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Emulando a Paco Umbral en su mítica entrevista con la reconvertida y ex periodista Mercedes Milá allá por 1993, “yo he venido aquí a hablar de mi libro”. ¡Menuda bronca televisiva en directo que le montó el escritor y columnista a la -insisto- entonces periodista!. Dos días de mesas redondas y charlas sobre el libro digital (el ebook) dan para hablar y hacer de (casi) todo aunque leer, lo que se dice leer, nada de nada.
A los asistentes al III Congreso del Libro Electrónico -que se ha celebrado este jueves y viernes en la capital del Somontano- no nos ha pasado nada por no abrir las páginas de un libro, ver desfilar las letras al albur de nuestra mirada y respirar su aroma. Hemos sobrevivido, a pesar de la intensa niebla que por unas horas desdibujó el contorno de Barbastro.
Mi compañero de pupitre sostenía en la mano derecha la tableta y, en la izquierda, un cómic de Malavida que iba leyendo para superar los momentos analógicos, que los hubo.
Decía una de las ponentes que hay algo de fechicista en esto del libro físico. Y me decía un colega de profesión que los ensayos y las novelas las sigue leyendo en papel pero que llevar a Walt Whitman en el móvil y poder leer sus versos mientras espera su turno en la consulta del médico -va bastante últimamente- le resulta muy práctico y, sobretodo, le hace tremendamente feliz. Hay quien no tiene miedo a la tecnología y convive con ella de un modo natural desde que el teléfono de cable se instalara en el pasillo de nuestras casas: “¿sí, dígame?”. Del mismo modo que hay autores “superdigitales” y hay autores -de los grandes- que se niegan a ceder sus derechos digitales.
Ahora, el libro (digital) ya no es un libro. Está dentro de una pantalla (o pantallita). Es intangible.
Ahora, los libros digitales -los ebooks- crecen, crecen y crecen, por mucho que digan las grandes editoriales y el Ministerio de Cultura que siguen defendiendo -y estirando como un chicle- el negocio de la impresión, la distribución y los agentes literarios. Ahora, está habiendo un trasvase de lectores a contenidos autoeditados, los editores están dando paso a los managers y los críticos literarios a los booktubers.
En este mundo digital sin fronteras, los libros analógicos viajan mal. La era digital es móvil y si mi colega no compra más ebooks para leer es porque no encuentra los contenidos que le interesan. ¿Qué están haciendo las editoriales? Las pequeñas y las nuevas, innovar. Los grandes trasantlánticos de la edición observar, callar y esperar. Y los escritores, autoeditarse. Muy interesante, por cierto, el caso de Eva García Sánchez: su libro autoeditado La saga de los longevos ha sido un bet seller en Amazon y ahora pública su segunda novela con Planeta.
Ser o no ser. Ver o no ver. Leer o no leer. Ésta sigue siendo la gran cuestión porque qué más da en qué soporte, dónde, cómo, cuándo o con quién leamos. Empezamos a superar ya este debate -el de leer en papel o en una tablet o smartphone porque nos gusta leer en todos ellos- y abrimos otros. Debates sobre las editoriales, los agentes literarios, los precios, los formatos, la calidad, las nuevas formas de leer, los nuevos libros, las nuevas leyes, los nuevos derechos de autor… y los contenidos.
Nada que ver con el indignado Umbral -que explotó al ver que le preguntaban por todo menos por su libro- pero, igual de provocador, otro ponente decía (dirigiéndose a las editoriales) “editen, editen... lo peor que te puede pasar es que vendas libros”.
Esto acaba de empezar.