El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
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Ha viajado para verte. Se ha sepultado en pueblos sin luz para verte y por verte casi pierde la vida. No sabe si te ha amado, pero por ti ha recorrido distancias interminables sobre estepas heladas y lo volvería a hacer. Dicen que eso es la retórica del amor: perseguir un sueño que tiene forma endiablada, azar en sus caderas y luz en el iris de su mirada. La retórica del amor es como la gramática de la creación, dos lugares en los que detener el tiempo para entendernos, comprender el qué, el por qué y el cómo. Hace unos días, en un lugar romano de la ciudad de Zaragoza, hablaba del azar, palabra endiabladamente bella y endiabladamente perversa. El azar se instala en nuestra vida desde el mismo instante en el que nacemos y nos coloca en lugares tan dispares como Aragón, Siria o Somalia, con todo lo que eso tiene de determinante para nuestro futuro. También el azar nos construye siendo hombres o mujeres y en ese salto mortal que es la vida nos invita a deshacer lo andado, a reparar realidades o crear otras.
El pasado 28 de abril nos levantamos con la sensación de que todo podía romperse, debido a que unos señores muy poco demócratas querían usar la democracia para imponer sus formas, su pensamiento único, su Viva España que una y otra vez nos tiran a la cara, como si España solo fueran ellos y sus discursos de patria oscura. Y a lo largo de ese día miles y miles de ciudadanos expusimos nuestra retórica del amor y saltando sobre estepas heladas construimos con libertad y democracia un sueño que hoy es una realidad y que nos permite mirar al futuro con cierta esperanza.
El próximo 26 de mayo mi retórica del amor tiene un nombre: Aragón, donde la luz se esconde en las cimas que abrazan las estrellas, en las aguas que la hacen invencible y hermosa, en las ciudades que desde la izquierda, el feminismo y el ecologismo buscan salvarse del infierno que construyen las ideologías absolutistas, supremacistas y terriblemente machistas. Es cierto que el 28 de abril nos salvamos de un gobierno, formado por el PP, Ciudadanos y Vox, que era de retroceso en libertades y valores, pero eso no es suficiente. Por ello, el próximo 26 de mayo tenemos que saber nombrar nuestro futuro con pasión y decisión y en nuestra retórica del amor seguir trabajando para construir ese Aragón del siglo XXI, ese Aragón donde haya sitio para todas las personas que vivimos, amamos y avanzamos sobre el costado cuatribarrado de tu piel amable.
Ha viajado para verte. Se ha sepultado en pueblos sin luz para verte y por verte casi pierde la vida. No sabe si te ha amado, pero por ti ha recorrido distancias interminables sobre estepas heladas y lo volvería a hacer. Dicen que eso es la retórica del amor: perseguir un sueño que tiene forma endiablada, azar en sus caderas y luz en el iris de su mirada. La retórica del amor es como la gramática de la creación, dos lugares en los que detener el tiempo para entendernos, comprender el qué, el por qué y el cómo. Hace unos días, en un lugar romano de la ciudad de Zaragoza, hablaba del azar, palabra endiabladamente bella y endiabladamente perversa. El azar se instala en nuestra vida desde el mismo instante en el que nacemos y nos coloca en lugares tan dispares como Aragón, Siria o Somalia, con todo lo que eso tiene de determinante para nuestro futuro. También el azar nos construye siendo hombres o mujeres y en ese salto mortal que es la vida nos invita a deshacer lo andado, a reparar realidades o crear otras.
El pasado 28 de abril nos levantamos con la sensación de que todo podía romperse, debido a que unos señores muy poco demócratas querían usar la democracia para imponer sus formas, su pensamiento único, su Viva España que una y otra vez nos tiran a la cara, como si España solo fueran ellos y sus discursos de patria oscura. Y a lo largo de ese día miles y miles de ciudadanos expusimos nuestra retórica del amor y saltando sobre estepas heladas construimos con libertad y democracia un sueño que hoy es una realidad y que nos permite mirar al futuro con cierta esperanza.