Hasta 40.000 grullas se han contabilizado en la Laguna de Gallocanta algún año, en el llamado paso postnupcial de estas aves entre octubre y diciembre, cuando los animales abandonan el frío del norte de Europa y hacen un viaje de 3.000 kilómetros hasta las tierras cálidas de África. Pero en el último censo hecho público apenas llegan a las 2.900, menos aún si atendemos al registro oficial que ofrece el Gobierno de Aragón, que recoge 1.061 grullas censadas el 30 de noviembre.
Las aves migratorias utilizan este espacio, el humedal salino mejor conservado de Europa, para 'repostar' y coger fuerzas en este largo camino, y algunas lo eligen incluso para invernar. Pero este año pasan de largo.
Llegaron más tarde -en octubre apenas había animales censados cuando otros años ya podían verse- porque las temperaturas todavía eran suaves. Y ahora las paradas se limitan a una o dos jornadas porque no encuentran el agua que necesitan, para beber y para dormir, en una situación insólita para estas fechas.
Actualmente apenas hay un charco frente al Observatorio de los Aguanares, y la estampa en el resto de esta inmensa llanura es una costra salina por la que saltan los pocos animales que se dejan ver.
No es raro ver la laguna seca, pero sí en esta época del año: “Tiene ciclos de sequía y de inundación”, explica Eduardo Viñuales, naturalista y autor de una guía sobre este espacio natural, pero la sequía se da en verano, no en estas fechas, mientras que la inundación tampoco se produce por los usos del agua, regulados por la Confederación Hidrográfica del Ebro.
“Las grullas han venido y se han ido”, apunta, porque no tienen lo básico: el agua que necesitan para beber, pero también como dormidero, porque en el agua “se sienten seguras, ya que si viene un depredador oyen el chapoteo y emprenden vuelo”.
Los expertos han notado que la sequía ha obligado a las grullas a cambiar sus paradas y muchas eligen otros humedales en Navarra o Extremadura como “estación de servicio” para coger fuerzas y seguir su camino.
Todavía se espera el paso de grullas por este humedal que actualmente están en Francia, aunque ya deberían haber pasado por este espacio si las temperaturas fueran las habituales para estas fechas. Dada la situación, su estancia en este espacio, ubicado a caballo entre Zaragoza y Teruel, se vaticina breve, en ocasiones apenas están un día: “Ha habido jornadas en las que se han contabilizado unas 6.000 grullas por la mañana y por la tarde no había más de 700”, afirma como ejemplo Viñuales.
Turismo ornitológico
La situación de la laguna la han comprobado durante las últimas semanas tanto expertos ornitólogos como los visitantes que aprovechan las visitas guiadas que parten desde el Centro de Interpretación de la Laguna de Gallocanta, en Bello (Teruel), y que concluyen este fin de semana.
Para la zona, el turismo ornitológico es una importante fuente de desarrollo, creciente en los últimos tiempos, después de alcanzar laboriosos acuerdos en la zona para compatibilizar los usos agrícolas y la conservación de este humedal y su valiosa fauna.
Así, los animales se alimentan en los campos cercanos durante el día y los agricultores reciben compensaciones económicas por ello, mientras que la economía de la zona se va diversificando para atender a unos turistas que no visitarían de otro modo esta gélida zona de España.
Viñuales cree que detrás de esta situación está una sequía que venimos arrastrando ya desde el año pasado, pero teme que no se trate de una situación puntual y que “algo se haya trastocado en este espacio”.