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El juicio del crimen de los tirantes comienza sin tirantes ni bandera

Rodrigo Lanza se enfrenta a peticiones de hasta 25 años de prisión por asesinato. Aragón TV

Eduardo Bayona

Zaragoza —

El juicio de los tirantes de la bandera comienza sin tirantes ni bandera. La prenda que, según las declaraciones de algunos testigos, vestía Víctor Laínez cuando, la madrugada del 8 de diciembre de 2017 y en un bar de la zona de Asalto en Zaragoza, sufrió a manos de Rodrigo Lanza las lesiones que le costarían la vida unos días después, no está en la causa del juicio que este lunes ha comenzado en la Audiencia de Zaragoza.

Entonces, ¿esos tirantes con la bandera de España, en cuyo uso por Laínez centraron las crónicas el origen del crimen, no existen o se perdieron? Eso es algo que deberá determinar el jurado tras escuchar a los seis testigos clave del juicio: los tres amigos con los que Lanza estaba de fiesta, el camarero del bar en el que ocurrió la pelea y otras dos personas que observaron los hechos.

Los tirantes, que son desde hace dos años la pieza clave del juicio mediático, tienen una importancia relativa en el proceso penal, en el que, de hecho, el auto de procesamiento indica que los vestía pero no que fueran el origen de la discusión que derivó en la pelea mortal.

Rodrigo Lanza se enfrenta a sendas peticiones de 25 años de prisión como presunto autor de un asesinato agravado, algo que en este caso se traduce en una agresión presuntamente cometida a traición (con alevosía) y a la que las acusaciones, que ejercen la Fiscalía, la familia del fallecido y Vox, añaden dos agravantes: una de ensañamiento, por haber producido un sufrimiento gratuito a la víctima, y otra del artículo 22.4 del Código Penal, que se aplica, entre otros casos, a quien delinque por algún tipo de “discriminación referente a la ideología”. Una sola de estas últimas elevaría a 25 años la eventual condena.

Dos visiones opuestas

Las acusaciones sostienen que Lanza discutió con Laínez por motivos ideológicos tras coincidir en un bar y que acabó golpeándole a traición en la cabeza con un objeto contundente antes de patearle cuando cayó al suelo para, después, desaparecer de la zona con su bicicleta. Ese objeto contundente es la segunda ausencia destacada de las diligencias: nunca apareció.

Lanza “despreciaba las ideas, la forma de pensar de este señor”, sostuvo la fiscal, mientras David Arranz, portavoz de Vox en las Cortes de Aragón y abogado que ejerce, mantuvo que “alguien le dijo [al acusado] que [la víctima] era de otra ideología y eso fue bastante para ir a increparle”.

El abogado de la familia, Juan Carlos Macarrón, que comparte la versión de las otras acusaciones, pidió al jurado “que valoremos las pruebas sin simpatías ni antipatías”.

El letrado defensor, Endika Zulueta, para quien en esta historia “hay una persona a la que le han quitado la vida y otra a la que le quieren quitar la libertad”, considera que “la versión de las acusaciones chirría”. “Mi cliente iba a seguir la fiesta con sus amigos” cuando “Laínez va detrás de él”, dijo. “Venía por la espalda, y cuando [Lanza] se dio la vuelta lo vio con una navaja”, ante lo que se defendió, anotó en la exposición previa. Ese cuchillo es la tercera ausencia notoria: nunca apareció.

La defensa pide la absolución alegando que, aunque Lanza admite ser el autor de las lesiones mortales, estas se produjeron en defensa propia y con el acusado en una situación de miedo insuperable, ambas consideradas eximentes de la responsabilidad penal.

“Entré en pánico y le di unos puños, no recuerdo cómo”

Lanza, que únicamente respondió a las preguntas de su defensa, explicó cómo esa noche, tras salir de trabajar en un restaurante, llegó con tres conocidos al bar en el que se encontraba Laínez. Antes había tomado varios litros de cerveza (un 'cachi' y varias jarras), al menos un 'cubata' y no menos de tres 'chupitos'.“Estaba un poco tocado”, dijo.

Allí, y tras decirle uno de sus acompañantes que Láinez era “un conocido fascista del barrio”, fue a hablar con él después de que este le hiciera un gesto. “Fue una niñatada” que hizo “por hacer el chulo delante de las chavalas” del grupo, declaró. En esa breve conversación, anotó, Laínez le hizo un comentario despectivo sobre su origen chileno, algo que consideró “racista”.

Poco después, añadió, al ver que Laínez, que estaba solo en el bar, utilizaba su teléfono móvil en lo que parecía ser una conversación de mensajería, decidieron irse por temor a que vinieran amigos del primero.

Cuando salían, señaló, uno de sus acompañantes le gritó “¡Cuidado que lleva una navaja!”. La vio, explicó Lanza, que le dio “una patada de instinto” antes de comenzar “un forcejeo” en el espacio que queda entre la puerta de salida y la valla de cierre. “Entré en pánico”, aseguró.

A partir de ahí, Lanza describe una nebulosa en la que lo único de lo que se acordaba con claridad, dijo, es de que no atacó a Laínez por la espalda, de no haber visto los tirantes de la bandera y de no haber utilizado ningún objeto contundente. “No recuerdo nada”, “le di unos puños, no recuerdo cómo”, “tenía miedo de que se levantara con el cuchillo”. También escuchó “para, para”. La segunda fase de la pelea se produjo dentro del bar.

“No se me hubiera ocurrido que pudiera sufrir lesiones graves, fue un shock”, explicó, al describir su reacción cuando la Policía le hizo saber que Laínez había muerto. ¿Y por qué se fue de la escena? “Me salió con un cuchillo. Me quería matar. Yo lo que no quería era volver a encontrármelo”, argumentó.

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