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La vulnerabilidad del libro electrónico

En la víspera del quinto año del desembarco de Amazon en Europa, las circunstancias actuales me han llevado a realizar un análisis, más o menos pormenorizado, de lo que ha supuesto para el libro la llegada del conocido como ebook, libro electrónico, libro digital, ciberlibro o e-reader, entre otros nombres de lo más variopinto. En primera andanada del libro electrónico, en especial el Kindle de Amazon, todas las sensaciones fueron positivas. Hay que reconocerle al gigante norteamericano que el Kindle nos trajo muchas, muchísimas cosas buenas. La primera es que facilitó y permitió que innumerables autores, que nunca habían conseguido publicar hasta entonces, se hicieran un hueco en el mundillo literario. De ahí surgió la autodenominada como Generación Kindle, nutrido grupo entre los que me incluyo. El Kindle permitió que autores que cuyas obras nunca habían visto la luz, se asomaran a un escaparate multinacional que los visibilizó ante millones de lectores ávidos de nueva y fresca literatura. El tiempo juzgará si, entre todos nosotros, surgió algún futuro premio Nobel y quizá dentro de unos años en Suecia alguien diga aquello de “Yo surgí de la Generación Kindle” mientras recoge el galardón.

Después de aquel resplandor momentáneo de principios de 2012, donde el libro electrónico había llegado para consolidarse como el futuro de la literatura, han transcurrido un periplo de acontecimientos, encuentros y desencuentros que han puesto en entredicho la pretendida piedra filosofal que aparentaba la llegada de este fenómeno. En una primera observación distinguimos como el distanciamiento entre el libro electrónico y el libro en papel es cada vez más evidente. Ni siquiera las listas de más vendidos coinciden en ese dato, mientras que en una plataforma hay expuestos unos libros, en otra hay otros bien distintos. Lo que sugiere que la lista del famoso y codiciado TOP no es más que un espejismo al servicio de un programa informático que lo altera a conveniencia. Aunque eso no es nada nuevo, ya que las editoriales tradicionales también manipulaban las ventas para consolidar o hundir a un determinado autor o autora, según un interés meramente comercial. Pero todo apunta a que el libro electrónico no es distinto en ese sentido.

Una de las diferencias más exitosas entre ambas formas de lectura es la inclusión del sistema de valoración de la novela, algo que Amazon ya incluye en su plataforma por defecto y que es de grandiosa utilidad a la hora de adquirir cualquiera de los productos que ofertan, como móviles, relojes, portátiles o juguetes, por citar algunos. Sin embargo la opinión de los lectores, acerca de las novelas, es una arma de doble filo manipulable y que no garantiza ni que la novela sea lo que dice ser, ni que el que opina sea quién dice ser. Comentan por esos mundos de las redes sociales que hay toda una mercadotecnia montada para ese fin. Desde usuarios que cobran por opinar hasta grupos de usuarios, más o menos organizados, que intercambian opiniones entre ellos. Solo hay que pasearse por una muestra de novelas para darse cuenta de la disparidad de las opiniones. La tónica general es que entre 1 y 5 la mayoría o tienen muchas de 1 o tienen muchas de 5, cuando la lógica de la distribución dice que deberían estar repartidas; aunque fuese por azar. Pero no ocurre así, lo que indica que quizá, solo quizá, haya un submundo de opiniones interesadas que malversan la integridad de una obra.

Aparte de lo de las opiniones, es cierto que el libro electrónico ha traído muchas cosas buenas, que no voy a enumerar para no cansar al lector ni rellenar innecesariamente el artículo, pero por citar algunas diré que ha acercado la lectura a todos, ha abaratado la adquisición de un texto y ha promovido que muchos autores puedan publicar, cuando hasta entonces estaba vetado. Amazon incluso ha organizado varias ediciones de un certamen literario enfocado a autores “Indies” con una respuesta muy amplia y con el resultado del descubrimiento de, así me consta, grandes autores que han llegado para quedarse.

Entre la parte negativa destacaría solo una y que ya tenía nombre antes de que llegara el libro electrónico: la piratería. Lamentablemente la piratería se cargó la música, está haciendo lo mismo con el cine, y ahora va a por la literatura. Pero los piratas se curtieron hace años con el software para ordenador, se especializaron con la música y el cine y ahora ya lo tienen todo aprendido con el libro electrónico. Lo que lleva a que en este terreno avance a pasos agigantados. No manejo cifras, pero quizá ronde casi el 90 %, ya que el último informe que leí lo situaba en el 84 %. Evidentemente la piratería se va a cargar el libro electrónico, sin duda. Quizá lo que voy a decir no le suene bien a alguno, no está en mi ánimo ofender, pero diré que cada vez que publico un libro en papel siento una satisfacción que ya no me da el libro electrónico. El libro electrónico interesa más a esa cohorte de piratas que ingresan mi esfuerzo, mi tiempo y mi dinero. Por los impuestos no se preocupen, esos ya los pago yo.

En la víspera del quinto año del desembarco de Amazon en Europa, las circunstancias actuales me han llevado a realizar un análisis, más o menos pormenorizado, de lo que ha supuesto para el libro la llegada del conocido como ebook, libro electrónico, libro digital, ciberlibro o e-reader, entre otros nombres de lo más variopinto. En primera andanada del libro electrónico, en especial el Kindle de Amazon, todas las sensaciones fueron positivas. Hay que reconocerle al gigante norteamericano que el Kindle nos trajo muchas, muchísimas cosas buenas. La primera es que facilitó y permitió que innumerables autores, que nunca habían conseguido publicar hasta entonces, se hicieran un hueco en el mundillo literario. De ahí surgió la autodenominada como Generación Kindle, nutrido grupo entre los que me incluyo. El Kindle permitió que autores que cuyas obras nunca habían visto la luz, se asomaran a un escaparate multinacional que los visibilizó ante millones de lectores ávidos de nueva y fresca literatura. El tiempo juzgará si, entre todos nosotros, surgió algún futuro premio Nobel y quizá dentro de unos años en Suecia alguien diga aquello de “Yo surgí de la Generación Kindle” mientras recoge el galardón.

Después de aquel resplandor momentáneo de principios de 2012, donde el libro electrónico había llegado para consolidarse como el futuro de la literatura, han transcurrido un periplo de acontecimientos, encuentros y desencuentros que han puesto en entredicho la pretendida piedra filosofal que aparentaba la llegada de este fenómeno. En una primera observación distinguimos como el distanciamiento entre el libro electrónico y el libro en papel es cada vez más evidente. Ni siquiera las listas de más vendidos coinciden en ese dato, mientras que en una plataforma hay expuestos unos libros, en otra hay otros bien distintos. Lo que sugiere que la lista del famoso y codiciado TOP no es más que un espejismo al servicio de un programa informático que lo altera a conveniencia. Aunque eso no es nada nuevo, ya que las editoriales tradicionales también manipulaban las ventas para consolidar o hundir a un determinado autor o autora, según un interés meramente comercial. Pero todo apunta a que el libro electrónico no es distinto en ese sentido.