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Sobrecogedora alerta de Macron

Lo dijo en Ginebra el pasado martes el presidente del país de la Ilustración y la Revolución francesa ante el organismo multilateral más antiguo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que conmemoraba su centenario: “Creo que la crisis que vivimos puede conducir a la guerra y a la descomposición de las democracias. Estoy íntimamente convencido”.

Una escalofriante advertencia de Emmanuel Macron, “estamos a orillas de un tiempo de guerra”, ante los desequilibrios de la globalización y el aumento de la desigualdad, ante los excesos del capitalismo de acumulación y de las plataformas tecnológicas, y ante la devaluación de la responsabilidad social.

Golpeado por la larga crisis de los chalecos amarillos, el que fuera ministro de Economía con François Hollande y antes ejecutivo de la banca Rothschild, alertó sobre la profunda crisis que está zarandeando al liberalismo político y a la economía social de mercado, “que permitieron salir de la pobreza a centenares de millones de personas después de la II Guerra Mundial”.

Añadió que “la responsabilidad de nuestra generación no es esperar a una nueva guerra, sino mirar al mundo tal como es”. Una alusión a los avances que, en materia de derechos laborales y de justicia social, planteó la OIT en 1919, el año de su fundación, justo después de la I Guerra Mundial, y también en 1944, en plena II Guerra Mundial.

Su autocrítica le llevó a admitir que Francia no reaccionó como debía a la grave crisis económica, social, política y medioambiental, al tiempo que en algunos países del sur de Europa los asalariados encajaban “retrocesos jamás conocidos en tiempos de paz”.

Otra reflexión de su discurso ante la OIT: “Tenemos un sistema en el que el progreso macroeconómico se construye sobre los desequilibrios macroeconómicos y territoriales…….la perversión del sistema hace que cada vez sea menos fiel a su nombre, es decir, menos liberal y menos social, pues priman la acumulación de renta y el corporativismo”.

Según Macron, una de las consecuencias de la inacción es que los ciudadanos, al no sentirse partícipes del progreso, dudan sobre el sistema o lo rechazan abiertamente, echándose en brazos de ideologías radicales y de demagogias: “Está en vías de desmantelarse el consenso profundo sobre el que la democracia, el progreso y las libertades individuales se han construido desde el siglo XVIII en nuestro país”.

Una sacudida macroniana ante la pasividad, “no hay que hacerse los sonámbulos”, para reclamar de políticos, empresas, territorios y del conjunto de la sociedad, un activo multilateralismo y una nueva globalización en los que primen la responsabilidad colectiva y las necesidades humanas, la inclusión y la justicia, la lucha contra el cambio climático y contra la degradación de la biodiversidad.

Y alguna propuesta concreta, en la que coincide con el presidente en funciones Pedro Sánchez, como es la de avanzar hacia un salario mínimo común para frenar la competencia desleal que llega desde la explotación de los trabajadores del Este “porque Europa no es un mercado, es un proyecto”. Un proyecto de convivencia, de paz y de vida.

Macron y Sánchez, liberales de “Renew Europe” y socialdemócratas, van de la mano para decidir el futuro de la presidencia de la Comisión Europea, del Parlamento europeo, del Consejo Europeo, del Banco Central Europeo y de la Alta Representación de la Política Exterior de la UE. Para acercarse a la mayoría –la fuerza más votada fue el Partido Popular Europeo- necesitan al grupo Verde, cada vez con más peso en Alemania y más decisivo en las políticas de la UE.

En España, mientras tanto, los que se autodefinen como liberales están abriendo la puerta de las instituciones de par en par a Vox, una fuerza reaccionaria y abiertamente euroescéptica, están calentando la política de bloques y están demonizando al presidente en funciones que encabezó la lista más votada por los españoles el pasado 28 de abril, que lidera el principal partido socialdemócrata del continente y que tiene la oportunidad de colocar a España en el centro de Europa. Lo más opuesto a la grandeza política.

Lo dijo en Ginebra el pasado martes el presidente del país de la Ilustración y la Revolución francesa ante el organismo multilateral más antiguo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que conmemoraba su centenario: “Creo que la crisis que vivimos puede conducir a la guerra y a la descomposición de las democracias. Estoy íntimamente convencido”.

Una escalofriante advertencia de Emmanuel Macron, “estamos a orillas de un tiempo de guerra”, ante los desequilibrios de la globalización y el aumento de la desigualdad, ante los excesos del capitalismo de acumulación y de las plataformas tecnológicas, y ante la devaluación de la responsabilidad social.