Terminado el periodo de hibernación, la huella del oso en el Pirineo se vuelve a hacer visible. El panorama que se dibuja sigue ofreciendo desafíos para los plantígrados y su adaptación al entorno. La pérdida de su hábitat y los conflictos con actividades humanas, en especial con los ganaderos, son algunos de los problemas a los que se enfrentan después de unos años de bonanza gracias en buena medida a los programas de reintroducción de osos procedentes de Eslovenia, un factor crucial en la recuperación y estabilización de la población de este mamífero.
En la década de 1990 la situación era crítica, con apenas una decena de ejemplares sobrevivientes. La actividad sigue latente. En el Pirineo aragonés, en la zona de Hecho y Ansó, se ha podido identificar en los últimos meses a una hembra que podría ser la osa Claverina y a dos machos, posiblemente Larru y Bious, al otro lado de la cordillera montañosa. En Ribagorza se ha observado otro ejemplar en el término municipal de Laspaúles. Y recientemente ha ocurrido lo propio en Sallent de Gállego, también en Aragón.
En los últimos años se han creado y expandido áreas protegidas para asegurar que los osos tengan un hábitat adecuado y libre de interferencias humanas. Estos esfuerzos incluyen la gestión de los bosques y la regulación de actividades humanas.
En los Pirineos se ha hecho un esfuerzo considerable para identificar y rastrear a los osos pardos individuales, principalmente a través de métodos de monitoreo como el análisis genético de muestras de pelo y excrementos, así como mediante fototrampeo. Estos esfuerzos han permitido asignar nombres a muchos de los osos para facilitar su seguimiento. Uno de los más populares ha sido Goiat, reintroducido en el Pirineo en 2016 desde Eslovenia y al que ahora se da por muerto.
Esto se debe a que no se han registrado avistamientos ni rastros de su presencia desde abril de 2022. Era un plantígrado temido, conocido por sus ataques a ganado, lo que provocó una fuerte oposición por parte de los ganaderos locales. La falta de avistamientos y rastros durante un periodo tan largo ha llevado a los expertos del Grupo de Seguimiento Transfronterizo del Oso Pardo en el Pirineo a concluir que es muy improbable que un macho adulto como Goiat haya pasado inadvertido tanto tiempo sin estar muerto.
La población de osos pardos en el Pirineo ha alcanzado los 83 ejemplares. En 2020 se constató la desaparición de Cachou, otro oso reintroducido desde Eslovenia en 2016. Su muerte fue investigada y se determinó que fue envenenado, lo cual generó una gran preocupación entre los conservacionistas. Sarro, Nere, Hvala o Canelito –hijo de Canelle, la última osa autóctona, que fue abatida en 2004– son algunos de los ejemplares identificados más estudiados.
Los nombres suelen ser asignados para facilitar el seguimiento y la gestión de la población. La identificación y el monitoreo continuos son esenciales para entender mejor las dinámicas de la población y tomar medidas adecuadas para su conservación.
En 2023 se detectaron en los Pirineos 83 ejemplares: 37 hembras, 40 machos y seis individuos de sexo no identificado, según los datos preliminares compartidos por el Grupo de Seguimiento Transfronterizo del Oso en los Pirineos (GSTOP), que está integrado por representantes de las administraciones de Francia, Andorra, Cataluña, el Val d'Arán, Aragón y Navarra. La población aragonesa de osos, una veintena aproximadamente, es muy inferior a la de Cataluña (41).
Entre los osos detectados, hay 43 adultos potencialmente reproductores (26 hembras y 17 machos) y 24 subadultos, además de los 16 oseznos. Además, en 2023 se han dado por desaparecidos 7 osos, 3 adultos y 4 subadultos. La especie ha vivido una recuperación esperanzadora desde los años 90. Entre 2006 y 2023 la tasa media de crecimiento anual ha sido del 10,94% para todos los Pirineos.
Los osos viven a lo largo de 230 kilómetros de las montañas pirenaicas, desde el noreste de Navarra hasta el departamento francés de los Pirineos orientales. El área de distribución abarca un total de 7.100 kilómetros cuadrados donde se han detectado indicios de presencia de la especie, como resalta la Fundación Oso Pardo.
Según el balance compartido por el GSTOP, el área de distribución ha ido creciendo de forma continua desde 1996, en paralelo al crecimiento de la población, aunque se producen variaciones anuales por los movimientos dispersivos de los ejemplares subadultos.
Por otro lado, iniciativas educativas y de sensibilización pública son fundamentales para fomentar la coexistencia entre humanos y osos. Programas en escuelas, talleres comunitarios y campañas en medios de comunicación ayudan a reducir los conflictos y aumentar el apoyo local para la conservación del oso.
Para mitigar los conflictos entre osos y actividades humanas, especialmente la ganadería, se han implementado programas de compensación por daños. Los ganaderos reciben compensaciones por los ataques de osos a su ganado, lo que reduce la hostilidad hacia los animales y promueve prácticas de manejo que minimizan estos conflictos.
Siguen persistiendo desafíos con la construcción de infraestructuras como carreteras y estaciones de esquí, lo que fragmenta el hábitat de los osos, dificultando sus movimientos y acceso a recursos vitales. La conectividad entre diferentes subpoblaciones es crucial para la diversidad genética y la salud de la población general.
Aunque ilegal, la caza furtiva sigue siendo una amenaza. La vigilancia y la aplicación estricta de las leyes de protección son necesarias para asegurar la seguridad de los osos. El cambio climático representa una amenaza a largo plazo que puede alterar los ecosistemas montañosos, afectando la disponibilidad de alimentos y la idoneidad del hábitat.
Los expertos consideran que el futuro de los osos en los Pirineos depende de la continua aplicación y mejora de las estrategias de conservación actuales. Además, la colaboración transfronteriza entre España y Francia es crucial para el éxito a largo plazo, dado que la población de osos no reconoce fronteras políticas.