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Así se deshizo Aragón

Mariano Gistaín

5 de enero de 2023 22:59 h

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La presión por los lados aumenta. El poder de los vecinos a derecha e izquierda crece de forma exponencial. Los gobiernos así llamados centrales han estado cediendo trozos demasiado grandes para mantenerse en el poder. Ese proceso culmina en esta temporada y la tendencia no parece tener fin. 

Los vecinos de la izquierda se anexionarán a o se fusionarán con la comunidad intermedia. Los terroristas serán héroes con pensión, cargos, libertad y honores. Los cupos y fueros serán ampliados hasta comerse la ya mísera parte de las regiones intermedias abandonadas y destinadas a servir de granjas de voltios y cerdos, productoras de energía sin derechos ni ventajas, algo que por otra parte ya venían siendo desde la primera no industrialización. 

Los vecinos de la derecha ya tienen la palanca para convertirse, también, en república casi independiente. Ambos vecinos, más o menos vinculados formal o simbólicamente (succión de recursos a cambio de apoyos parlamentarios) a la exhausta metrópoli, obtendrán el placet y las ayudas de la a su vez exangüe unión continental, que irá cambiando de nombre a medida que se agoten sus fuerzas y se confirme su destino subalterno de potencia de tercera. 

Los vecinos de los lados serán más poderosos que la antigua patria más o menos común: no romperán con ella del todo sino que la exprimirán hasta que se vaya troceando a sí misma o sea tan irrelevante como escaso su recuerdo. La capital sobrevivirá chupando las ubres ya secas de los territorios intermedios, vastos desiertos demográficos para fabricar energía, granjas de millones de cerdos y reses sintéticas, quimeras de laboratorio y vertederos de basura que ya no necesitará ser transportada a fallidos países lejanos pues habrá numerosas provincias vacías próximas que competirán entre ellas a muerte por las migajas de desguaces y el privilegio de albergar la basura, cosa que muchas ya han hecho en el pasado (lindano, plomo Tudor, Química, purines).

Los bancos locales serán comprados y revendidos y el capital seguirá siendo exterior, volátil y anónimo y jamás se podrán conocer sus designios sobre el territorio cuya población, sometida de nuevo al éxodo y a la dispersión, perderá los endebles hilos de su incipiente vínculo con glorioso y ya olvidado pasado. 

Los bienes del inmenso patrimonio común volverán a ofrecerse por notorios circuitos clandestinos a subasteros exóticos y se dispersarán en zocos internacionales para adornar villas de lujo asiáticas y mansiones arábigas, como ocurrió en otras épocas inclementes de escasez y sometimiento.

Los vecinos de los lados seguirán impidiendo el paso por el centro de la cordillera hacia el norte y las salidas a los ya inalcanzables mares dependerán de remotas decisiones que caerán, como decretos, sobre los melancólicos habitantes residuales que aun puedan sobrevivir a duras penas como carne de satélite y mano de obra regalada para parchear baches y campos de voltios cuando caiga un rayo o salte un diferencial, pues no será rentable emplear robots en semejantes desperdicios.

La universidad no aparece en esta prospectiva secreta de la que estos párrafos son un breve resumen porque ella misma, anticipándose por una vez a la debacle, se transformó a última hora en una rama de formación profesional cuando ya no había profesiones ni quedaban alumnos de menos de sesenta años por los alrededores. 

Los gobiernos de las cinco o seis administraciones regionales y locales y las innumerables empresas públicas que aguantaron en sus puestos hasta el último día hábil en que hubo sueldo (a cuenta de deuda), corrieron diversa suerte dependiendo de lo que habían podido ahorrar en sus cargos respectivos mientras… (aquí se corta el informe).