La fascinación surrealista por el eccehomo de Borja siete años después del fenómeno viral

Han pasado siete años desde que el municipio zaragozano de Borja, de 5.000 habitantes, concitara la atención de medios nacionales e internacionales y se convirtiera en el fenómeno viral con mayor repercusión en la era digital de Aragón. En agosto de 2012, la prensa local se hacía eco de una intervención espontánea sobre la pintura mural de un eccehomo en el Santuario de la Misericordia, a cinco kilómetros del núcleo urbano. La publicación mostraba el antes y el después, dejando al lector perplejo ante las imágenes: ¿broma, chapuza, reinterpretación, destrucción del patrimonio artístico o feliz error? El retoque de Cecilia Giménez sobre el fresco de 1930 dio la vuelta al mundo en pocas horas. Hoy es objeto de libros, tesis doctorales, cómics, documentales y hasta una ópera bufa, Behold the Man (Eccehomo – He aquí el hombre), representada en los escenarios estadounidenses desde 2018.

Muchos insisten en que el eccehomo de Cecilia situó a Borja en el mapa. Los borjanos defienden que su ciudad –que no pueblo– genera interés por méritos propios. Fue cuna de la familia Borgia, que dio dos papas y engendró a Lucrecia, mujer maquiavélica y temida según la leyenda negra. Fue escenario de Nobleza baturra, película de 1935 protagonizada por Imperio Argentina, icono del primer cine español. Tiene tres museos, un festival de jazz, otro de música independiente y unas jornadas internacionales de canto coral. Además, el caldo joven Borsao – de Campo de Borja – ha sido calificado como vino sobresaliente por Robert Parker, gurú de los taninos.

Entre todas estas bondades, el eccehomo de Cecilia marcó un punto de inflexión en la proyección turística de la ciudad. “En aquellos días tuvimos que atender a periodistas de 158 países y 28 territorios con estatuto jurídico especial como la isla de Guam, Macao o Hong Kong. Nos hizo aprender geografía”, recuerda un responsable del Centro de Estudios Borjanos. Desde este centro de investigación se dio la señal de alarma sobre la mutación que había sufrido el fresco de Elías García Martínez, pintor y docente de renombre que decoró el techo del Teatro Principal de Zaragoza y colaboró con el Gran Teatro del Liceo de Barcelona. Mutación que era boceto, preámbulo para una restauración posterior, como aseguró Cecilia Giménez para justificar el borrón.

El Cristo doliente reinterpretado genera hoy 55.000 euros anuales de beneficios por la venta de artículos de merchandising y la entrada al santuario. La efigie que ideó Cecilia se imprime sobre todo lo imaginable: etiquetas de vino, llaveros, ositos de peluche, dedales, alfombrillas para el ratón del ordenador. “Llegan peticiones especiales que enviamos por mensajería, ya que solo vendemos productos publicitarios en la tienda. Nos gustaría poder distribuirlos por Amazon y aumentar las ventas. Si la multinacional decide finalmente instalar una de sus bases logísticas en Zaragoza nos lo plantearemos”, resume el reelegido alcalde de Borja, Eduardo Arilla.

Los fondos recaudados son gestionados por la fundación benéfica Hospital Sancti Spiritus y Santuario de la Misericordia, cuyo patronato pertenece a la corporación municipal. La mitad de los fondos se destina a remunerar al personal que atiende el santuario y la otra mitad financia el geriátrico en el que por un tiempo estuvo alojada Cecilia. “Esta inyección económica es vital para permitir un acceso más flexible a la residencia. Hablamos de un entorno rural con una población envejecida en la que las pensiones de viudedad no superan en muchos casos los 600 euros”, apunta Arilla.

El santuario recibió en 2018 el visitante número 200.000. Un gran cartel a lo Bienvenido Mister Marshall anuncia en la entrada la cifra redonda. Los afortunados, unos jubilados ingleses de Nottingham, fueron premiados con un lote de productos y un fin de semana en la ciudad. Hoy, cuando concluye el mes de agosto, la cifra se eleva a 222.000 visitantes sin contar los niños, matiza el responsable local, que no se contabilizan al no tener que abonar la entrada.

El santuario está situado a las afueras de Borja, por lo que no todos los interesados en admirar la feliz ocurrencia deciden entrar en el núcleo urbano. “Hemos conseguido darle la vuelta al fenómeno y que a través del eccehomo los visitantes se interesen por los eventos en la ciudad”. Las palabras del alcalde van respaldadas por la multiplicación de iniciativas en torno al fenómeno. El Concurso Internacional de Pintura 'Cecilia Giménez' premia desde 2013 la mejor representación artística relacionada la figura del eccehomo. Además, la ciudad quiso rendir un tributo al autor original en 2016 con una muestra monográfica de su obra. “Fue una iniciativa muy positiva. En la primera reunión que mantuvimos para coordinar el evento las dos familias, la de Cecilia y la de Elías, se pidieron perdón y conviven ahora en armonía”, confiesa Arilla.

Con Van Gogh, Munch y La joven de la perla

Siete años y una revolución mediática han cambiado la forma de gestionar el acceso al Santuario de la Misericordia. “Al principio abría y cerraba el templo el santero, controlando las visitas desde una mesita sin protección y pasando mucho frío en invierno”, rememora María José Sanz, una de las dos taquilleras. ¿Qué le ha llamado más la atención durante este verano de continuas visitas? “El testimonio de un visitante japonés de Kawasaki contando que el año pasado, en una fiesta de Halloween, los participantes en el concurso de disfraces eligieron personajes de cuadros famosos y junto con el Autorretrato de Vincent Van Gogh; El Grito, de Edvard Munch o La Joven de la Perla, de Johannes Vermeer ¡se encontraba el eccehomo de Cecilia Giménez!”.

Cecilia ya no habla con la prensa. A los 88 años su memoria se diluye entre recuerdos y realidad. Pero ese año, hace siete, fue el personaje más tecleado en los buscadores globales junto con el de Barack Obama, Vicente del Bosque o Leo Messi. Su eccehomo mira hoy al mundo a través de una pantalla de metacrilato y necesita todavía labores de restauración, porque decora una pared bañada de humedades. Baila en el aire la pregunta de qué hubiera hecho el aragonés Luis Buñuel con esta historia, que de forma surreal trasciende la realidad para perforar fronteras.