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Esperando al furgón de la fruta

Mariano Gistaín

13 de enero de 2023 17:11 h

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Aquí estoy, a ver si viene viene la furgona de la fruta. Hasta hace unos meses había dos, una venía de Fraga y la otra de Zaragoza. Los de Fraga se jubilaron y ahora solo viene una, la de Zaragoza. Un poco de estrés, la fruta hay que calcularla bien porque es para toda la semana. Ya alargan las tardes. Alarga el día. Si hubiera algo mejor que La Ronda de Boltaña se sabría. 

Hombres de ochenta y muchos años viven una tercera o cuarta juventud conduciendo, ya con el carné al límite. Nunca se ve la hora de dejar el tractor. Uno de estos hombres es cura, y va y viene por las carreteras comarcales. Hace misas, reparte bendiciones, y es forofo del Real Zaragoza, hooligan a tope, 93 años. “La estación de las violetas”, nuevo de La Ronda de Boltaña. Rozalen, Amaral.

Otro agricultor va con la furgona al huerto, coge las olivas, maneja el mástil vibrador, que pesa unos cuantos kilos. También conduce el tractorazo de última generación, acarrea las cosechas, cereal en verano, maíz en otoño. Cuando afloja la faena las horas se hacen eternas, 86 años.

Y el guiñote, que aspira a ser patrimono de la humanidad. 

Hombres de estos pueblos semivacíos que no han descansado jamás. Mujeres que iban a buscar agua a la fuente hasta los años ochenta, década en que llegó el agua corriente a las casas. Aun es un pecado dejar abierto el grifo sin necesidad. Mujeres que iban a lavar al lavadero con el agua helada y que ponen lavadoras de dos en dos. 

El furgón de la fruta hace cinco pueblos, otros días seis, según la ruta. El furgón del pan coincide en parte con el arciprestazgo. Y la furgona de Amazon, que vertebra el territorio. Pronto habrá una furgona del banco, que con suerte abre un día a la semana. 

El furgón de la ropa, tenderete invernal con chandals, vestidos, batas, chambergos. La tienda a las puertas de casa, un día a la semana. Mañana el furgón de los congelados, yogures, bacalao, caldos, leches… Y pasado el de la carne. Los furgones van y vienen como antes los buhoneros. Ya no pasa el afilador. 

Yendo a pasear le sale un corzo entre la niebla: ¡qué susto! Bichos brincando entre los sembrados que ya crecen, el cereal ya asoma un palmo, siembra directa, como clavos inyectados en la tierra. Semillas con el genoma ya hackeado.

Caen veinte litros en un día, bienvenidos sean. Quietud de las tardes, alargan los días. Aun queda el confeti de la cabalgata de Reyes, que se hace grumos y bolas compactas con las serpentinas y hasta se enreda con las capitanas o brujas que van rodando cientos de kilómetros. A veces brinca un jabalí y por eso es conveniente tener seguro de embestimiento. 

Pasaron los Reyes y quedó el confeti y las canciones de La Ronda rodando con las capitanas que cada día están más gordas. 

Suena Rosalía Despechá a toda pastilla. Una cosa no quita la otra. 

Tras las nieblas y el día de lluvia ha quedado un cielo tan claro que las rayas de los aviones se quedan flotando media mañana, como arañazos o mensajes encriptados, letras chinas, signos que el último pastor intenta descifrar poniéndolos en Google a ver qué sale.

Allá van los leñeros con sus máquinas de octava generación. Pronto se hará todo por el móvil. Menos podar. El robot podador aun tardará. 

Tiempo de podar los almendros, bribar. La tijera eléctrica, clic, clac. Podar es un arte y un oficio muy sofisticado. Los que saben imparten cursos de cómo hay que tratar al árbol. Podar o bribar es el arte de amar a los árboles, que cada cual tiene su personalidad y su estampa, y todos están conectados por cable. Los gorriones llevan en sus patitas el wifi que falta en las casas.

Cielos tan claros que se ven pueblos ya olvidados, pueblos que llevaban al menos dos años sin verse... y que no se han movido de su sitio. Montañas recién pintadas con dos manos de nieve. Pronto será Santa Águeda, la Candelera, San Sebastián, en orden inverso. 

Las iglesias las mantiene en pie una generación de mujeres que ya frisa las ocho décadas, las mismas que estrenaron agua corriente y lavadora y calefacción a gasoil. Limpian y cuidan las iglesias, los aditamentos, las vestimentas, el culto, el niño Jesús, la Magdalena y el San Sebastián…

Además de las furgonas de reparto y los tractorazos inverosímiles y los camiones que transportan los cerdos y los piensos de las innumerables granjas, están las furgonas de Amazon. ¡Y el Correo! Adorable expresión para el correo de toda la vida, o sea, Correos (y Telégrafos). 

Tras la niebla, días tan claros y cierceros que los ojos no llegan a tanto como se vería. Puestas de soles por todos lados, y el clic clac de las tijeras eléctricas al podar.