El pantano de Moros en Azlor

Mariano Gistaín

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El paraje es agreste y arenisco, las carrascas y los arbustos de pinchos flanquean el camino de tierra por el que cabe un coche todoterreno. La lámina de agua invita a bañarse pero los accesos son escarpados y hay un cartel que lo prohíbe, aparte que seguro que en el fondo fangoso hay un monstruo del lago Ness, que es aragoness.

Aparte de un caño que mana, no es evidente de dónde sale tanta y agua, el pantano recoge los manantiales y fuentes del barranco de La Clamor, que baja junto a Azara, Peraltilla, Laluenga y se abre en Selgua, siempre rodeado por grandes breñas de arenisca cuyos perfiles se agarran a la memoria.

El pantano está más alto que el pueblo, así que volver es bajar y desde las revueltas del camino asoma a lo lejos el torreón de un castillo, un remolque rojo en medio de un campo segado y la torre de la iglesia de Azlor... la de Azara, según gira el camino aparece ya lejos el Pueyo. En torno al pantano hay varios carteles en diversos soportes cuyos mensajes ya han desaparecido y uno se queda con el enigma de saber qué dirían.

Me quedo con las ganas de bajar a la puerta de la parte del XVIII, no vaya a estozolarme o a esbarizacularme... y sigo hacia Abiego. En Azlor el bar de la piscina abre todo el año y hay colmado. Entre los palacios, huertos.