se organizaban en los valles del Pirineo, en las zonas más despobladas de Teruel, en todas las capitales de las comarcas aragonesas. Se debe reconocer el trabajo de las que fueron a Elche y volvieron convencidas de que en Aragón era posible una huelga feminista, pero sobre todo, debemos enorgullecernos, de los cientos de mujeres del medio rural, que con todas las dificultades que per se hay para hacer política en el mismo, han organizado jornadas de lucha histórica en decenas de pueblos aragoneses.
La posmodernidad casi no se ha visto en nuestras reivindicaciones, pero sí que se han hecho notar, las proclamas anticapitalistas y de una interseccionalidad real, es decir, las proclamas de clase. Hemos hablado de la realidad de las estudiantes que trabajan y estudian, o que estudian y cuidan en casa, o incluso las tres, y que por tanto no pueden acceder a una beca. Hemos puesto sobre la mesa, la realidad de la feminización de la pobreza, de la desigualdad en las pensiones, hemos desgranado la verdad de la brecha salarial, algo que va más allá de la reivindicación de igual trabajo, igual salario. Pero sobre todo, creo que desde Aragón debemos sentirnos orgullosas de haber visibilizado a las trabajadoras del hogar, contando en todo momento con ellas, pues en Zaragoza existe un colectivo donde se organizan y se apoyan, y hemos incluido sus demandas, que también son las nuestras, las mías, pues yo he trabajado también de empleada del hogar en negro, y legalizada, y me han echado a la calle sin más. Hemos dejado claro que la temporalidad, la precariedad, la explotación y la pobreza tienen rostro de mujer en el Estado Español, y en concreto en Aragón.
El mismo 8 de marzo en Zaragoza, por la mañana las compañeras de consumo y laboral nos fuimos de piquetes, informando en hospitales y colegios, y luego en la zona comercial, conseguimos cerrar hasta tres tiendas del respetable ciudadano español Amancio Ortega. A la vez, las estudiantes sacaban las aulas a la calle en el campus más grande de la ciudad, y nuestras compañeras de cuidados junto con las mujeres de la Federación de Barrios de Zaragoza, hacían puntos vecinales en casi todos los barrios de la ciudad de visibilización de la huelga, que sirvieron de espacio para tejer redes entre las vecinas del barrio. A las 12h salía una masiva y combativa manifestación estudiantil de la Plaza San Francisco. Dos de los momentos más emocionantes de la jornada de lucha en Zaragoza, se vivieron durante la misma. El primero, cuándo las mujeres piqueteras nos unimos a la mani al mítico grito de “obreras y estudiantes, unidas y adelante” ante la ovación de las presentes en la mani, y el reencuentro y los abrazos con nuestras compañeras del eje estudiantil nos hizo emocionarnos a más de una. El segundo, cuándo una inmensa masa de mujeres íbamos gritando por paseo Independencia (una de las zonas más céntricas y más caras de la ciudad) “si no puedes parar, cuelga el delantal”, y una trabajadora de la limpieza, o del hogar, no lo sabemos, salió a aplaudirnos y a agitar los trapos con los que estaba limpiando.
La manifestación de por la tarde fue un desborde, lo cual la convirtió en un éxito, más de 300.000 personas, en una ciudad de 700.000 habitantes, salieron a apoyar las proclamas de la huelga feminista. A mi y a unas amigas, nos costó salir del punto de inicio de la manifestación una hora y cuarenta minutos. Los y las que llevan toda la vida en la lucha, dicen que no recuerdan nada así, desde el trasvase y desde el no a la guerra, lo mismo dicen de Teruel, con más de 5.000 personas en sus calles, y en Huesca más de 6.000. Las mujeres aragonesas hicimos historia, dándonos las mujeres rurales una lección enorme, pues nuestras compañeras del resto del territorio (un territorio despoblado y lleno de pueblos pequeños), que movilizaron a las mujeres de los valles y las comarcas, demostramos que en Aragón la lucha de las mujeres desde la unidad tiene futuro, y que la huelga feminista fue posible.
En más de 170 paises se convocó la huelga feminista, y en miles de pueblos y ciudades del Estado Español las mujeres llenamos las calles, todas al grito de que “sin nosotras, se para el mundo”. Hemos conseguido que la derecha, junto con los medios de comunicación los cuales tienen a su servicio, se tengan que tragar sus palabras. No han rectificado de toda la campaña de desprestigio, pero ahora se suman e incluso alguno se proclama líder del movimiento. Esto a parte de ridículo, no es necesario, si, no los necesitamos, porque estamos hablando de que el capitalismo y el patriarcado, los cuales ellos mantienen y gestionan, hacen que en la España de 2017 unos pocos vivan muy bien a la costa de muchos, y dentro de esos muchos, las que peor paradas salimos somos las mujeres. Lo de doblemente explotadas, doblemente revolucionarias, el pasado 8 de marzo de materializó en una jornada que pasará a la historia de nuestro país. Somos las mujeres de las capas populares, las mujeres obreras, las que pedimos un mundo sin opresiones ni oprimidos, no necesitamos a las llamadas feministas burguesas o neoliberales, y mucho menos a los hombres de la oligarquia, pues ellos son el enemigo también. Sabemos que muchas de ellas se sumaron a la huelga, pero no olvidemos, que ellas no quieren lo mismo que nosotras, ellas quieren ser igual que los hombres de su clase, para explotar a los trabajadores y a las trabajadoras por igual, para tener la misma cota de poder. Nosotras hemos iniciado una revolución feminista y anticapitalista, que no sería posible sin todas las que nos allanaron el camino: sin las que lucharon en la transición en los barrios de las grandes ciudades, sin el Movimiento Democrático de Mujeres, sin las que lucharon a comienzos del siglo XX porque la mitad de la población pudiéramos votar, y un largo etcétera.
Ahora viene lo más difícil, mantener los espacios unitarios, donde todas debemos de ceder y seguir respetándonos, dotarnos de una estrategia con pasos tácticos potentes, como puede ser una Huelga de 24h el próximo 8 de marzo junto a CCOO y UGT, y seguir construyendo feminismo de mínimos, con perspectiva de clase en Aragón. Con la de mujeres potentes que hay en este espacio, que aún no sabemos muy bien cómo llamar más allá del 8M Aragón, no tengo ninguna duda de lo que vamos a conseguir, unidas, diversas y combativas
Al calor de la movilización feminista contra la reforma de la Ley del Aborto, que finalmente concluyó con la paralización de ésta y la dimisión del ministro Gallardón en septiembre de 2014, surgió lo que algunas denominan una nueva generación de feministas. Las nacidas a finales de los ochenta, en la década de los noventa, e incluso en los primeros años del siglo XXI, llevan más de tres años organizándose en espacios feministas de corte asambleario en su mayoría, acercándose cada vez más con sus amigas, al colectivo feminista de su barrio o pueblo. Recuerdan en algunos aspectos a los espacios creados en EEUU en los sesenta y setenta del siglo XX por las seguidoras del denominado feminismo radical, centrando el trabajo de dichas asambleas en el apoyo mutuo, el empoderamiento tanto individual como colectivo, en entender y denunciar juntas las opresiones más subjetivas de la vida cotidiana, que subyacen de la opresión patriarcal, en llevar a cabo la gran tarea pendiente de política de alianzas con el colectivo LGTBI, entre otras muchas cosas.
Desgraciadamente, éstos colectivos juveniles han carecido de interseccionalidad en muchas ocasiones, dejando en concreto de lado la opresión más transversal y de mayorías que existe, la de clase. Además, con frecuencia, estos espacios se ven empapados de posmodernidad en su discurso y acciones, poniendo por encima lo individual de lo colectivo, acercándose a la teoría queer y afirmando que el feminismo ya no es sólo la lucha de las mujeres (aclarar que cuando hablo de mujeres incluyo por supuesto a las lesbianas, bisexuales y a las trans), haciendo cada vez más grande la brecha que ya se abrió en España en los años 80 entre regulacionistas y abolicionistas, pero sumándose al club de las primeras, e incluso no posicionándose sobre el reciente debate de los vientres de alquiler, en neolengua llamado gestación subrrogada. Muchas veces también se ha visto aumentada la separación entre mujeres militantes y mujeres no organizadas en organizaciones políticas o sindicales, cosa que no es la primera vez que pasa en el siglo XX en el movimiento feminista español.