El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.
Franz Kafka escribió: “Me siento mucho mejor porque he leído a Strindberg”. Hubiera valido que el nombre hubiera sido el de Antonio Machado, Carmen Martín Gaite, Steiner, Maryse Condé o el de cualquiera de esas escritoras, filósofos, poetisas o ensayistas que nos hacen sentir mucho mejor y nos enseñan a ser libres entre las tempestades que impulsan corrientes de pensamiento único. Vivimos instalados en la furia del ruido, de las fake news, de las ocurrencias pasadas de moda que algunos quieren volver a poner de moda, de los alaridos que arañan la vida con fronteras de muros y actitudes de desprecio a todo lo que es lo que no soy yo y a todo lo que piensa lo que yo no pienso. Y aun así vivimos. Vivimos sí, pero en medio de todo ese caos somos simples rehenes porque nadie nos explicó, y no fue casual que así fuera, que nuestra espalda está indefensa y que si no cultivamos el arte de la soledad que ensancha nuestro pensamiento, acabaremos convertidos en simples piezas, invisibles y descoloridas, de eso que se llama pueblo y que como pueblo se mueve de forma ordenada, disciplinada y obediente. No hay tortura sino hay reflexión y sin reflexión no hay crítica, solo una avenida de voces iguales que resultan muy fáciles de dominar, mucho más de manipular y por eso es preciso que aprendamos a manejar los espejos de nuestro conocimiento, que son como las llaves que abren todos los candados.
Me gusta leer versos en las páginas de un libro y también en las paredes desnudas de la ciudad. Me gusta el color de los sueños y saber que la desolación apenas tiene voz cuando se acerca y sin embargo es puro grito cuando se instala y que a pesar de eso somos capaces de no tener miedo, aun sabiendo que si levantamos nuestra voz de hombres y mujeres libres nos querrán instalar en el desierto y en la exclusión, porque no somos lo que ellos son, ni pensamos lo que ellos piensan. Pero nosotros hemos leído a Lorca y por eso nos sentimos mucho mejor y sabemos que quedan muchas cosas por hacer y por decir, quedan muchos libros por leer y por eso miramos hacia la esquina de la vida con la curiosidad intacta, con el coraje preciso, con la valentía luchada, con la voz en femenino y con el desorden preciso para alcanzar al criterio.
Franz Kafka escribió: “Me siento mucho mejor porque he leído a Strindberg”. Hubiera valido que el nombre hubiera sido el de Antonio Machado, Carmen Martín Gaite, Steiner, Maryse Condé o el de cualquiera de esas escritoras, filósofos, poetisas o ensayistas que nos hacen sentir mucho mejor y nos enseñan a ser libres entre las tempestades que impulsan corrientes de pensamiento único. Vivimos instalados en la furia del ruido, de las fake news, de las ocurrencias pasadas de moda que algunos quieren volver a poner de moda, de los alaridos que arañan la vida con fronteras de muros y actitudes de desprecio a todo lo que es lo que no soy yo y a todo lo que piensa lo que yo no pienso. Y aun así vivimos. Vivimos sí, pero en medio de todo ese caos somos simples rehenes porque nadie nos explicó, y no fue casual que así fuera, que nuestra espalda está indefensa y que si no cultivamos el arte de la soledad que ensancha nuestro pensamiento, acabaremos convertidos en simples piezas, invisibles y descoloridas, de eso que se llama pueblo y que como pueblo se mueve de forma ordenada, disciplinada y obediente. No hay tortura sino hay reflexión y sin reflexión no hay crítica, solo una avenida de voces iguales que resultan muy fáciles de dominar, mucho más de manipular y por eso es preciso que aprendamos a manejar los espejos de nuestro conocimiento, que son como las llaves que abren todos los candados.
Me gusta leer versos en las páginas de un libro y también en las paredes desnudas de la ciudad. Me gusta el color de los sueños y saber que la desolación apenas tiene voz cuando se acerca y sin embargo es puro grito cuando se instala y que a pesar de eso somos capaces de no tener miedo, aun sabiendo que si levantamos nuestra voz de hombres y mujeres libres nos querrán instalar en el desierto y en la exclusión, porque no somos lo que ellos son, ni pensamos lo que ellos piensan. Pero nosotros hemos leído a Lorca y por eso nos sentimos mucho mejor y sabemos que quedan muchas cosas por hacer y por decir, quedan muchos libros por leer y por eso miramos hacia la esquina de la vida con la curiosidad intacta, con el coraje preciso, con la valentía luchada, con la voz en femenino y con el desorden preciso para alcanzar al criterio.