Algunas actividades humanas como el uso de plaguicidas y de venenos está teniendo un intenso impacto negativo en la biodiversidad en Aragón por vía indirecta: el uso de esos productos químicos está provocando intoxicaciones, a menudo mortales, en animales a los que no van dirigidos pero a los que acaban llegando a través de la llamada cadena trófica, es decir, al comer su carne tras cazarlos como presas o al ingerirlos como carroña.
Ocurre algo similar con actividades como la caza, que está provocando de manera indirecta episodios de intoxicación por plomo, frecuentemente mortales, en aves rapaces y carroñeras, protegidas la mayor parte de ellas por la vulnerabilidad que provoca su bajo número de ejemplares, al alimentarse de animales heridos por disparos de cartucho o de piezas abatidas que los cazadores abandonan en el monte.
“Existe constancia de 201 casos de intoxicación” de animales silvestres a lo largo del año pasado, reseña la Memoria del Centro de Recuperación de Fauna Salvaje de La Alfranca (CRFSA), que destaca episodios como los de “112 ejemplares de Verdecillo, nueve de Jilguero y 1 ejemplar de Pardillo que dieron positivo a tebuconazol”, un fungicida sintético que se utiliza para eliminar hongos patógenos en agricultura, o el de “varios ejemplares de grulla [que] fueron positivas a Clorpirifós”.
Este último producto es un “plaguicida organofosforado prohibido actualmente en toda la UE desde 2020” que se utiliza para eliminar insectos y que aparece en el listado de los que organismos como la CHE (Confederación Hidrográfica del Ebro) recomiendan no utilizar por su elevado impacto ambiental.
Un buitre intoxicado por cuatro venenos para roedores
Sin embargo, esos datos parecen ser tan solo un indicio del impacto real que el uso de ese tipo de productos tiene en la fauna salvaje.
“Hay que llamar la atención sobre el uso del veneno e intoxicaciones, por su impacto nefasto sobre la fauna y la clara intencionalidad de la acción en la mayoría de los casos”, señala la memoria de La Alfranca, que añade que la “incidencia real en el medio natural” de este tipo de prácticas “está probablemente subestimada si sólo se tiene en consideración los datos de ingresos en el CRFSA”.
Con todo, las intoxicaciones se han situado como la tercera causa que mayor número de ingresos de ejemplares de especies no catalogadas por riesgo de extinción que se producen en el centro, con un 14,5% que supera incluso a las que provocan las colisiones (13%, la mitad con aerogeneradores) y que únicamente tiene por delante a las capturas mediante trampas (33%) y a la cautividad (24%).
En cuanto al uso de venenos dirigidos a otras especies, el centro de La Alfranca registró el año pasado un ingreso de rasgos inquietantes: fue el de “un ejemplar de buitre negro intoxicado por brodifacoum, bromadiolona, difenacoum y flocoumafén”, cuatro tipos distintos de raticidas y de biocidas para roedores que habían llegado a su cuerpo mediante la ingesta de animales que, a su vez, los habían comido en explotaciones agropecuarias o en sus inmediaciones.
Las intoxicaciones por veneno afectan también a los mamíferos, tal y como indican otros registros del centro como la detección de diez ejemplares de zorro cuya detección permitió al Gobierno de Aragón tener “conocimiento así de diversos puntos de la comunidad autónoma en los que se coloca veneno, que habrían pasado desapercibidos” hasta entonces.
El trabajo de los técnicos del CRFSA también incluyó la realización de “necropsias a 26 gatos y seis perros domésticos por tratarse de casos de posible intoxicación”, ya que “ambas especies son consideradas especies centinela para revelar esta práctica ilegal en el medio natural”.
Los restos de caza abandonados en el monte
Las malas prácticas en la caza mantienen abierto otro vector de intoxicaciones de animales, con frecuencia mortales, que afectan de manera mayoritaria a las aves rapaces y las carroñeras y que también provoca impactos en especies de mamíferos depredadores.
Se trata del plumbismo, es decir, de los envenenamientos agudos o crónicos por la ingesta de plomo que sufren al tragarse los perdigones que quedan incrustados en animales que sobreviven a heridas por disparo y en los que quedan abandonados en el monte tras ser abatidos por los cazadores.
El CRFSA “realiza de manera rutinaria el análisis de plomo en sangre” desde 2018, una práctica que se centra en aves y mamíferos depredadores y carroñeros que “ha revelado una mayor incidencia del plumbismo que la observaba cuando los animales no presentan claros síntomas de intoxicación por plomo”.
En este sentido, destaca la detección de animales que “dieron positivo a plomo en sangre en ausencia de otros signos patológicos, por lo que se infiere que la intoxicación por plomo fue la causa de ingreso, aunque en algunos casos los niveles obtenidos eran inferiores a los considerados patológicos”.
“El número de animales con plumbismo se encuentra infravalorado”
La memoria del Centro de Recuperación de Fauna Salvaje de La Alfranca apuntan a la “intoxicación por plomo como causa primaria de ingreso” de siete aves, un águila real y seis buitres leonados, mientras que “se detectó presencia de plomo en otros nueve animales ingresados por otras causas: dos águilas reales, cuatro buitres leonados, un quebrantahuesos, un milano real y un buitre negro”.
La mayoría de las especies cuyos ejemplares se han visto afectados por plumbismo cuentan con figuras de protección por la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran, caso de las rapaces y de las grandes carroñeras.
En este caso, como en el del uso de veneno, los técnicos del CRFSA están convencidos de que la prevalencia del plumbismo, que puede resultar mortal, es mucho mayor.
“Se considera que durante este año 2021, el número de animales con plumbismo se encuentra infravalorado”, señala la memoria, que anta que se ha “reducido considerablemente el número de pruebas que se ha realizado a ejemplares sin una clara sintomatología de intoxicación por plomo” tras “el problema con el suministro de kits para el análisis de la presencia” de este metal en la sangre de los animales.