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Cada año, alrededor de 3 millones de mujeres y niñas son víctimas de trata de seres humanos con fines de explotación sexual en el mundo. Hay más, muchas más estadísticas, muchas más afirmaciones que, ésta y otras organizaciones, afirman con datos exhaustivos recogidos de fuentes como la ONU o los cuerpos de Fuerzas y Seguridad del Estado: España es el segundo país de Europa (después de Italia) y el tercero a nivel mundial en demanda de sexo de pago. En nuestro país también se calcula que hay alrededor de 50.000 personas víctimas de trata y que más del 80% de ellas son mujeres inmigrantes, la inmensa mayoría, en situación administrativa irregular. Este “negocio” mueve unos 18.000 millones de euros anualmente en nuestro país. Según la Interpol un proxeneta puede ganar 110.000 euros al año con cada mujer prostituida.
Hasta aquí los datos. Muchos datos. Datos de cantidades enormes. Datos que se unen a los que nos llueven diariamente sobre el horror de las personas que huyen desesperadas de países en guerras, datos que gotean sangrantes al numerar las mujeres asesinadas por violencia machista; ya, con percepción de más lejanía, datos que hablan de aquellas personas del continente a nuestros pies, que mueren diariamente y que, pasan a camuflarse en medio de tantas sumas de cantidades y de números de personas diariamente masacradas, explotadas, arruinadas, asesinadas, torturadas, violadas, secuestradas a lo largo y ancho del planeta.
En las III Jornadas de Trata de seres humanos con fines de explotación sexual que llevó a cabo la Mesa de Prostitución y trata de Zaragoza, del año 2014, escuché una frase que me quedó grabada, a fuego en la piel, como uno más de mis tatuajes: LA TRATA ES LA FORMA DE ESCLAVITUD MODERNA.
Cuando paseo por la calle camino del trabajo, de hacer la compra o de terminar alguna engorrosa gestión administrativa me da por pensar que, seguramente en cada uno de esos trayectos y aplicando esa proporción de datos, es probable que me esté cruzando con personas esclavas, con mujeres esclavas, que han perdido su dignidad, su libertad y su identidad. Que viven bajo amenaza y aterrorizadas con ser dañadas ellas o sus familias. Que viven en condiciones infrahumanas y sometidas a trabajos forzados.
Y aún hay gente que sigue pensando que la esclavitud quedó sepultada en las últimas imágenes de ese peliculón llamado Casablanca. Así que creo que voy invitarles a venir a las próximas Jornadas (la IV) de la Mesa de Trata que tendrá lugar el martes de esta semana en Zaragoza, para ver si va quedando más claro que la esclavitud no termina en el the end de la película de los años 40 de Michael Curtiz, y que en la segunda década del S.XXI el rostro del drama de las víctimas de trata se puede cruzar contigo por la acera de tu calle. Y casi seguro será rostro de mujer.
Cada año, alrededor de 3 millones de mujeres y niñas son víctimas de trata de seres humanos con fines de explotación sexual en el mundo. Hay más, muchas más estadísticas, muchas más afirmaciones que, ésta y otras organizaciones, afirman con datos exhaustivos recogidos de fuentes como la ONU o los cuerpos de Fuerzas y Seguridad del Estado: España es el segundo país de Europa (después de Italia) y el tercero a nivel mundial en demanda de sexo de pago. En nuestro país también se calcula que hay alrededor de 50.000 personas víctimas de trata y que más del 80% de ellas son mujeres inmigrantes, la inmensa mayoría, en situación administrativa irregular. Este “negocio” mueve unos 18.000 millones de euros anualmente en nuestro país. Según la Interpol un proxeneta puede ganar 110.000 euros al año con cada mujer prostituida.
Hasta aquí los datos. Muchos datos. Datos de cantidades enormes. Datos que se unen a los que nos llueven diariamente sobre el horror de las personas que huyen desesperadas de países en guerras, datos que gotean sangrantes al numerar las mujeres asesinadas por violencia machista; ya, con percepción de más lejanía, datos que hablan de aquellas personas del continente a nuestros pies, que mueren diariamente y que, pasan a camuflarse en medio de tantas sumas de cantidades y de números de personas diariamente masacradas, explotadas, arruinadas, asesinadas, torturadas, violadas, secuestradas a lo largo y ancho del planeta.