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“Las mujeres formadas molestaban a los dos bandos de la Guerra Civil”

Azcón Muzas, Isabel. Nacida en Radiquero (Huesca), al menos 40 años, sin formación, sus labores. Asesinada en Adahuesca, en marzo de 1939, junto a su marido, tras un consejo de guerra sumarísimo. Es solo la primera de las 781 biografías de mujeres asesinadas que reconstruye el historiador y periodista Antonio Peiró (Zaragoza, 1958) en su último libro, un minucioso trabajo que se titula: Eva en los infiernos. Mujeres asesinadas en Aragón durante la Guerra Civil y la posguerra.

¿Por qué se interesó por investigar los asesinatos de mujeres durante la Guerra civil y la post-guerra?

Trabajando con listas de personas represaliadas, me llamó mucho la atención que el porcentaje de mujeres sobre el total de personas asesinadas es mucho más alto en Aragón que en los alrededores: es mayor que en Navarra, País Valenciano y hasta doce veces el porcentaje de Catalunya. Esto me llevó a intentar explicar a qué se debía este porcentaje tan elevado y me encontré con que la única posibilidad era reconstruir caso por caso qué había ocurrido con cada mujer. Por eso, el trabajo se compone de un análisis general y de toda la información disponible acerca de cada una de las mujeres que fueron asesinadas. De lo que no he podido ocuparme es de todos los demás tipos de represión, porque la documentación disponible es muy mala. El número altísimo de mujeres que estuvieron en la cárcel, la represión económica, toda la represión específica de género, como las violaciones, el rapado de pelo... prácticamente no ha quedado ninguna documentación de todo esto; no se puede reconstruir más que con testimonios orales y de forma muy incompleta. Me habría gustado haber podido estudiarlo todo, pero no ha sido posible.

¿Ha llegado a alguna conclusión sobre por qué hubo más porcentaje de mujeres represaliadas en Aragón que en las comunidades vecinas?

Hay un elemento fundamental: Aragón estaba dividido por una línea del frente que pasaba por Huesca, Zaragoza y Teruel y dejaba justo detrás una retaguardia muy peligrosa. Si hubiera habido cualquier tipo de levantamiento o de respuesta popular, esa retaguardia podía poner en jaque tanto a la ciudad de Huesca como, sobre todo, a la de Zaragoza, que fue junto a Sevilla la mayor ciudad en poder de los rebeldes durante mucho tiempo. Esto hacía que fuera especialmente importante que todas las personas que pudieran tener alguna actividad de resistencia o de posibilidad de paso por la línea del frente fueran represaliadas con mucha intensidad. No ocurría ni en Navarra ni en Cataluña, que quedaron perfectamente definidas: una, en la zona de los rebeldes, y la otra, en la de los republicanos. Por tanto, las mujeres podían ser un foco de desestabilización para el frente.

Usted reconstruye la biografía de 594 asesinadas por sublevados y 187 asesinadas por republicanos. ¿Hubo más asesinatos de mujeres por parte de las tropas franquistas?

Hubo muchos más asesinatos por parte de los sublevados en general, en todo el territorio, porque además estuvieron más distribuidos a lo largo del tiempo. Hubo una primera fase de “terror caliente” durante el verano de 1936, pero luego hubo otras: a finales de ese año, cuando cayó el frente, en el último periodo de la guerra y en los primeros años de la post-guerra. En cambio, en el frente republicano la represión fue mucho más contenida en el tiempo, termina prácticamente en marzo de 1938. Aparte de la duración, la represión de los sublevados también fue muchísimo más intensa por motivos ideológicos.

¿Cuáles solían ser los motivos concretos que se utilizaban para intentar justificar estos asesinatos ideológicos por los sublevados?

Yo hablo en el libro de tres perfiles distintos. Por un lado, estarían las “mujeres de acción”, copiando el término de la CNT, que eran personas que habían tomado parte en acciones militares, que tenían bombas en sus casas, que habían participado en el intento de sublevación anarquista de 1933, que habían trabajado para un servicio de información de los republicanos, que habían intentado fugas colectivas... es decir, personas muy activas y comprometidas; son un grupo muy minoritario. Un segundo perfil serían las activistas: personas que son peligrosas a medio plazo porque son capaces de escribir en periódicos, de organizar actividades, de encabezar manifestaciones... serían activistas con un perfil no tan militante como el primero, pero muy peligroso a medio plazo para los sublevados. Y luego hay un grupo de personas que son asesinadas “por sustitución”, porque cuando los sublevados van a buscar a su padre, a su hijo, a su marido, al compañero o a un hermano, no encuentran a nadie y se llevan a la primera persona que encuentran y la asesinan como sustitución del varón. Este es un grupo muy numeroso. No hemos podido cuantificarlo exactamente, pero es una buena parte del total de mujeres asesinadas.

¿Piensa que también hubo asesinatos por sustitución a la inversa: que se buscase a una “mujer de acción” y se asesinase, por ejemplo, al marido por no encontrarle a ella?

No he podido comprobar ningún caso de hombres asesinados por sustitución. Generalmente, cuando la mujer republicana era activa, el marido también lo era; es muy frecuente sobre todo entre los anarquistas. En el otro bando, la mujer de derechas solía tener un perfil político bastante más bajo. De las 187 asesinadas por republicanos, solo había 3 personas que tuvieran algún cargo de representación. Puede que se dieran también casos de sustitución, pero no he podido comprobarlo porque ocurre una cosa bastante extraña: los sublevados no tuvieron ningún interés en investigar a fondo sobre las mujeres de su bando que habían sido asesinadas. Tuvieron interés en hacer la lista, pero la información que nos han transmitido no coincide con la que dan los familiares directos: no coincide la edad, no coincide la profesión, hay una tendencia generalizada a señalar que la única actividad de las mujeres era “sus labores” cuando sabemos que muchas tenían una actividad remunerada... hay un componente de género entre quienes hicieron las listas que provoca diferencias importantes con la realidad. Por tanto, tenemos una información bastante más deficiente que en el caso de las mujeres asesinadas por los rebeldes.

Entonces, ¿hay un comportamiento de género al equipar a la mujer con las ideas de su pareja en estos asesinatos por sustitución?

Es muy curioso que en la documentación se tiende a asignar a la mujer la ideología del marido, lo que no siempre ocurría. Tenemos casos de personas que aparecen como anarquistas, pero el testimonio de familiares vivos nos dicen que no tenían ninguna afiliación, que no realizaban ninguna actividad... uno de los elementos más difíciles de conocer es, precisamente, la afiliación política. Hay mucha gente que tenía una baja afiliación republicana, simpatías, pero que no tenía un carnet de partido o de sindicato. Solamente en torno a un sexto de las mujeres asesinadas por los rebeldes tenía alguna afiliación.

En el libro también destaca que muchas de las mujeres asesinadas tenían una formación superior a la media de la época, ¿las mujeres formadas molestaban?

Molestaban a los dos bandos. Molestaban muchísimo a los rebeldes, porque eran mujeres que eran capaces perfectamente de organizar la resistencia o una acción a corto o medio plazo. Pero también molestaban a los republicanos; es un hecho común. En el libro comento que la formación puede ser un elemento distintivo en el perfil de las mujeres asesinadas. En cambio, no se dan mayoritariamente otros elementos que parecían muy asumidos, como que las mujeres asesinadas eran jóvenes o que eran madres solteras... todos tenemos en la cabeza a “Las 13 Rosas”, pero se asesinó a niñas de 12 años y a ancianas de 82. El perfil de formación o de personas que trabajaban fuera de casa sí parece significativo.

¿Por qué cree que este perfil simbólico de “Las 13 Rosas” es el que más se ha difundido?

Yo creo que, fundamentalmente, por falta de estudios. El caso de “Las 13 Rosas” es muy importante por el número de personas y por el perfil que tienen; quizá ha sido el que, a falta de más información, se ha convertido en el referente. Hay muy pocos estudios y muchas veces se limitan a realizar listas de personas, sin biografiar a cada una, con lo que no tenemos encima de la mesa una información suficiente. Esto tiene un inconveniente: no nos permite explicar cuáles fueron las causas ni los procesos. El historiador no se debe limitar a hacer listas, tiene que intentar explicar. Afortunadamente, en Aragón tenemos un estudio muy bueno de hace unos meses sobre la represión en la provincia de Huesca, que tiene un contenido en parte similar al que yo presento aquí. Es un estudio titulado Todos los nombres. Víctimas y victimarios (1936-1945), dirigido por Víctor Pardo, que profundiza sobre cada uno de los asesinatos. Pero esto no es lo habitual en España.